Comentarios y Análisis de Política

viernes, 29 de marzo de 2013

Credibilidad periodística y lectores

 
Se olvida lo que es obvio. No es misión de los medios hacer política partidista. Ni de los partidos gubernamentales ni de la oposición. Cuando caen en este error, se convierten en simples boletines partidarios. Dejan de ser medios periodísticos de comunicación para ser intrumentos  de propaganda.

Ya no sirven al interés general, sino al de la fuerza política afín, y principalmente de sus dirigentes. Ni siquiera se preocupan de evitar su censura, ya que incluso se someten voluntariamente a su servicio. Bien por convicción de sus directivos -empresariales o periodísticos- , bien a cambio de soporte financiero.

Si es por convicción, estamos ante un caso de sectarismo, Si es por dinero, se trata de una venta deshonesta de la mente. Ninguno de los dos casos responde a los principios de objetividad e independencia de la profesión periodística.

No es una novedad histórica, pero parecía que íbamos hacia la superación de estas servidumbres con la profesionalización del periodismo, integrado en los estudios universitarios y en colegios profesionales. Incluso con brillantes códigos de ética solemnemente proclamados, a los que casi nadie hace caso.

Al contrario, asistimos a ciertas prácticas de algunos medios que actúan como “brazos armados” o “brazos mediáticos” de partidos políticos. No solo son portavoces de sus ideologías, sino incluso de sus consignas, aquello que tanto repudiamos del franquismo. Más aún, hay medios que colaboran en el juego táctico de las luchas partidistas, como simples instrumentos innobles de sus obscuros regateos y enfrentamientos de poder o intereses. Asqueroso.

En estos casos, ¿dónde está su dignidad? ¿Qué credibilidad pueden tener ante la opinión ciudadana? La respuesta está, lamentablemente, en encuestas recientes que casi equiparan la credibilidad de los medios a la de los políticos. Que mal servicio a la sociedad y a la democracia. Hay que reaccionar, compañeros!

Y hay que reaccionar, ¡también!, amigos lectores. No todos los medios son iguales, por fortuna. Conviene saber distinguir. Porque hay, principalmente, dos grupos bien definidos de lectores.

Hay lectores, o telespectadores o radioyentes, que a la hora de escoger un medio sólo buscan aquel que les confirme y halague en sus ideas, creencias o sentimientos. Con ello no enriquecen sus conocimientos ni sus opiniones, solamente se sienten complacidos. Esto es empobrecedor y no se inmunizan de las posibles manipulaciones de su medio preferido.

Otros lectores, por contra, buscan contrastar sus informaciones y opiniones con diversos medios de comunicación, distintos y a veces contrarios a las propias convicciones. Esto es abrir la mente, esto es enriquecedor. Hacen caso al filósofo Balmes cuando alertaba a los lectores de “un solo libro”. Y, además, saben hacer una lectura crítica de los medios escogidos.

Mientras los lectores del primer grupo contribuyen a ha creación de una sociedad cerrada y monolítica, propensa al dogmatismo, a la intolerancia y las corruptelas, los del segundo grupo ayudan a la formación de una sociedad abierta, dialogante y saneada, y, al mismo tiempo, a que el sistema comunicativo sea más plural, representativo de la sociedad y transparente de la verdad de las cosas.

A la denuncia del servilismo político y del sectarismo de ciertos medios, hay que añadir esta otra denuncia del comportamiento ciego -la “fe del carbonero”-  de algunos lectores, radioyentes o televidentes, que no ayuda al saneamiento social y del sistema comunicativo, pieza fundamental de la democracia. Todos compartimos responsabilidad.
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jueves, 14 de marzo de 2013

Globus punxats


La nostra historia recent, amb la transició liderada pel rei Juan Carlos i Adolfo Suárez, amb la complicitat de molts altres, i una bona col·laboració de Jordi Pujol des de Catalunya, va començar bé.
I va continuar anant bé, amb alts i baixos i moltes clarors i ombres, amb Felipe González i José M. Aznar. Després es va  entrar en un període de decadència i desconcert amb incompetent José Luís Rodríguez Zapatero i un desbordat  Mariano Rajoy en el govern de l’Estat, i a un altre nivell, un somiador Pasqual Maragall, un gris José Montilla i un desconcertant Artur Mas en la Generalitat catalana. I per a acabar-ho d’adobar, la figura del monarca, per raons diverses, comença a no estar a l’altura de les circumstàncies, a desinflar-se.
Sempre que comença una nova etapa, les il·lusions creixen. Hi ha ganes de deixar enrere l’anterior, deteriorada, i iniciar un nou rumb amb aires renovats. És la  necessitat de tornar-se a il·lusionar. És el que dóna força als pobles.
També s’espera molt, potser massa, de les noves promeses de renovació, de creixement econòmic i social, de recuperació política. L’esperança –diuen és l’última cosa que es perd; o  -millor dit- que es vol perdre. Ens hi aferrem com a un clau roent. 
Els nous personatges públics que van sorgint per a liderar cada nou temps, desperten curiositat i se’ls dóna un ampli marge de confiança, generalment confirmada abans en les urnes. Es necessiten timoners que orientin el rumb cap al destí de la nau col·lectiva.
Gairebé tot això ha fallat, últimament. Moltes il·lusions s’han esfumat; molts programes han fracassat o han hagut de ser canviats; alguns, i no pocs, dels personatges que ens havien venut bé llur imatge –fins i tot decorada amb una aurèola de figura d’altar– han decebut.
Els mars nacionals i internacionals han estat procel·losos, certament; les travessies, plenes de dificultats rocoses i d’horitzons borrosos; i les capacitats de lideratge, aquí i a fora, massa limitades. Aquest és el panorama, que cal desitjar que canviï bren aviat.
I aquesta és la sensació, molt generalitzada, que en té el ciutadà: la de trobar-se davant un quadre surrealista i depriment, de massa globus punxats, de líders dèbils, desorientats o venedors de fum –a vegades per a amagar impotència o vergonya pròpies o alienes–, tant a nivell nacional com autonòmic. Fins i tot en les màximes altures institucionals. I així s’estén el pànic.
En una nova antologia de breus reflexions al peu de la notícia, amb la vibració dels esdeveniments frenétics viscuts en els tres últims anys, intento recollir-hi les vivències més destacades. 
L’il·lustre periodista Lluís Foix, gran professional i creador de la millor opinió pública des dels mitjans de comunicació més prestigiosos, ha tingut l’amabilitat de prologar aquesta recopilació de textos sobre fets i d’idees que indueixen més a la reflexió que a l’optimisme. Tal com a ell li agrada dir, cal sobreposar-se al desànim.
Què s’hi pot fer? La societat, com a ésser viu, es renova constantment. I n’hauran de sortir noves energies, il·lusions engrescadores, líders sense llastos de passats tèrbols o dubtosos i amb idees i forces capaces de tornar a encendre  esperances a prop i llums a la llunyania.
Tot això, que sona a poesia, haurà de baixar, de nou, a la consciència ciutadana i marcar el batec quotidià de les coses de la vida real. La història humana no es para mai... I ser optimista encara no és prohibit. 

viernes, 1 de marzo de 2013

El pluralismo en Catalunya

Lo anormal sería que la sociedad catalana no fuera plural. Que fuera monolítica, como preferirían ciertos extremismos, de uno y otro signo. Pues no, resulta que es una sociedad normal, con algunas características muy acentuadas.

Por su historia peculiar y su rica composición social, no puede ser otra cosa que plural en todos los aspectos: lingüístico, cultural, demográfico, racial, religioso, ideológico, etc. Y esto se refleja, lógicamente, en su pluralismo político.

Este pluralismo político que resuelve -o debería resolver, siempre- sus tensiones en el campo de las reglas democráticas. Con juego limpio, sin trampas, sin animo de imposición de unos sobre otros. No siempre ocurre de forma tan nítida. En la política hay intereses y pasión que, con frecuencia, obnubilan la mente; entonces empieza la incomprensión mutua.

El tema identitario, sobretodo cuando se alía, o sirve de tapadera, a intereses económicos, tensiona el debate político hasta extremos que dificultan la convivencia, poniéndose, a veces, en fuera de juego de la normativa democrática vigente, hurgando e incluso ‘inventándose’ otros terrenos democráticos..La inventiva es libre, pero la convivencia requiere normas.

En el campo de juego democrático deben caber todas las tendencias políticas para competir en buena lid. Por ejemplo, todas las derivadas de la distinta conjunción de posiciones identitarias y sociales diversas. Todas las que en el escenario actual pugnan por conservar o por ganar cuotas de poder.

El panorama es amplio y complejo. En los extremos están las formaciones políticas que consideran Catalunya como una parte de la España unitaria (PPC), y las que defienden que constituye una ‘identidad nacional’ a parte, totalmente distinta.(ERC). Dentro de estas últimas, hay las que circunscriben esta ‘identidad nacional’ al antiguo Principado, y, contrariamente, las que (como CUP) la extienden a todos los ‘Païssos Catalans’ (la histórica Corona de Aragón); posición ésta  bastante marginada o en declive. Entre estos extremos, con sus peculiaridades, están las demás tendencias.

Tres importantes movimientos recientes han trastocado el panorama clásico de ‘catalanistas’ y ‘españolistas’, en sus distintos grados: el nacionalismo moderado y colaborador con el Estado (CiU de Jordi Pujol); el ‘españolismo matizado’ defensor de la singularidad catalana dentro de España (PSC-PSOE), y el ‘autonomismo constitucionalista’ (PPC, de Sánchez-Camacho).

Pero los tres movimientos que han cambiado la escena han sido, principalmente: la radicalización repentina de Artur Mas (CDC), apostando por el ‘soberanismo’ rupturista con España; la aparición con fuerza de Ciutadans (Albert Ribera) optando por el respeto escrupuloso del marco constitucional desde una izquierda catalana ilustrada, y la irrupción de Pere Navarro (PSC) liderando un socialismo catalán federal y contrario a la independencia pero a favor de que una nueva relación Catalunya-España surja del ejercicio, legal y pactado, del ‘derecho a decidir’ reconocido al pueblo catalán, en virtud de un invocado “principio democrático”, que ampara personas y pueblos.

Convendrían nuevas matizaciones para una mayor clarificación. Pero lo que más llama la atención ahora, es el paso dado por el PSC de Pere Navarro (distanciándose claramente del PSOE), pero manteniendo una fundamental diferencia con CiU de Artur Mas, a cuya órbita, sin embargo, parece acercarse.

Artur Mas (CiU) pactando -para mantener la presidencia de la Generalitat- con Oriol Junqueras (ERC), no solo se ha propuesto liderar el proceso independentista, sino que ha conseguido que el Parlament proclamase la “soberanía del pueblo catalán”, definiendo a Catalunya como un "sujeto político y jurídico soberano". Es decir, primero proclama unilateralmente la “soberanía” para que después, en referéndum o consulta, se consagre un “estado independiente”, sea de forma legal o al margen de la ley. Como era de esperar, el gobierno del Estado ya ha anunciado que recurrirá este acuerdo ante el Constitucional. Con lo cual, por ahora, el freno está echado.

¿Qué hace Pere Navarro (PSC)?. Primero se declara contrario a la independencia y afirma, además, que un eventual referéndum ha de ser “legal y pactado” con el Gobierno, y que en este caso su partido votaría en contra. Sin embargo, de entrada proclama que el pueblo catalán, por un principio democrático, tiene ya “el derecho a decidir” sobre su futuro, pudiendo decir “sí” o “no” a la independencia. Pero la cuestión de fondo es esta:: atribuirse el “derecho a decidir” sobre el futuro ¿no supone ya una implícita declaración de “soberania”, aunque luego en un referéndum se vote “no” a la independencia?.

La diferencia con la “Declaración” del Parlament, propiciada per. Mas y Junqueras, está en que esta presupone que -proclamada ya la soberanía- habrá que votarse a favor de la secesión, mientras que la propuesta de Navarro se sitúa, aparentemente, en una una posición más neutra, pero sobre todo se diferencia en que la consulta habrá de hacerse por la vía del diálogo y de forma “legal y pactada”. Casi nada.

Catalunya es y seguirá siendo plural y diversa, quizás más que cualquier sociedad normal. Y con una personalidad muy acusada. Pero, en el contexto actual, esta misma diversidad y pluralidad pueden ser un obstáculo infranqueable a su proclamado sueño, más o menos amplio, de soberanía.