Comentarios y Análisis de Política

lunes, 30 de noviembre de 2009

10.- Los personajes que le dejaron huella


Tarradellas quiso negociar con Madrid

Josep Pla a Suárez: “Ser guapo no es suficiente para gobernar”.- Pujol puso El Correo al servicio de su idea de Catalunya.-Se comete una injusticia con Andreu Roselló y Jiménez de Parga 



Capítulo 10

1. Con Jordi Pujol tuvo sus diferencias en El Correo Catalán, pero años después apostó por usted para dirigir el CEDIC. ¿Cómo han sido sus relaciones con el ex presidente de la Generalitat?

Con Pujol he tenido una buena relación personal, especialmente antes que fuera President; es decir, antes de 1980. Después hemos charlado algunas veces y siempre le he dicho las cosas con honestamente, tal como yo las veía. Hemos tenido discrepancias, sobre todo cuando se trataba de El Correo, porqué él tenía una visión diferente del periódico, más bien instrumental, que fue lo que finalmente hundió el diario. Lo utilizó como un instrumento político, al servicio de su concepto del país y de su estrategia política. Pujol es un político nato, un gran político, pero es un mal empresario de prensa.

Como digo, con Pujol teníamos algunas discrepancias. Pero quizás debido a la franqueza que teníamos el uno con el otro, al hecho de que ya nos conocíamos y que cada cuál hablaba su propio lenguaje con sinceridad, confió en mi para crear i dirigir el  Centre d’Investigació de la Comunicació, CEDIC, que fué una propuesta mia. No tuvimos ningún problema durante los diez años que duró.
Después pasó lo que pasó, con el extraño cierre del CEDIC, que Pujol no provocó pero que consintió de forma vergonzante. Nuestras relaciones se enfriaron bastante.
Aprovecho la ocasión para desmentir la exagerada afirmación que se hace en el libro “Jaque al Virrey”, de Josep M. Novoa, cuando escribe  que “Espina actuó de preceptor político de Jordi Pujol; lo conectó con cuantos personajes deseaba conocer; no solo le abria puertas, sino que le transmitió toda su erudición en materia política”. Ni nuestra relación llegó a tanto ni Pujol, hombre muy culto y bien relacionado siempre, lo necesitaba.

     
2. Por un artículo sobre la cantante Salomé fue llamado al despacho de Manuel Fraga, que por aquel entonces era ministro de Información y Turismo. ¿Cómo fueron aquellos minutos de conversación?

Cuando Salomé –la del famoso Se’n va anar– empezó a cantar en castellano, escribí un artículo diciendo que ella también “se había ido”, pues cantando en castellano no era la misma de antes. El ministro Fraga me llamó inmediatamente y me citó para el día siguiente en su despacho, a primera hora. Me recibió sin mirarme y sin darme la mano y me soltó: «Hay cosas que no se pueden decir. Usted es catalán; yo soy de la periferia, de Lugo.» Después añadió: «Espina, yo le puedo silenciar.» Le respondí “usted es ministro”. Insistió: «Hay cosas inatacables, Espina, como la unidad de España.» Le respondí: «En lo esencial no seré irreconciliable, pero hay temas opinables.» La entrevista terminó aquí. Me cargó con  tres o cuatro enormes libros que pesaban como el plomo y me despidió.
Mi mujer, que quiso acompañarme, me estaba esperando en un bar al otro lado del Paseo de La Castellana...    

3. Siempre ha dicho que uno de sus referentes fue Jaume Balmes, quien apostaba por relativizar ciertas cosas, es decir ver todos los puntos de vista. ¿Ha practicado esta exigente recomendación en su vida profesional? 

Una de las cosas de Balmes que más me impresionó, y hablo de cuando yo era muy joven, es aquello de que las cosas hay que mirarlas desde todos los puntos de vista posibles y no desde uno sólo, porqué éste es parcial y, por tanto, falso.
Esta idea me ha llevado a la conclusión, quizás un poco gráfica, que las ideas son redondas. Una idea no es nunca cuadrada ni poligonal. Si te mueves a su alrededor, más a la derecha o más a la izquierda, sin perder de vista el núcleo central,  las cosas se ven diferentes. Esto te da un gran espíritu de comprensión y tolerancia, de relativizar las cosas. Es una de las mejores lecciones que he aprendido en la vida y que he procurado aplicar en mi quehacer diario y como periodista

Verdaguer, Maragall, Machado Ruben Dario, Joan Alcover, etc. fueron referentes mios en mi etapa poética que no duró mucho pero que aún añoro. El periodismo y el comentario político pronto me fueron absorbiendo. En este terreno periodistico-político, también Balmes y Joan Margall me influyeron fuertemente, así como las lecturas de Vicens Vives, Ortega y Gasset, Prat de la Riba, Josep Pla, “Romano” (Manuel Brunet),  “Augusto Assia”, Néstor Lujan, Azorín, Gonzaléz Ruano..., por citar algunos nombres que me vienen a la memoria.

4. ¿Qué significa para usted Andreu Roselló, quien le dio plena libertad en su columna «Cada cual con su opinión»?

Tuve la gran suerte de tener a Andreu Roselló como director, en mi etapa en El Correo Catalán. No es que fuese un hombre de inteligencia privilegiada ni una gran pluma, pero sí que tenía una gran intuición y mucha astucia y una inmensa humanidad. Con Roselló se está cometiendo la gran injusticia de ignorarlo. Hay  mucha gente implicada en este vergonzoso olvido, pero algún día habrá que explicarlo clarament, con nombres y apellidos.
Era una persona magnánime. Es sabido, por citar un ejemplo, que Roselló intervino ante el ministro de Justicia, Iturmendi, para que Jordi Pujol fuera trasladado de la prisión de Zaragoza a la de Girona. Quien fue su secretario en El Correo, Paco Ruiz Macipe, era un buen testimonio de este hecho, pues escribió la carta de Roselló al ministro.
Particularmente, debo a Roselló que me llamase para entrar en El Correo y después me animase a continuar mi sección Cada cuál con su opinión. Y que con su astucia me ayudara a capear las situaciones delicadas que creaban mis artículos..
Gracias a Roselló –y en parte a Ibáñez Escofet– El Correo  se convirtió en una escuela de periodistas, ya que se abrió a la realidad y, además, favoreció en la redacción un gran ambiente profesional y de compañerismo. Muchas personas  que han ocupado u ocupan puestos clave en los medios de comunicación y en la sociedad estuvieron en El Correo. Y aún hoy, para presumir, los hay que dicen: «Yo estuve en El Correo Catalán.»       

5. Conoció personalmente al político socialista Ernest Lluch. ¿Qué tipo de persona era?

Lluch colaboró como economista en El Correo, con artículos suyos y, sobre todo, coordinando un buen equipo, competente y trabajador; recuerdo ahora a Eugeni Giralt, Rmili Guasch, Antoni Montserrat...Cuando se producía una noticia importante, aunque fuera a altas horas de la madrugada se reunían para dicutirla y escribir algo, a veces en un bar o un domicilio particular. 
Al  principio, Ernest venia mucho a la redacción pero luego se fue distanciando, seguramente por la influencia del grupo Pujol, ya que eran de distinta tendencia política, y que acabó imponiendo al convergente Josép Maria Cullell para substituirlo.

Lluch tenía las ideas claras, pero escribía bastante mal y había que repasar sus textos. Hizo una buena aportación al diario. Era una persona ilustrada, amable y humilde. Había substituido a otros buenos colaboradores como Armand Carabén, Francesc Sanuy y Joaquim Maluquer,

6. ¿Cómo conoció a Adolfo Suárez y qué opinión le merece su trayectoria política?

Le conocí en una audiencia concedida a la Junta directiva de los periodistas, que presidía Lorenzo Gomis. en la Moncloa. Hablamos distendidamente y, en un momento de la conversación, nos dijo: «A veces me imagino que la acorazada Brunete entra por este paseo de aquí delante y viene a por mi.» Parecía obsesionado por lo que pudiera hacer el ejército en cualquier momento.
Cuando ya nos despedíamos e íbamos a salir, me cogió por el brazo y  me susurró en voz baja: «Tenemos que vernos.». Luego coincidimos en otras ocasiones .como en la residencia de Carlos Sentis en Calella de Palafrugell,, pero no me dijo nada especial. Por cierto que en esta fiesta, entre los asistentes ilustres, estaba Josep Pla quien, en un a parte con un grupo, le dijo a Suárez. “para gobernar es importante  ser guapo, sobre todo para las mujeres, pero no es suficiente”. Adolfo Suárez dimitió el 29 de enero de 2981 y poco después se produjo el fallido golpe de estado del 23-F.

7. ¿Cómo fueron las circunstancias que le permitieron conocer a Josep Tarradellas?

Con Tarradellas tuve una relación circunstancial, pero bastante interesante. Era una persona que seguía de cerca los acontecimientos del país y estaba en contacto, principalmente epistolar, con mucha gente. Me confesó que leía mis artículos. Incluso llegó a escribirme, como hacían otros lectores, pero yo nunca le respondí, exactamente no se porqué, Un día fuí a saludarle en el Hotel France, de Perpinyà, y me dijo: «Recuerda usted que hace unos meses le telefoneó Pujol a El Correo y le dijo que al día siguiente se tenía que publicar, sin falta, no sé qué con no sé qué título?» Le respondí que sí y le pregunté: «¿Cómo sabe usted esto?» Me respondió:«No se fíe de Pujol. Le llamó en mi presencia para demostrarme que el mandaba en El Correo. No se fíe de Pujol.» Curiosamente, Josep Tarradellas y Josep Pla son los dos grandes personajes que peor me han hablado de Pujol.
La superficial  relación que tenía con Tarradellas, que algunos creyeron que era mayor, hizo que el gobierno Suárez, a través de su ministro del Interior, Martín Villa, y del gobernador civil de Barcelona, Manuel Ortiz, me propusiera confidencialmente de sondearlo, incluso yendo a visitarle, para ver si estaría dispuesto a hablar de su futuro y Catalunya. Esto ocurrió, un domingo, en el Gobierno Civil de Barcelona, a donde Ortiz me había citado por sorpresa para conversar sobre “un tema delicado”. Me hizo entrar por una discreta puerta de atrás.   A su propuesta contesté que me lo pensaria con calma, si bien noté que tenían cierta prisa. Habia muchos nerviosismo.
La misma tarde, desde mi casa, lo hice, personalmente, por teléfono y, como es lógico, con un lenguaje bastante críptico. Pero Tarradellas, sorprendido y entre insinuaciones y silencios, me dijo que ya estaba en contacto con un abogado de Madrid (seguramente Manuel Ortinez Mur) y que no podía decirme nada más. Es decir, no descartaba hablar de ello, pero através de Madrid. Fue, ciertamente, una especie de  sondeo insólito y extraño, aunque al parecer más útil de lo que cabía esperar.  .    

8. Estuvo de profesor ayudante en la cátedra de Manuel Jiménez de Parga. ¿Qué enseñanzas le transmitió el que llegaría a ser presidente del Tribunal Constitucional?

Libertad de pensamiento y de expresión. Se practicaba en su catedra, pese a lo dificil de aquellos tiempos, y daba carta blanca a los profesores que le ayudábamos en clases o seminarios.

Fuimos numerosos y de todas las ideologías, los que nos cobijamos en su cátedra, en la que se respiraba libertad y pluralidad. Era entonces el catedrático más joven y explicaba con maestría y claridad la asignatura de ciencia política, Y trataba exquisitamente a sus compañeros docentes, que nos convertíamos en amigos. En el homenaje que le rendimos con motivo de su nombramiento para presidir el Tribunal Constitucional, era impresionante la cantidad y calidad los asistentes. Para citar algunos, que en este momento me vienen a la memória; Solé Tura, Joaquim Molas, González Casanovas, Julio Busquets, Josep M. Vallés, Marc Carrillo, Francesc de Carreras, Lluís de Carreras,

Después, con motivo de una anécdota trivial que se quiso magnificar políticamente, algunos se han distanciado injustamente. La franqueza y esponteneidad con que suele expresarse -que alguien ha calificado de “diarea mental”- le jugó una mala pasada durante unas declaraciones creo que en Granada. Seguramente cansado del conocido “victimismo” catalán, dijo algo así como que mientras en aquella ciudad hacía muchos siglos que ya se hacían artísticas birguerias con el agua, en determiados sitios aún no sabian que era lavarse.

Esto sentó muy mal en algunos medios politizados de Cataluña, y organizaron una despiadada campaña contra el catedrático que había vivido largos años en Barcelona y se distinguió por sus artículos en “La Vanguardia” y en “Destino” en defensa de los principios democráticos. Incluso en el pueblo donde se construyó una residencia de verano, el ajuntamiento le declaró “persona no grata”.

9. Usted ha dicho que Juan Luis Cebrián era capaz de “meter la guía telefónica en un periódico y venderlo con éxito”. ¿Tan hábil es el actual académico y consejero delegado del grupo Prisa?

Aqui hay una confusión, No se trataba de Juan Luís Cebrián, director de El País, sino del periodista catalán  José Luís Cebrián Boné, director de ABC. Además debo reconocer que la frase no es mía. Se trata de un comentario que me hicieron, cuando él era director de ABC, por la forma ágil y atractiva que daba al periódico y por los titulares con que presentaba las noticias; aprendí mucho de él en este sentido. José Luis me abrió las páginas de ABC, que por aquel entonces tenía una gran tirada, y donde publiqué algunos atrículos incluso en la prestigiosa Tercera.   

José Luis Cebrián Boné  nació en Valladolid, pero él se consideraba catalán porqué vivió muchos años en Catalunya. Estudiamos derecho y periodismo juntos, en Barcelona. Tenía una gran imaginación y creó algunos periódicos, que consiguieron grandes tiradas. Tenía una especial sensibilidad para llegar a la gente; no tanto por el contenido como por la forma. Obra suya es el Nuevo Diario, que se publicó en Madrid con gran éxito. Aunque él ya lo tenía todo meditado y planeado, nos reunimos en un conocido bar barcelonés de la calle Caspe para redondear la idea.
Aparte nuestra amistad, hay que admitir, y lo demostró ámpliamente, que es un gran profesional, muy hábil y capaz de hacer cosas importantes, con una gran entrega y un entusiasmo que contagia a todos. Más enamorado de la forma que del fondo, periodísticamente, es cierto que era capaz de vaciar una guia telefónica en las páginas de un diario y presentarlo de tal forma que la gente lo arrebataba de los quioscos.

10. En el Café Gijón, de Madrid, conoció a celebridades como, creo, Ortega y Gasset, González Ruano… ¿Qué opinión le merecieron esos viejos literatos y pensadores españoles?

Durante mi estancia en Madrid, a menudo me llegaba hasta el Café Gijón para vivir el ambiente que allí se respiraba. Los camareros, por ejemplo, me explicaban: «Aquí se sentaba Azorín; allá, Ortega y Gasset... Valle Inclán... González Ruano...», etc. Esto me iba cultivando por dentro una cierta ilusión que hacía que la vida no se me hiciera tan dura por el hecho de vivir en Madrid sólo y con poco dinero.
A Ortega y Gasset no llegué a tratarlo. Estuve en su casa, clandestinamente, para despedirle en la capilla ardiente Allí conocí a Julián Marías, absorto al pié del féretro, vestido de riguroso negro,  impresionantemente recogido e inmovil. Habia muerto su gran maestro. Después asistí al entierro de Ortega, colándome aún no se como, pues había un gran control y una fuerte vigilancia policial.
Con César González Ruano coincidimos algua vez  en el Gijón, a donde solía ir para escibir en un rincón del Café, le saludaba tímidamente a distancia para no distraerle. Este escritor polifacético, pero gran articulista, sin duda me influyó, por su estilo directo y su  formato corto. Amigo del pintor catalán Miguel Utrillo, vivió temporadas en Sitges. Se decía de el que tenía una “mala salud de hierro”, pese a lo cual llevaba una vida bohemia.
Sus artículos eran muy leidos y admirados. Ya cumplidos los 50 años escribió una autobiografía, “Mi medio siglo se confiesa a medias”, de interesante lectura para conocer el perfil de muchísimos personajes de la época.
Al inolvidable García Sanchiz, el gran charlista, no le conocí personalmente, pero asistía a todas sus representaciones. Me cautivaban. Sus monólogos, llenos de descripción poética, despertaron en mi un emotivo y sensual amor por las palabras; por la palabra culta, plástica, musical, llena de vida y transportadora a escenarios y situaciones embelesantes. Años después, me cautivó otro amor, el enamoramiento por los conceptos. No sabría decir, ahora, cual es preferible.