Comentarios y Análisis de Política

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mas, desbordado por los hechos y por si mismo


 

 

El presidente Artur Mas se ha visto desbordado. Desbordado por los hechos, y desbordado por sí mismo. Y como salida emprende una huida hacia adelante. Esto es, en el fondo, su convocatoria de elecciones a media legislatura. Su "gobierno de los mejores" habrá sido el más corto de la historia catalana.

Sí, desbordado por los hechos. Cuando se presentó para la presidencia de la Generalitat ya sabía el terreno que pisaba y los problemas con que podía enfrentarse. Llevaba muchos años en la política, en el gobierno y en la oposición.

La crisis económica general y, por tanto, catalana, estaba en pleno auge. El déficit con que se encontró del gobierno anterior no pudo sorprenderle demasiado. Aceptó el reto y para ganarlo nombró lo que calificó como el "gobierno de los mejores".

Ya era un experimentado en los problemas tradicionales con el gobierno central, o "de Madrid". El mismo negoció, a espaldas del parlamento catalán y con nocturnidad, parte sustancial  del Estatut con el presidente Zapatero.

Justo llegar a la presidencia se adelantó en una política de recortes que sorprendió a propios y extraños.  La crisis económica general y, por tanto, catalana, estaba en pleno auge. El déficit con que se encontró del gobierno anterior no pudo sorprenderle demasiado. No siempre recortó donde más falta hacia, donde la inversión o las subvenciones eran menos productivas, aunque posiblemente más rentables políticamente. Esto le ha acarreado muchas protestas en todos los sectores.

¿Cómo salir de esta situación que ha ido empeorando y también comprometiendo su acción de gobierno? ¿Cómo salvarse de este desbordamiento por los hechos? Pues buscando chivos expiatorios y agitando el panorama político.

También se ha visto desbordado por sí mismo. Se planteó objetivos políticos ideales, pero a corto plazo inalcanzables, y sin prever bien sus consecuencias en tiempo de muy grave crisis generalizada. Añadiendo así más problemas al gran problema.

Su sueño de "pacto fiscal" tipo concierto vasco, muy legítimo, no podía prosperar en estas circunstancias. Era, en cierto modo, el principal objetivo político de su mandato. No podía, por tanto, resignarse a un fracaso que era previsible. ¿Cómo salvar la dignidad ante el estrepitoso fallo del gran reto de gobierno que se había impuesto a si mismo? Pues con la movilización política.

El campo estaba abonado sobradamente por el recorte del Estatut a manos  del Constitucional, que provocó una gran manifestación hace un par de años. Por incomprensiones de los gobiernos centrales ante muchas necesidades y reivindicaciones catalanas. Por el gravoso sistema del reparto de los ingresos fiscales del Estado, que llevan al empobrecimiento de Catalunya, tradicionalmente  motor económico de España. Por tratamiento con desdén de la realidad catalana en muchos aspectos sensibles. Etcétera.

Una gran manifestación en Barcelona –alentada y apoyada por las propias instancias gubernamentales-, con el objetivo oficial de apoyar la demanda del "pacto fiscal" de Artur Mas, pero que en realidad congregó varias motivaciones de descontento y reivindicación, y fue derivada hacia un clamor separatista, era una oportunidad que había que capitalizar. Y así fue.

El grito de "independencia" se impuso al de "pacto fiscal". Movilización histórica perfecta para plantear un desafío "a Madrid". Hábilmente, Artur Mas fue a buscar el "no" al "pacto fiscal" de un Rajoy poco astuto. Y este "no" le convertía en héroe ante la opinión catalanista. Era el momento ya de capitalizar abiertamente y de ponerse a la cabeza del masivo clamor de "independencia". Pero, consecuentemente, había que hacer algo más.

Como jurídica y políticamente este "algo más" no podía ser asomarse al balcón de la Generalitat, como en otras veces de la historia, para proclamar la independencia de Catalunya, la solución era disolver el Parlament y convocar elecciones precipitadas. Con lo cual, al mismo tiempo, las cosas se clarifican y se complican.

La esperanza de Artur Mas es, naturalmente, que las urnas le consagren como ganador y "héroe nacional". Pero la misión de un gobierno, sobretodo si es "el de los mejores" no es fabricar héroes, sino gobernar, y hacerlo en las circunstancias que tocan y con los instrumentos que se disponen. Es lo que, muy meritoriamente hizo, en tiempos no menos duros, el presidente Jordi Pujol. Pero la historia sigue y los ideales de los pueblos no mueren...

 

 

 

 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Cálmese, señor Mas


 

 

Cálmese un poquito, señor Mas! Usted no fue a la manifestación y ahora, tras su éxito de participación, quiere capitalizarla. Un contrasentido. El éxito es de los que la organizaron y de los que asistieron.

Usted dijo, muy atinadamente, que no estaría porque, como presidente de todos los catalanes, no le correspondía estar, ya que no todos los ciudadanos  participaban de las motivaciones de aquella convocatoria. Además, estas eran varias y diversas: malestar económico, pacto fiscal, indignación, independencia...Todo legítimo, pero para usted era -repetía- el pacto fiscal.

Y ahora, en nombre de aquella masiva muestra de libertad de expresión popular, usted pretende ponerse delante y lo hace con desafío y alentando la agitación. Y esto no es serio si usted quiere seguir siendo el presidente de todos y no de una parte de los ciudadanos de Catalunya, por muy importante que esta parte sea. Menos aún, si quiere aprovecharla para los intereses de su concepción partidista de Catalunya, o quizás  electoralmente.

Mire usted, con crispación social y desafío al Estado no suele conseguirse nada positivo y duradero. Macià y Companys son ejemplos de ello, por más que ahora los homenajeemos y honremos. Prat de la Riba, encambio,  puso los fundamentos teóricos y prácticos estables de una Catalunya próspera y orgullosa de si misma.

Usted, con cierta elegancia y habilidad verbal, agita y desafía. Y esto crea inestabilidad económica, social y política. El dinero es miedoso y huye, la  convivencia frágil y la política voluble. ¿Cree que es la mejor forma y el momento más adecuado para solucionar los acuciantes problemas y sacar el  país adelante? Puede ser su legítima percepción, lo que no quiere decir la más acertada. Ni mucho menos la más compartida por todos los catalanes: los que se manifestaron, por distintos motivos, y los que no se manifestaron, que son mayoría, aunque quizás algún día los que la voten puedan serlo; tenga confianza en la gente.

Cuando el ex presidente Jordi Pujol, político discutido pero de talla, iba a Madrid hacía pedagogía a favor de Catalunya, al menos de su concepción de ella. Usted va y desafía las instituciones estatales y crea mal ambiente contra Catalunya. Un grave error, siempre que no se crea en las bondades del Apocalipsis.

Usted, señor President, en mi modesta y discutible  opinión, incurre en varias contradicciones:

- Dijo -repito- que como presidente de todos los ciudadanos,  no iría a la manifestación (que asegura era para reclamar el pacto fiscal) y después de que toma un claro aire y clamor  independentista, la asume plenamente y la pretende liderar, dejando así de ser ya el presidente de "todos".

- Usted va a la capital del Estado a pedir o negociar su "pacto fiscal" después de declarar solemnemente, aquí y allí, que este es un necesario paso decisivo para independizarse  del Estado. ¿Que quiere que le contesten? Como usted no es ingenuo, hay que pensar que va a provocar.

- Usted es legalmente presidente de la Generalitat y representante ordinario del Estado en Catalunya en virtud preciamente de lo establecido por la Constitución, que prometió acatar en su toma de posesión, y ahora pretende desobedecerla  y llama a desacatarla. Está negando los propios fundamentos jurídicos y políticos de su cargo; se queda colgado en el aire.

- Infringir  y animar a desacatar, de alguna forma, la Constitución en nombre de la democracia (que se concreta en el Estado de derecho, aunque éste  pueda no gustar) y del éxito de una manifestación masiva, es confundir el legítimo y constitucional derecho a la libertad de expresión, con el resultado de unas elecciones libres y con voto secreto. Manifestarse no es lo mismo que votar con todas las garantías.

Si una situación política plasmada en una Constitución, masivamente votada en su día también en Catalunya, no gusta o se considera lesiva para unos derechos individuales o colectivos, lo que procede, en lógica, es intentar modificarla. No pretender reventarla.

Cuando el presidente Pasqual Maragall se dio cuenta del error cometido con el empeño de aprobar un nuevo Estatut (con la opinión contraria de Jordi Pujol) y luego amputado por el Constitucional, con el gran desgaste político y social que supuso, dijo que no había valido la pena. Y que en lugar de pretender reventar la Constitución por dentro con el proyecto de Estatut, habría sido mejor empezar por modificar aquella, ya que se daban ciertas circunstancias favorables.

Tome nota, señor Mas. Y frene sus impaciencias –por legítimas que sean y pese a tener estas un importante soporte ciudadano, pero no el claramente mayoritario- , y cálmese un poco, en bien de un proyecto a más largo plazo y con un apoyo más indiscutible de la ciudadanía. Y en bien, sobretodo, de la necesaria estabilidad que requiere  ahora el país. Que el éxito de la manifestación -a la que no acudió- no le suba a la cabeza.

 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

No vuelva a equivocarse, señor Rajoy


Usted, señor Presidente, se equivocó en su entrevista televisada al referirse a la manifestación catalana del dia siguiente. Los hechos posteriores  han venido a corraborar esta modesta opinión de observador.

Se equivocó usted en lo que dijo, como lo dijo y en el momento que lo dijo. El sentido de la   masiva manifestación que iba a celebrarse, no podía ser  calificada como un simple "lio" o "algarabía", ni se podia tratar en tono despectivo,  y fue inoportuno el momento. Estaba cantado que sería algo importante, por mucho que pueda ser valorada de distinta manera, en sí misma y en su oportunidad.

Todo esto molestó a muchos ciudadanos de Catalunya y les alentó a su participación. Se comprende que usted esté en otra onda de preocupaciones globales cuando la crisis nos sacude a todos duramente y debe tomar decisiones muy serias. Pero hay cosas que pueden parecer de segundo orden desde su enorme responsabilidad de presidente del gobierno de España en estas difíciles circunstancia, pero que deben ser atendidas, o al menos, tratadas con sumo cuidado. Y no lo hizo; mejor dicho, lo hizo mal. Y así, han empeorado.

Ahora, señor Rajoy, se ve en la coyuntura de tener que tratar el tema de la financiación catalana con el president de la Generalitat. Asunto difícil y delicado. Se le presenta como propuesta de "pacto fiscal" aprobada mayoritariamente  por el Parlament de Catalunya y con el apoyo de una gran manifestación popular -que no representa necesariamente la voluntad de todos los catalanes, pero sí de una parte muy significativa- cuyo clamor iba mucho más allá: la independencia. No es una broma.

No se vuelva a equivocar. El sentimiento nacionalista está en expansión, y en muy buena parte a causa de la mala política y, a veces, incluso el  desdén con que se tratan los asuntos de "la cuestión catalana" desde el tradicional centralismo español. Téngalo muy presente. No se escude en los excesos y desconsideraciones que también desde Catalunya se cometen con demasiada frecuencia. Sería de mal político.

Alguien ha dicho que usted es el presidente español adecuado –por flexible, moderado y saber escuchar- para tratar o encauzar de alguna forma esta cuestión o al menos algunas de sus facetas calientes. La financiación lo es. Si la economía catalana ha tirado tradicionalmente del carro de la economía  española, evitemos que una redistribución mal hecha acabe matando la gallina de los huevos de oro.

Llámese "pacto fiscal" u otra cosa, desde Madrid hay que ser sensible a la realidad, tanto o más que a las reivindicaciones literales. Alguna forma habrá para evitar que el perjuicio de una parte del país no comporte un daño global. Sin gallina no hay huevos. Y precisamente el trato inadecuado a la gallina catalana, que perjudica a todos, es ahora  uno de los factores más decisivos del incremento del malestar expresado en la manifestación de Barcelona y de la extensión del sentimiento nacionalista, cada vez más radicalizado; es decir, separatista.

No se equivoque otra vez, señor Rajoy. Usted tiene una desventaja respecto a su antecesor señor Zapatero, que mentía prometiéndolo todo  descaradamente sin ruborizarse. Usted trata de ser más sincero, y la sinceridad no siempre ayuda a hacer política. Pero debe ser sensible y realista. Hay cosa que deben tratarse con prudencia, pero también con ganas de encauzarlas. Como en los juicios, siempre es mejor un mal acuerdo que un buen pleito. Los ruidos de ruptura, aunque puedan tener mucho de ficción, dañan la convivencia, ahuyentan los capitales y ahondan la crisis.

No debe pedírsele a usted que se baje los pantalones, pero busque buenos sastres -para trajes a medida- para todos.