Comentarios y Análisis de Política

viernes, 21 de octubre de 2011

Ahora, la factura de ETA

No se le puede pedir a ETA que renuncie a su objetivo político, pero se le debía exigir que renuncie a la violencia. La aspiración a la independencia vasca, utópica o razonable, está dentro del terreno político y, por tanto, democrático. El uso de las armas para conseguirlo está totalmente fuera de este terreno, y pertenece al de la barbarie.

Ahora ETA ha decidido, según su comunicado, "el cese definitivo de la actividad armada", lo que es una gran noticia. Pero no se podía esperar que también renunciara a "la causa" por la que ha luchado, de forma totalmente condenable, durante casi medio siglo. El conflicto existía y sigue existiendo, llámele cada cual como quiera.

Lo que, inteligentemente, ha hecho ETA, ante su situación de manifiesta debilidad, es cambiar de método y de estrategia. Arropada por una cohorte de llamados expertos extranjeros, llevar su causa al terreno de la alta política y lograr su internacionalización. Es decir, que su reivindicación se considera estrictamente política y que, de algún modo, se vea respaldada por personalidades y organismos internacionales.

Esta es su gran jugada. Nos libera de la violencia, buena y deseada noticia, y plantea el conflicto político de manera frontal y con el respaldo de nombres de prestigio mundial en este terreno. A cambio de no violencia presenta su factura: la petición –que suena a condición- a España y Francia de "abrir un proceso de dialogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada"
                        
Analizada esta exigencia –que recoge la reclamación de la llamada "Conferencia Internacional de la Paz, de San Sebastián"- se quiere decir: 1º, diálogo con los Estados español y francés; 2º, que sea directo, con ETA como interlocutor político; 3º, que sirva para "la resolución de las consecuencias del conflicto", estas "consecuencias" son la violencia armada de ETA y la represión policial del Estado, derivadas del conflicto de no aceptar la independencia vasca; 4º.el previo "reconocimiento de Euskal Herria" como nación; y 5º, "el respeto a la voluntad popular debe prevalecer sobre la imposición", es decir, un referéndum.

Y todo ello para lograr "la superación de la confrontación armada", para lo cual se adelanta declarando el "cese definitivo" de la violencia, buena noticia, hay que reconocer con alegría, pero que, por su contexto, parece condicionada a los requisititos enumerados. Es decir, al pago de la factura política que ETA presenta (para el nuevo gobierno) en su esperada declaración.






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lunes, 10 de octubre de 2011

La indignación paralizante

La indignación es paralizante. Para los que indignan, con sus recortes,  y para los indignados, los recortados. La indignación puede hacer mucho ruido, pero paraliza la mente y resta empuje al corazón. En el fondo, es un conformismo gesticulante o abatido. Es una actitud improductiva.


No es una reacción positiva. No construye, destruye. No predispone a hacer algo para superar la situación que motiva aquel estado de ánimo. Y una sociedad instalada en la indignación va camino de la agonía. Se desgasta en el inútil desafío a lo imposible, sin entregarse al esfuerzo necesario para lograr lo posible.


La protesta por la protesta tiene mucho de infantilismo. Las dificultades, de todo tipo, requieren ser afrontadas con madurez. Madurez de los que manda y madurez de los ciudadanos. De aquéllos, para evitar provocar el desánimo colectivo con medidas tajantes, en tromba y sin matizar, y madurez ciudadana para no caer en la incomprensión sistemática y dejarse arrastrar por el abatimiento suicida. Al contratiempo hay que reaccionar con ánimo positivo y creativo.

No es precisamente lo que está ocurriendo en la actual situación de profunda crisis. No se recorta con  la finura del bisturí, sino a hachazos. Y se responde  demasiado con el desánimo de quien lo da todo por perdido. Ambas son posturas paralizantes y destructivas. Hay que sustituir los hachazos y los gemidos por reacciones prudentes, pero valientes e imaginativas. ¿Para cuándo la creación de riqueza sacando de las piedras pan?


Pero nadie lidera este movimiento positivo. Más allá de la austeridad y del rigor en el gasto público –dice Duran Lleida- necesitamos también que se impulse el crecimiento de la economía y que se genere ocupación. Pero este discurso queda ahogado, en la política y en los medios, por el griterío de la protesta. O engullido por un sentimiento generalizado de impotencia y abatimiento.


Malos políticos los que infunden este pesimismo a la sociedad. Pésimas políticas las que no logran levantar el ánimo de la gente. Pusilamines ciudadanos los que no reaccionan con imaginación, iniciativa y esfuerzo la adversidad. Urge cambiar el xip de todos. Hagamos caso a Einstein: “En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”. La imaginación y la voluntad.