Artur
Mas es el presidente, pero ya no es el líder. El nuevo líder es Oriol
Junqueras, con quien se abrazó para salvar su presidencia, pero haciendo un mal
negocio. El abrazo del oso. Al final, se lo comerá vivo.
Cada
vez que Mas ha pedido a la ciudadanía una apoyo ‘excepcional’, en pla
“plebiscitario”, ha salido malparado. Él y su partido. A los ‘salvadores de
patrias’ la gente les teme. Si cambian de rumbo, más.Y si van de prepotentes,
más aún. Su mesiánica foto electoral a los cuatro vientos en los comicios del
2012 , la está pagando cara. Y su peripecia, oportunista y mal calculada, de
ponerse delante de la gran manifestación popular –que no era la suya-, también;
le restó credibilidad.
Mas
no juega en su campo, sino en el de Junqueras; CiU tampoco, sino en el de ERC.
Junqueras le utiliza para dar la cara, para que “se coma todos los marrores”
(como ha reconocido) y se desgaste. Y para que -no muy lícitamente- ponga las
instituciones, y todos sus poderosos medios, de la Generalitat a favor de la
causa secesionista, legítima pero que nunca fue la de Mas, ni de CíU, ni del
Catalanismo.
Y
desde este doble frente activo y poderoso -que suma el poder institucional a la
convicción militante- se intenta cambiar el xip y se secuestra, con métodos
autoritarios, la plural sociedad catalana, -que si no fuera por la alta
abstención-, parece se va convirtiendo en comparsa.
No
juegan Mas ni CiU en su terreno social
propio, que no es de izquierdas ni del nacionalismo radical. Jugando en campo
distinto o contrario, se explica que pierdan el liderazgo. Están sembrando para
el rival o el vecino, pero seguramente cavando su tumba. Objetivamente, son
razones para su reflexión y cambio de rumbo y estrategia. Excepto que quieran
inmolarse por afianzar el llamado “proceso”, que ni está claro, ni es
homogéneo, ni se sabe como acabará.
De
momento, está marcado por una fuerte tensión social, por una alta abstención en
las urnas, y un cambio de liderazgo. El soberanismo -no unitario y con acentos
diversos- gana terreno, pero Artur Mas pierde el liderazgo y lleva a su partido
hacia el barranco. Y Oriol Junqueras, nuevo líder, entronizado en el altar de un
Dios desconocido...