Comentarios y Análisis de Política

jueves, 11 de octubre de 2012

No hay que 'españolizar' nada


Si España es plural y diversa, ¿qué quiere decir 'españolizar', señor Wert? En lógica, solo puede y debe significar que siga siendo plural y diversa, como es. "Españolizar" ya no cabe en el diccionario actual.

El ministro de Educación afirma que: "Nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes". Como mínimo, se equivoca de verbo, excepto que quiera decir "castellanizar" (que es otra cosa), lo cual sería un error aun de mayor calado, pues equivaldría a homogeneizar.

Lo que pretende, según se desprende de lo que ha explicitado después, es que los alumnos catalanes conozcan más la realidad global de España, y no solo la circunscrita en el territorio catalán. Que se les enseñe geografía, historia, lengua y cultura catalanas, como también las comunes al Estado español. Pero lo ha explicado mal, muy mal, y lo ha resumido aún peor con el verbo "españolizar".

Sorprende en un ministro que es sociólogo, por lo cual cabría pensar que conoce la realidad social -plural y diversa- que integra el concepto y la legalidad española reflejados en la Constitución. Sin duda, su apriorismo político -suponiendo que no haya malévola intencionalidad- le ha jugado una mala pasada, con lo cual ha echado más leña al fuego del gran debate actual sobre la relación Catalunya-España.

La total "españolización" –por utilizar la terminología de Wert- que sufrió la educación catalana durante el franquismo, explica la reacción contraria que se ha vivido posteriormente. Que actualmente, fruto de esta reacción y también de posiciones politizadas, hay carencias en la educación que se imparte en muchos centros de Catalunya, es bastante constatable. Pero una cosa es desear corregir estas carencias, completando formas y temarios, y otra un afán uniformizador, que se desprende del término "españolizar".

Que la cualidad del conocimiento del idioma español ha bajado, en general, parece cierto. Que la geografía, la historia y la cultura españolas se estudian ahora con menor intensidad que décadas atrás y diluido dentro de un contexto más universalizado, también es bastante verdad. Querer equilibrar esto, en el sentido de potenciar su conocimiento por pertenecer, por ahora, a un marco real y político-jurídico común, es razonable.

No es lógico que se utilice la educación, concibiéndola como un instrumento de politización de la sociedad, ni en uno u otro sentido. En esto se había caído férreamente lustros atrás, en esto se ha incidido sutilmente después por la ley del péndulo, y a ello parece que se quiere volver con expresiones, que han hecho escándalo, como la del señor Wert.

En sentido real y político-jurídico "españolizar" debiera significar respetar la realidad de un país formado por un mosaico diverso en lengua, cultura, historia, geografía, caracteres y sentimientos. Pero si, por el contrario, se utiliza, como se hace, como sinónimo a "castellanizar", entonces equivale a una indeseable y empobrecedora homogenización. A intento de confundir o imponer una parte a todo el conjunto plural de España.

Es en este sentido, señor ministro de Educación, que usted se ha equivocado. Se puede -dentro de los límites razonables- intentar llenar lagunas, corregir carencias y enderezar posibles desviaciones, pero no homogeneizar. Aquí, señor Wert, no hay que "españolizar" nada; por esto, no se extrañe que le hayan dejado verde

jueves, 4 de octubre de 2012

La rebelión del independentismo


A la gravísima crisis económica se añade ahora una profunda  crisis política. A los efectos devastadores, para empresas y empleo, de una economía en quiebra, se superponen los preocupantes efectos, para la convivencia, de un modelo de Estado también en quiebra.

No es casual. A perro flaco todo son pulgas. Y a un Estado debilitado por las circunstancias económicas, internas y externas, es fácil cargarle todas las culpas, aunque no siempre las tenga todas. Parece el momento idóneo para intentar pasarle el muerto. Y, así, cada cual quitárselo de encima, sin asumir las propias responsabilidades.

Es el instante políticamente oportuno, u oportunista, para la rebelión de los disconformes, con o sin razón, del actual modelo del Estado de las Autonomías. Si el Estado se defiende, alegando que es el constitucional, y, como ocurre, se cierra a toda posible reforma del mismo para adaptarse a una realidad cambiante, entonces se produce la colisión de las dos posturas antagónicas. Estamos en el choque de nacionalismos, el central y los periféricos.

El nacionalismo españolista esta muy incrustado en los poderes estatales, centralistas, uniformadores y de predominio. Los nacionalismos periféricos –vasco y catalán, principalmente-  se sustentan en razones históricas y culturales, de agravio y de reivindicación de la propia personalidad. La Constitución no resolvió bien este tradicional contencioso., atendiendo a  la profunda realidad, por esto ahora los nacionalismos vuelven a irrumpir con fuerza, alentados por incomprensiones de gobiernos centrales de todo color, y buscando en un Estado debilitado el chivo expiatorio de los errores de sus propios gobernantes autonómicos.

La astucia del presidente Artur Mas ha estado, entre otras cosas, en  hacer suyo un masivo movimiento independentista, que alentó descaradamente desde el Govern, sin haberse declarado él nunca claramente independentista, como tampoco su formación política. Claro oportunismo político,  que está arrastrando a las demás  fuerzas políticas a posicionarse precipitadamente, ante unas elecciones adelantadas a menos de media legislatura y claramente partidistas, que enmascaran su impotencia o fracaso en la gestión del gobierno "de los mejores"

Artur Mas ha pasado de defender  "el pacto fiscal" (tipo vasco) para Catalunya, blandiendo el lema del "expolio fiscal", a ponerse delante de la gran manifestación independentista, dejando así de ejercer de President de todos los ciudadanos catalanes, que prometió ser. Explota el error del Constitucional de recortar despiadadamente el Estatut con que Maragall intentaba abrir camino hacia el federalismo, y ha provocado un "no", demasiado rotundo  de un Rajoy, poco hábil y abrumado por la crisis, al "pacto fiscal", para sumar descontentos y sensaciones de agravio, para ganarse a la sociedad catalana, no siempre bien informada, en apoyo de su desafío. Así, no se ha abierto ninguna negociación para la necesaria mejora de la financiación catalana.

Con un buen discurso, muy hábilmente expuesto, y unos medios de comunicación públicos a su servicio o afines subvencionados, Artur Mas, movilizando a la opinión pública, se ha convertido en el líder de un  preocupante e incierto desafío al Estado (incluso al Estado de derecho),  anunciando un referéndum de autodeterminación aunque no se ajuste a la legalidad. Los partidos se han visto sorprendidos y la sociedad se está dividiendo claramente ante este envite. Envite al cual puede sumarse Euskadi si, como es previsible, gana el nacionalismo radicalizado en las próximas elecciones. El Estado no se quedará con los brazos cruzados. Las cosas se complicarían.

Mientras, no parece que, en estos momentos, haya ningún partido ni nadie, que pueda disputar este calculado e inteligente liderazgo de Artur Mas. Lo tiene difícil en Catalunya el Partido Popular de Sánchez Camacho, que puede recoger mucho voto no independentista Y no lo tiene fácil el PSC de Pere Navarro, aún poco definido en su federalismo (solución razonable), con disputas internas y con poca garra electoral, pese a haber sido siempre el socialismo mayoritario en los comicios generales.

Esta falta de contrapesos reales, puede llevar a un Artur Mas crecido, tanto a llegar hasta el final de una aventura alocada o de "rauxa", peligrosa para Catalunya y nefasta para la recuperación económica española, como, ante tamaña responsabilidad, a sentir vértigo al precipicio a que puede llevar al país y a quemarse a sí mismo políticamente, y moderar sus posiciones (algún indicio ya hay), por el caminos de la ambigüedad, en lo cual son muy hábiles tanto Mas como su partido.