Comentarios y Análisis de Política

lunes, 26 de noviembre de 2012

Mas ha salido trasquilado

 
Artur Mas iba a  por lana y ha salido trasquilado. Su ambición desmesurada le ha llevado a hacer el ridículo. Una ambición personal que atribuía a la “voluntad de un pueblo”, que en las urnas le ha dicho que “no era eso”, como advertimos aquí. Porque este pueblo es plural y diverso, y quiere hacer las cosas de otra manera. Negociando, no con desafíos.

Se presentaba como el Moisés salvador y se ha hundido en las aguas antes de empezar la travesía. Reclamaba un poder “excepcional” para su hazaña “histórica” y ha arrastrado hacia abajo a su propio partido, que fundara Jodi Pujol. Y ahora no sabe, ni siquiera, como podrá conducir su propia nave. Ya busca copilotos para gobernar, antes que tener que recurrir a salvavidas.

No solo se ha caído del falso pedestal en que estaba decidido encaramarse, y ha perjudicado a su partido, sino que con sus elecciones precipitadas, deja un país más fragmentado y difícil de gobernar. Y esto, después de perder varios meses y con un coste económico para unas elecciones innecesarias, en tiempos de crisis galopante.

Esta la sido la proeza del iluminado Artur Mas. Le ha salido mal la jugada al confundir los gritos de una manifestación masiva y compleja, con la mayoritaria aspiración popular, que silenciosamente ha acudido a votar más que nunca. Deslumbrado por esta ilusoria visión, cambió su legitima reclamación de “pacto fiscal” para mejorar las finanzas catalanas, por un desafió independentista desde un partido que nunca había sido separatista.

Y lo planteó con una radicalidad tal -dentro o fuera de la ley- que asustó a propios y a extraños. Los propios vieron desvirtuada su formación política, CiU, y los extraños no se fiaron del converso y prefirieron dar su voto a los independentistas de siempre, ERC.

Y, encima, deja el nacionalismo catalán más dividido y desilusionado. Y el “Madrid” culpable de todas las desgracias catalanas más tranquilo que antes. Con esta pirueta mal calculada, como dice Enric Juliana, “España ha ganado las elecciones catalanas”. Artur Mas se ha lucido.

martes, 20 de noviembre de 2012

Catalunya es plural, como España

Artur Mas, político inteligente y hábil, volverá a ganar, pero la torrencial afluencia de votos que reclama a voz en grito para llevar a cabo su plan independentista no parece que se produzca. Con lo cual, posiblemente queda como está ahora o casi, según se desprende de todas las encuestas.

Las urnas ratificarán o rectificarán estas previsiones el próximo domingo. En todo caso, queda claro que la sociedad catalana es plural en sentimientos, intereses y opciones políticas y sociales. No es homogénea como quisieran las formaciones políticas que siempre en nombre “de la voluntad del pueblo”, intentan monopolizarla. No es nacionalista ni españolista; no es de izquierdas ni de derechas. Es una cosa y otra; lo es todo a la vez.

El último debate televisivo entre las siete fuerza políticas con representación parlamentaria, lo ha vuelto a confirmar y visualizar claramente. Quizás esta ha sido su mayor aportación en la viva campaña electoral, cuando estaba cundiendo la sensación de que sólo había una opción válida y las demás eran casi irrelevantes o pasaban bastante desapercibidas.

La espectacular gesticulación, demasiado personalizada y mesiánica de Artur Mas -¡ya se le avisó!- no está logrando hacer tabla rasa con los adversarios, para erigirse como el dueño y señor de los destinos de Catalunya, como su salvador providencial. Más bien lo contrario. Los demás están reaccionando y mostrándose, otra vez, como los representantes de importantes y amplios  sectores de la ciudadanía catalana. Esto se ha comprobado nuevamente en el debate en TV3, con inevitables consecuencias en las urnas.

La pluralidad de Catalunya se salva así de la quema. No será arrastrada por el tornado de una decisión precipitada, idealista e impetuosa, que se  está viendo también interesada y oportunista, para salvar la cara de una mala gestión del gobierno “de los mejores” y como cortina de humo sobre hechos turbios, con una huida hacia “territorios desconocidos” por caminos legales o no, lo cual la convierte en una aventura.  

Y si, al final, todo queda más o menos como antes, según vaticinan los sondeos, ¿habrá valido la pena toda esta movida, con ribetes de mala saña, de aquí y de allá? Se habrá salvado la pluralidad de Catalunya, pero seguramente más enfrentada interna y externamente.

Lo que sí habrá aportado, por lo menos, es una conciencia más definida y un sentimiento generalizado de que las relaciones Catalunya-Espanya han de cambiar, y que la opción de Mas -que ha contribuido mucho ello- no es la única ni seguramente la más viable.



martes, 13 de noviembre de 2012

De quién es la democracia


Todos exhiben “democracia”. Cada uno “su” democracia. Como si fuera un predio propio. Como si fuera un producto de mercado, o de supermercado. Los constitucionalistas y los soberanistas. En el fragor de la pugna electoral catalana -que no es solo catalana- hay un forcejeo para arrebatar al otro esta mágica palabra, para legitimarse.

Y al mismo tiempo, se lanzan mutuamente a la cabeza la acusación de “antidemócrata”. Saben que es el peor estigma que se le puede colgar para que sea despreciado por la opinión pública. No se pierde ocasión, pretexto ni burdas comparaciones. Vale todo, lamentablemente, para ganar votos.

¿Es más demócrata el que respeta el marco legal vigente, cuya principal referencia es la Constitución, o el que se remonta a las raíces de las normas apelando a la soberana “voluntad del pueblo”?  Este es, en el fondo, el planteamiento, más allá de las palabras más o menos hirientes y ofensivas que se emplean de cara a la galería, que suele aplaudir al más ingenioso, al más atrevido o al que más grita.

Por desgracia, en las campañas electorales pesan poco los razonamientos. La emotividad pasional suele predominar sobre el pensamiento serio y razonado. Las apelaciones a los sentimientos elementales -que pueden ser muy nobles- enardecen más fácilmente a las masas que los argumentos -no siempre certeros- coherentes y reposados. Por suerte, las masas no piensan; quienes piensan son las personas, que son las que votan.

Pero los entusiasmos, normalmente pasajeros, de las masas pueden condicionar a las personas decisivamente. Como lo hace la fuerza de los sentimientos elementales debidamente agitados o manipulados. El “yo” se impone al “nosotros”, por ley de autodefensa o supervivencia.

Todos los nacionalismos, de cualquier color y ámbito, son propensos a este fenómeno. E intentan justificarse proclamándose demócratas, más que los que sienten o piensan distinto. También los constitucionalismos pueden ocultar o amparar sentimientos nacionalistas de otro nivel. Es la dialéctica instalada en el actual debate catalán.

Ante esto, una postura razonable conduce a pensar que el respeto a la legalidad, necesaria para la convivencia, no ha de impedir su posible modificación si es que realmente una voluntad popular expresada libre y limpiamente es mayoritaria. Mientras, la democracia se supone que está en el marco legal vigente, democráticamente refrendado. La democracia no puede ser un simple concepto etéreo ni una mera proclamación de voluntad, ni reside en gesticulaciones o manifestaciones populares por muy espectaculares o masivas que sean.

La democracia es de todos y de nadie en concreto -constitucionalistas o soberanistas-, pero toma forma y se concreta en normas jurídicas, que hay que respetar aún que puedan, o quizás deban, ser modificadas democráticamente. La democracia no es propiedad de nadie, ni es un caos. 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Las torpezas de Rajoy

Frente a las hábiles maniobras de Artur Mas, la torpeza de Mariano Rajoy. Resultado: el llamado “lío” en que nos encontramos, que es mucho más que “un lío”, don Mariano. Es un enfrentamiento en toda regla, de futuro “incierto”, como dice Jordi Pujol.

Imagínese el lector que el día en que el presidente Mas fue a La Moncloa a buscar lo que califica de “portazo” a su “pacto fiscal”, el presidente Rajoy le hubiese contestado a lo que considera un “chantaje”, por ejemplo esto:

 -Mire usted, señor Mas, esto me lo estudiaré, pero ahora vamos a hablar de como mejorar la financiación de Catalunya.

Seguramente el panorama actual sería diferente, Habría desactivado mucho el efecto “portazo” que se buscaba para armar lo que se ha armado: unas falsas elecciones que ocultan un falso referéndum.  Rajoy fue torpe en su reacción, frente a un Mas muy astuto y decidido.

Se lo advertimos desde aquí con un “No vuelva a equivocarse, señor Rajoy”. No le falta razón a Artur Mas cuando  afirma que “no entienden nada”. Hay mucha distancia, demasiada, pese a los  Aves y Puentes aéreos, y es otra mentalidad, menos ágil y más mesetaria. Por lo visto, un problema crónico.

Si el “no” a negociar ya una mejora de la financiación hubiera sido de Mas, en lugar de un “no” de ”Rajoy al “pacto fiscal”, el escenario habría sido distinto, aunque presumiblemente se habrían buscado otros argumentos para llegar a lo mismo. Pero la opinión pública, especialmente la catalana, lo habría visto de otra manera.

Rajoy ya se equivocó, desde un principio, subestimando el radicalizado planteamiento nacionalista de Mas con la reivindicación del “pacto fiscal” calificándolo de “un lío”. Era mucho más en sí mismo, y además llevaba una gran carga explosiva. Era una real reivindicación de fondo y también una trampa táctica, en la que don Mariano cayó.

Y ahora vuelve a insistir en que estamos en “un lío”. Vuelve a equivocarse. Porque estamos ante un gran desafío tácticamente bien planteado, aunque con deshonesta inteligencia.

Contra el rechazo, al parecer legalmente fundamentado, a una petición de “pacto fiscal”, se contesta con un desafío secesionista. La opción independentista no es ilegítima. Lo discutible es la forma de plantearla. No corresponde reclamarla “contra” o “fuera” del marco legal, ni parece lo más oportuna en un momento de extrema crisis económica y social. Es añadir desestabilizad política a la desestabilizad económica. Más crisis.

La independencia quizás pueda llegar un día por caminos legales y de pacto, como en Escocia, si es que esta al fin la consigue en el negociado referéndum. Es decir, con planteamientos razonables y no desatando y agitando pasiones elementales y turbadoras.

Más allá de su razonado argumentario brillantemente expuesto, Artur Mas se equivoca con sus llamamientos de “salvador de un pueblo”, de Moisés liberador o de Mesías redentor. Su criticado cartel electoral es un grave error. Ni Catalunya es “su” pueblo”, ni necesita salvadores iluminados y temerarios que le lleven a destinos desconocidos y por caminos procelosos y de agitación.

¡Cuidado con los que se presentan como “salvadores”! En sus promesas, con frecuencia, hay mucho contrabando, como querer ocultar un fracaso personal o de equipo; intentar rehuir el control democrático de su tarea de gobierno, o quizás tapar responsabilidades o vergüenzas.


Pero cuidado, también, con los gobernantes que no escuchan -porque no saben o no quieren- o que cometen demasiadas torpezas y, encima, se empeñan en disimularlas mirando hacia otro lado o acusando al adversario político de sus graves consecuencias.  

viernes, 9 de noviembre de 2012

España se rompe en Cataluny

 
Extrañas elecciones. Referéndum camuflado. Como pretende el independentismo. España se empieza a romper en Catalunya.

El proceso ha sido hábil, apoyado por datos prestados de la realidad. Se ha tocado a fondo la fibra sentimental de partencia a un pueblo con siglos de identidad propia, que hay que respetar. Se le ha añadido una gran campaña de sensibilización de la fibra del interés económico, perjudicado por una política estatal que, se argumenta, frena su desarrollo presente e hipoteca su futuro.

Con este doble potente resorte era previsible que un sentimiento nacionalista, hasta hace poco muy minoritario, haya ido penetrando en la sociedad, en la tradicional de raíz catalana, pero también en la de arraigo posterior. El sentimiento y el interés se potencian mutuamente. Quizás también habría ocurrido, más lentamente, sin la agitación de un inteligente activismo político.

Desde las instituciones centrales, estatales y de los distintos gobiernos, ha habido una evidente miopía. Como la ha habido desde los centros de opinión –políticos y mediáticos, del resto de España. No se ha visto venir el oleaje o se lo ha minusvalorado.

Más aún, no ha habido la sensibilidad ni la honestidad de querer y saber escuchar la voz de la realidad. Incluso se la ha querido ahogar desconociéndola y atacándola torpemente de frente, No ha habido la inteligencia de saber que los nacionalismo se crecen sobre todo cuando son atacados o agredidos de alguna u otra forma. Se ha evidenciado, pues, una lamentable torpeza estatal.

Y esto ahora se paga. En unas extrañas elecciones, como las actuales, más oportunistas que razonables, que encubren y anticipan, en la práctica, el referéndum que el movimiento soberanista anuncia, sí o sí, para después. Las reacciones llegan tarde, y algunas son totalmente improcedentes.

Paradójicamente, en los momentos de mayorías gubernamentales absolutas, si no hay una inteligencia clara y una fina sensibilidad desde el Estado, las minorías que se sienten desatendidas se radicalizan. Como ocurre ahora. Son los momentos en que, como buscan precisamente  los nacionalismos periféricos, frente al nacionalismo centralista, se empieza a romper España.

Que no se rompa también Catalunya...


martes, 6 de noviembre de 2012

“Manifiesto” que abre una puerta


El valor de un manifiesto suele estar en las personalidades que lo suscriben. De aquí el interés de sus promotores  -de todos los manifiestos-  en que lo firmen muchos y en que sean socialmente relevantes. Pero su valor también puede estar en lo que el manifiesto dice y en su oportunidad.

El Manifiesto por el Federalismo y el Consenso, que acaba de aparecer suscrito por centenares de intelectuales (en sentido amplio) con la intención de frenar la ola de independentismo catalán, fuertemente promovido y liderado por el presidente Mas y parte de CiU, contiene, entre otras cosas más tópicas y retóricas que exactas, algunas afirmaciones de especial interés.

Por ejemplo, que “en Catalunya existe un profundo sentimiento nacional, que debe ser reconocido e integrado de nuevo  en el seno de las instituciones compartidas”, Y que “si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreducible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicción democrática nos obligaría al resto de los españoles a tomarlo en consideración para encontrar una solución apropiada y respetuosa”. Y que “un mejor encaje de Catalunya” lo proporcionaría “una federalización del Estado”.

No seria razonable, ni desde Catalunya ni desde el resto de España, minusvalorar la aportación de este documento, por más que se considere tardío, trufado de afirmaciones vacías y como tabla de salvación cuando el agua llega ya al cuello. Pese a todo, significa el reconocimiento de una realidad y una apertura al diálogo para una actualización del marco legal.

La afirmación del presidente Mas de que la aspiración democrática del soberanismo catalán “no la pararán ni tribunales ni constituciones”, está fuera de lugar en boca del presidente de una autonomía, ya que prometió acatar la Constitución, gracias a la cual ostenta este cargo y que, además, es el representante ordinario del Estado en Catalunya. Y, además, si vuelve salir elegido, no podrá tomar posesión si no promete y acata la normativa constitucional y estatutaria vigente.

No en vano esta radicalización ha podido interpretarse  como una inadmisible  “insumisión” al Estado de Derecho, e incluso, como la amenaza de “un golpe de Estado civil”. Es posible, incluso, que esta actitud le perjudique de cara al electorado más sensato, que es el mayoritario. No merece mucho crédito, cara el futuro, quien empieza situándose al margen, o en contra, de la legalidad de un Estado democrático.

De alguna manera, en su descargo, podría acudirse a la consideración, generalizada y resumida por un reputado tratadista, cuando afirma que “si bien en un régimen democrático la sociedad debe apegarse al ordenamiento jurídico vigente, la legalidad también implica que tal ordenamiento pueda ser modificado a través de procedimientos legales previamente establecidos para adecuarlo a las transformaciones de la propia sociedad”.

Pero descargo solo en parte, pues si bien nuestra Constitución ya prevé mecanismos para su modificación, también es cierto que estos mecanismos son muy rígidos y restrictivos; prácticamente impracticables para un posible caso de legítimo deseo de secesión -con las garantías democráticas necesarias- de alguno de los pueblos que integran actualmente el conjunto estatal.

De aquí la oportunidad del Manifiesto para el Federalismo y el Consenso, firmado por centenares de intelectuales de toda la geografía española. Abre una puerta transitable, por la vía del diálogo, a una razonable modificación constitucional, fuera de radicalizaciones y actitudes de rebeldía o de insumisión que históricamente han  sembrado de tragedia nuestro país. Vayamos todos por la senda democrática y constitucional...







jueves, 1 de noviembre de 2012

Esto no es 'hacer pais', señor Mas

                                                               
Esto, señor President Mas, no es 'hacer país', que era el lema de Jordi Pujol. Esto es destruirlo.

Su campaña electoral, antes de tiempo, desde la Presidencia y con dinero público -!qué deslealtat a los demás partidos y a los ciudadanos!- es dividir a la sociedad catalana, incitarla a no respetar la legalidad y enfrentarla con el Estado, al que usted oficialmente representa en Catalunya y cuya Constitución se comprometió a respetar.

Usted, President Mas, con esta actitud -por bien que vista la mona-  es desleal a su cargo, a su compromiso y a la ciudadanía. Y alguien debe decírselo "clar i català" ya que no se atreven tantos y tantos -ellos sabrán por qué- serviles al poder antes que servidores de la profesión, o que leales representantes de la llamada sociedad civil, que tristemente  se va pareciendo a una "sociedad subvencionada".

Dividiendo a la sociedad, en nombre de "su" ideal partidista; elentándola a no respetar la legalidad democrática (por más que la democracia no se agote en la legalidad actual, siempre perfeccionable), e intentando enfrentar brutalmente -¿con qué derecho?- toda una comunidad con el Estado al que usted ha servido hasta ahora, no es "hacer país" ("fer país") con cuya divisa Jordi Pujol levantó de la nada toda una potente y respetada  Generalitat. Esto es destruirla.

Y para destruir la sociedad catalana usted no fué elegido (sino para gobernarla), ni está legitimado por nadie ni por nada. Es salirse de sus atribuciones. Es arrogarse, arbitrariamente, un derecho que no tiene como President de todos los catalanes como dijo -y dijo bien- que queria ser.

Desde la Presidencia de la Generalitat no está legitimado –por muchas presiones partidistas o sociales que pueda tener- a montar "su guerrilla" política.

Disculpe, Muy Honorable, pero "algú ho havia de dir" (alguien debía decirselo). Con respeto, lealtatd y, seguramente, para el bien del Pais.