Comentarios y Análisis de Política

jueves, 24 de enero de 2013

Soberanía de Catalunya

 La declaración de soberanía de Catalunya es muy clara. No juguemos con las palabras. Fue proclamada solemnemente en su Parlament por una amplia (¿insuficiente?) mayoría de votos. Esto son los hechos, lo demás es literatura, política o jurídica,

Lo que se sometió a votación, era esencialmente esto: la soberanía  Es decir, el carácter de “sujeto político y jurídico soberano del pueblo catalán”. Lo del “derecho a decidir” era el anzuelo para pescar adhesiones. ¿A quien no le gusta que se le reconozca su “derecho a decidir” cualquier cosa en la vida ordinaria? Pues en mayor medida, si cabe, en la vida pública. Este anzuelo de los promotores –CiU y ERC- funcionó a medias en el parlamento catalán, pero tiene mucho gancho en la opinión pública, sobretodo si se mezclan sentimientos identitarios e intereses económicos; más, en tiempos de grave crisis.

Por esto, antes de la reunión, en la sesión parlamentaria y después de esta, se ha insistido, y se insiste, sobretodo en “el derecho a decidir”, y no tanto en la proclamación de la soberanía, que comporta en sí misma la declaración anticipada de la independencia. En cambio, “el derecho a decidir” es más amplio, más democrático, pues permite diversas decisiones posteriores; no prejuzga nada en concreto. De aquí el forcejeo, los juegos malabares y los cambios en la redacción -poco afortunada- del texto a votar.

En este anzuelo no quiso picar el Partido Socialista de Catalunya, PSC, pese a importantes discrepancias internas del partido, como se manifestó con las cinco clamorosas abstenciones, tan aprovechadas por sus adversarios. Por encima de la hábil argumentación empleada, por el president Mas y las más rotundas expresiones de su socio republicano, Junqueras, estaba muy claro en el texto lo que se votaba: “la Declaración de soberanía  y el derecho a decidir del pueblo de Cataluña”. Aunque, en realidad, “el derecho a decidir” -en el que estratégicamente se pone el acento- ya va implícito en la “declaración de soberanía”. Un pueblo soberano tiene, lógicamente, el derecho a decidir lo que quiera.

El PSC, de Pere Navarro, está a favor del “derecho a decidir” porque esto permite decidir entre distintas opciones. Y ya ha anunciado repetidamente que, en su caso, se pronunciaría por el “no” a la independencia. No es una formación política independentista, pero sí catalanista, a diferencia del Ciutadans y el PPC, que son catalanes autonomistas. Pretender alinearlos, como maliciosamente se hace, no es correcto; es una forma de presionarlo.

Esta “Declaración de soberanía” podrá no tener efectos jurídicos, como ha declarado, por parte del Gobierno, el ministro Margallo. Por ahora, al menos. Pero es evidente que tendrá efectos políticos claros. Los “efectos jurídicos” podrán venir después, a largo plazo. Busca su fundamento en el llamado “principio democrático” de los pueblos y naciones a pronunciarse y escoger, si pueden, su posición própia en el mapa político general. Y sus consiguen el suficiente reconocimiento político internacional, sus pronunciamientos pueden llegar a tener “efectos jurídicos”.

Esta es la vía, arriesgada, que ha elegido, en su “proceso”, el soberanismo catalán. Choca frontalmente, es cierto, con las vías “constitucionalistas”, o de respeto del marco legal vigente en el Estado democrático surgido de una Transición pactada (también con los nacionalistas) y plasmada en una Constitución refrendada muy masivamente (un 80 por ciento en Catalunya)
por el pueblo. Una Constitución nacida, es cierto, en unas determinadas circunstancias muy condicionantes y superada por los cambios en una sociedad que ya no es igual a la que la alumbró. Aquí está el “qüid” de la cuestión.

Se busca definitivamente -sin precipitaciones peligrosas- una reforma o adecuación del texto constitucional a las nuevas circunstancias, en aquellas demandas verdaderamente relevantes y justificadas, o por el contrario petrificamos el “marco legal” vigente y vemos como estas demandas empiezan a abrirse vías al margen de la legalidad, intentando -con más o menos razón- encontrar un -a su juicio- mejor acomodo. Es la disyuntiva que se plantea.

Estas son las dos vías o caminos para una pacífica convivencia. Otra vez, ante el dilema: reforma o ruptura. Como se hizo, con generosidad y altura de miras, en la Transición política, también ahora, en el diálogo sincero y honesto y en una visión de interés general y no partidaria, habría que encontrase la solución de compromiso.

viernes, 18 de enero de 2013

El globo pinchado


 Artur Mas ha pinchado su propio globo. El globo muy hinchado que imaginó y creó a partir de una inexacta valoración de la realidad. El globo de ilusión, e ilusionante para muchísimos catalanes, de tener una nación-estado soberana e independiente casi a la vuelta de la esquina. Grave error para un gobernante colgarse de los hilos de un globo.

Hizo un gobierno de “los mejores”... para durar menos de dos años. Pergeñó  una “Pacto Fiscal” para -dijo- negociarlo con el Gobierno central, sin querer darse cuenta de que política y jurídicamente  su texto era inviable, y encima lo presentó como un ultimátum y sin entrar en otra negociación posible.

En un calculado arrebato de victimismo ante aquel “portazo inadmisible” de Madrid, viendo pasar por la calle el éxito de una gran manifestación popular (que él había alentado y apoyado) con un clamoroso acento nacionalista, Mas se subió de un salto a la carroza de mando, proclamando a los cuatro vientos el gran sueño independentista. Así, él -y no otros- seria el Moisés que llevaría el pueblo a la deseada orilla salvadora. Con esta fe de iluminado por algún dios, convocó a las masas a una elecciones “trascendentales”, ”históricas”...y se la pegó: nada de “una mayoría excepcional”, sino que incluso perdió doce diputados.

Como los “héroes” no se rinden, se agarró a un clavo ardiendo para seguir adelante con su ilusión. Entregó su suerte al antiguo partido adversario, ERC, ahora liderado por el rotundo y simplista Junqueras, ampliamente votado por los separatistas, que le impuso incluso la  fecha para la entrada triunfal en el cielo del Estado propio y soberano. Todo esto –se dice- creó una “gran ilusión en el pueblo catalán”. En tiempos de tan grave crisis, las ilusiones ayudan, aunque de ellas no se vive. Es decir, que por lo menos todo el mundo estaba entusiasmado en este misterioso viaje a Ítaca.

Parece que casi nadie –mientras medios,  políticos y otros se dedicaban al incienso al redentor- había pensado en las enormes dificultades de la travesía. Se querían borrar, de un plumazo, quinientos o trescientos años de historia e intereses entrelazados de Catalunya y Espanya. Toda una proeza, en la que muchos han soñado y seguirán soñando siempre. Este deseo es mucho más que un globo, es una histórica y fundamentada reivindicación. El globo de Artur Mas ha sido presentado como factible y cercano, y que es un deseo prioritario y de la gran mayoría de ciudadanos de la Catalunya del siglo XXI.

Y resulta -¡quién lo diaria!- que el Estado también tenía algo que decir en esta batallita, y que no se cruzaría de brazos. Y resulta que dentro del país, entre los partidos, no solo no hay coincidencias, sino graves discrepancias. Y que también la ciudadanía está dividida. La patronal de los empresarios catalanes, por ejemplo, le acaba de decir al president Mas que negocie unas buenas condiciones de financiación con el Estado y se deje de sueños, por muy legítimos que sean, sobretodo en este momento de crisis económica profunda. Y a estas voces seguirán otras, sin duda. Así, Mas se va quedando solo, con su “amb il.lusió!” (¡con ilusión!), y estrechamente marcado por Junqueras.

De aquí que haya tenido que rebajar mucho el documento de Declaración de soberanía presentado al Parlament para que lo haga suyo. La firme posición del PSC, liderado por Pere Navarro, uno de los políticos catalanes mas sensatos, ha contribuido mucho a esta moderación del texto de Mas y Junqueras. Pero las reticencias del PSC son aún muy fuertes. Mientras, Ciutadans y el PPC están radicalmente en contra por considerar que el tema de la Declaración que se pretende está fuera de las competencias de la Generalitat, lo cual seria motivo de recurso al Constitucional.

Así las cosas, ahora Mas acaba de reconocer públicamente que en lugar de un referéndum “vinculante”, quizás haya que contentarse con una simple consulta “sin valor jurídico”.Una encuesta con urnas.”No nos engañemos -dice Mas- no es lo mismo hacer un referéndum autorizado por el Estado y con vinculación jurídica sobre la decisión, que hacer una consulta organizada por las instituciones catalanas, en la que el pueblo expresará su opinión, pero sin vinculación jurídica”. Por esto, en una clara reculada, “insta al Estado español a ofrecer ‘alternativas atractivas’ a Catalunya en lugar de limitarse a rechazar el proceso soberanista”. “Que como Estado español -remacha- hagan un ofrecimiento a Catalunya”. El globo de Mas ha pinchado antes de empezar a elevarse...

Y Rajoy, que calla pero tiene muchas bocas, ya ha hablado por la del ministro García-Margallo. “Hay que hacer algo -ha dicho- para solucionar el “conflicto” con Catalunya”, apuntando tres objetivos prioritarios: un gran esfuerzo en infraestructuras, prestar mucha atención a la lengua y la cultura catalanas, y encontrar un encaje a las aspiraciones de Catalunya en la financiación autonómica que este año toca revisar.

Empieza a cambiar el lenguaje, por ambas partes, y también el contenido de los mensajes. El globo de Mas legítimamente seguirá empujando hacia arriba, elevándose  y también dando tumbos, pero ya es un globo pinchado.














sábado, 12 de enero de 2013

Trampa al Rey


Ahora, parece que se trata de ponerle una trampa al Rey. Como se hizo con Rajoy, y en la que este torpemente cayó. Veremos que pasa en el caso del Rey.

De Artur Mas se podrán decir muchas cosas, pero no se le pueden negar altas dosis de habilidad y coraje, adobado con cierto cinismo. Ahora  mismo tiene en vilo a toda Espamya con su desafío independentista, siendo él, como es constitucionalmente, el representante ordinario del Estado en Catalunya. ¡Quién lo diría!.

Con su socio republicano, el claro y contundente Oriol Junqueras, con quien se ha confabulado para gobernar y llevar a los catalanes a la independencia, ha iniciado la arriesgada andadura con una unilateral y radical declaración soberanista. El texto que han suscrito, que  proclama a Catalunya un “sujeto político y jurídico soberano”, fija que su objetivo es constituir "un nuevo Estado". Esto puede ser legítimo, pero no es legal si no se cambia antes la Constitución, como propugna el PSC, partidario del federalismo.

Y la pretensión de Mas y Junqueras es que el Parlament haga suya esta declaración, cosa que posiblemente conseguirán por mayoria de votos, con alguna modificación formal, pese a que los demás partidos ya se han declarados abiertamente contrarios, por distintas razones. Y una vez hecha suya oficialmente por el Parlament, ¿qué?.

Pues muy sencillo, se esgrimirá como “la expresión democrática” de la voluntad del pueblo. Como se hizo con el “Pacto fiscal” que el president Mas entregó a Rajoy, no con la intención de negociarlo -pues en sus términos era legalmente  innegociable- sino de provocar un “no” de La Moncloa. Y lo logró, presentándolo luego como “un portazo” inadmisible y humillante. Pero resulta que este “no procede”, expresado por Rajoy, fue un pretexto perfecto para anticipar en más de dos años las elecciones catalanas (pese a tener el “Gobierno de los mejores”) y hacer suya, en un cambio de tercio, la demanda mayoritaria de la gran manifestación independentista de La Diada, nutrida también, entre otras cosas, por el descontento social por los recortes (de Zapatero, Rajoy y Mas), como ha dicho Joan Herrera, líder de Iniciativa, que no deja de advertir que lo urgente ahora es el problema económico y social de los ciudadanos.

Y ya no se ha hablado más del famoso “Pacto fiscal” -que se alegaba era la voluntad popular- ni de negociar una sustancial mejora del financiamiento económico para Catalunya, que propugnan el PSC, Ciutadans y el PPC. Ahora solo se persigue la ruptura, salir de Espanya tras un premeditado y ruidoso “choque de trenes” proclamado hace tiempo, sin calcular ni explicar las consecuencias.

Juntar un crisis económica tan grave como la que vivimos, con un desafío de ruptura política es una grave irresponsabilidad, por más que esta pretensión pueda ser legítima y por las vías adecuadas. CiU ha enterrado el “seny” (ponderación) de los tiempos buenos de su fundador Jordi Pujol, para emborracharse de “rauxa” (actitud locoide) de un Artur Mas, que fue precisamente quien  una noche (con nocturnidad) negoció a la baja con Zapatero el nuevo Estatut, del que Maragall luego se arrepintió reconociendo que antes había que haberse modificado la Constitución y no intentar reventarla desde dentro.

Ahora Mas se empeña en liderar la radicalidad separatista, pese al varapalo personal y político en las últimas elecciones, en que quemó su ansias mesiánicas y, además, perdió doce diputados para su partido. Y de poder gobernar sin demasiados problemas, ha pasado a tener que echarse en brazos de la ERC de Junqueras, para seguir gobernando, atado de pies y manos, por esta formación política, en la que muchos votantes han trasladado por coherencia la confianza que han negado a Mas en las urnas.

Pero Mas no se rinde. No es su estilo. Y así, ya pide reunirse con el Rey para entregarle la declaración de soberanía para la independencia, una vez haya sido adoptada por mayoría de votos en el Parlament. La nueva cita con Rajoy vendrá después. Jugada maestra.

Como el Rey no podrá aceptar su propuesta o petición, ya que no está en su mano, pues política y jurídicamente no le corresponde, Artur Mas, en su proclamada voluntad de agotar las vias de diálogo (dice), ya podrá esgrimir otro “no”, otro “portazo” inadmisible y humillante. El victimismo, otra vez. Todo a punto para, “democráticamente”, una hipotética proclamación unilateral y solemne de independencia. Nuevamente, la habilidad, coraje y dosis de cinismo de Artur Mas habrá sutido el efecto deseado por el nacionalismo más radical, el de la ruptura.

Al Rey ya se le habrá tendido la trampa. ¿Se dejarà atrapar?