Comentarios y Análisis de Política

lunes, 28 de julio de 2014

El Plan 'B' (Bajada de pantalones)

Aprovechando el enorme ruido del 'escándalo Jordi Pujol' (cuya persona no se merece tanta saña, con que se le ataca ahora), el president Artur Mas ha hecho público su Plan 'B', para tapar anticipadamente  su fracaso en el tema de la famosa Consulta, con la que ha estado enredando a tantos catalanes y crispando tanto a todo el país.

De su prometida 'consulta si o sí', de su anuncio que los catalanes 'el 9N iremos a votar', de su alternativa 'consulta o elecciones', ja nada de nada. Ahora, lo que toca, por lo visto, es de distanciarse y/o expulsar del partido a su fundador, de refundar el partido y de evitar que sea suspendida la autonomía de Catalunya.

El nuevo numero dos de CiU, que sustituye al discrepante y  fugado a tiempo  Duran Lleida, lo explica muy claramente en 'El Periódico'. "El President -dice- convocará un gobierno de concentración después del veto a la Consulta, y el nuevo Gobierno catalán preparará las elecciones plebiscitarias del 2016, con vistas a la independencia. Josep Rull -añade el diario-  teme la suspensión de la autonomía y llama a evitar  los errores del 1934 ".

Todo un encaje político de bolillos para disimular un gran fracaso y para mantenerse en el poder hasta el final de la legislatura, sin aventurarse a unas nuevas elecciones anticipadas en que volvería a perder un montón de diputados, según todas las encuestas, y quizás el descalabro definitivo del partido.

Seguramente, muchos sectores conservadores del país verán con alivio este cambio de tercio de Mas, ya que temían un triunfo electoral del más radical y pétreo Oriol Junqueras, líder de ERC, dispuesto a la declaración unilateral de independencia.  Es decir,  a repetir los errores del 1934, que Artur Mas quiere evitar, como ha declarado reiteradamente en los últimos meses diciendo que 'no haría nada ilegal'. Las voces y presiones más sensatas, y una mejor oscultación de la realidad, parece que han surtido efecto.

Nuevamente, se habrá hecho el ridículo. Quizás, en el fondo, como se dice, a fin de bien.  Nunca se sabe. Pero este anuncio, ahora en vísperas de la esperada e importante  reunión Mas-Rajoy, resulta, a la vez, sorprendente y muy claro. Con la huida de Duran, el feo asunto Pujol y el avance del plan 'B' (de bajada de pantalones, con perdón), ¿cómo puede presentarse en la reunión de La Moncloa el president Mas?

Pero, tal vez, todo esto sirva para que de la cumbre Rajoy-Mas, salga algo positivo. No se habrá roto la baraja.


sábado, 26 de julio de 2014

Així no es fa país

Ni ocultant durant trenta anys una fortuna irregular a l'estranger, essent legal president de la Generalitat (Jordi Pujol), ni desafiant la legalitat essent també president en virtut d'aquesta legalitat (Artur Mas), és la manera de 'fer país', expressió màxima d'un patriotisme sa, que no sempre es correspon amb la realitat dels qui la proclamen a cada instant.

'Fer país' és jugar net, d'acord amb la legalitat, democràticament aprovada, o democràticament modificada, en el terreny fiscal i en el de les reivindicacions legítimes. És donar exemple de bon comportament. És ser coherent amb el que un diu i un fa. És no fer servir els sentiments patriòtics per encendre les masses, mentre se les hi amaga la veritat.

Si 'la veritat ens farà lliures', la confessió de l'expresident, sigui estratègica o forçada, és positiva perquè  ens fa més lliures a tots  de creure o no les seves prèdiques, i les de l'actual president quan fa una crida a sortir a 'defensar el país'. Així, molt – o menys- honorables Pujol i Mas, no es fa país. Així es desfà.

I a la premsa i a la justícia catalanes, que no han sabut, volgut o pogut, descobrir abans i posar sobre la taula de l'opinió pública aquests fets, l'enhorabona!. La cínica riallota de l'il·lustre imputat Fèlix Millet -que no acaba de tirar de la manta ni d'entrar a la presó-, anant o sortint del jutjat, resulta molt eloqüent i sospitosa.


Per què fan tant de mal a Catalunya  alguns que diuen estimar-la 'heroicament' ?

sábado, 19 de julio de 2014

La 'pregunta' para Mas y Rajoy

Después que el president Artur Mas anunciara que estaba dispuesto a negociar la pregunta y la fecha de la Consulta, en la próxima reunión con el presidente Mariano Rajoy, podría sugerirse que se convocara un concurso publico, abierto a todo el mundo, sobre qué 'pregunta' es la más adecuada para proponer en aquel encuentro.

Cómo escribía aquí mismo, ya hace muchos meses, los más creíbles parecen, todavía, quienes piden la independencia y quienes se oponen. Los otros son, a menudo, malabaristas de las palabras. Esto no solamente es aún válido ahora, sino que hay que añadir nuevas consideraciones. Ya no se juega sólo con las palabras, sino también con la pregunta -o preguntas- de la anunciada Consulta.

Quienes van a favor de la independencia de Catalunya y quienes van en contra juegan más claro. Dicen las cosas por su nombre. Los otros juegan con la gente. Dicen a menudo lo que no piensa y piensan lo que no dicen. Hacen juegos de manso, con las palabras y también con las preguntas.Y así -como decíamos- el circo continúa. Prensa, radio y televisión catalanas no hablan de otra cosa, y la opinión pública está más confundida y perdida que nunca.

Quienes tendrían que orientarla no hacen sino distraerla de los problemas reales y confundirla. Hablan a los ciudadanos del “derecho a decidir”, del “derecho a votar”, del “referéndum necesario”, de la “consulta ineludible”, pero estos no saben sobre que tienen que “decidir”, “votar”, “*refrendar” o “ser consultados”, ni la manera como tendrán que hacerlo. Sólo lo tienen claro, según parece, los independentistas y los antiindependentistas más radicales. Ni el president Mas, como se ve, no lo tiene demasiado claro, puesto que ahora quiere negociar lo que pactó.

Esto de “decidir”, “votar”, “referéndum” y “consulta” nació del deseo y la voluntad de independencia de amplios sectores. Por eso sus defensores y sus detractores lo tienen tan claro. Los otros han subido al carro de esta movida, por oportunismo, a golpe de manifestaciones multitudinarias y ambiguas, que han visto. o querido ver, como una gran marea que se lo lleva todo ninguno adelante.

Y llegado el momento de concretar para ser eficaces, todo son discrepancias, palabras vacías o de doble sentido, o de muchos sentidos. No saben como compaginar el deseo con el oportunismo, el iIusionismo y el realismo. Posibilidad real con posibilidad virtual.

Estamos en democracia –más o menos imperfecta o inacabada–, pero en un sistema democrático de derecho que costó mucho de conseguir y que hará falta, ciertamente, perfeccionar y acomodar a los cambios sociales. Pero el sentido común nos dice que no se puede lanzar todo por la borda, con estallidos de entusiasmo, animados desde instancias interesadas, que incluso pueden aparentar sentimientos mayoritarios, más que razonamientos sensatos. Las movidas no siempre suelen ser las mejores expresiones democráticas.

Invocar legitimidades es lícito y razonable. Pero hay muchas legitimidades. El marco constitucional tiene que incluir cuantas más mejor, porque todas son respetables. Pero, en un Estado democrático de derecho, como el actual, la primera legitimidad es la establecida en su día por la voluntad popular de manera legal y democrática. Hay que tenerla en cuenta, aunque sea para querer modificarla o cambiarla en su formulación politico-jurídica.

De aquí viene el enrevesado problema de formular definitivamente la 'pregunta' para la famosa Consulta, que no parece se pueda celebrar como tal.

Si la consulta –sobre la opinión, el deseo o la voluntad– se plantea entre independencia o no independencia, el simple hecho de formular esta disyuntiva, es decir, de considerar la independencia como una posibilidad real, ¿no supone admitir de hecho el carácter soberano del pueblo catalán, como ya se proclamó en la Declaració del Parlament, recorrida ante el Constitucional y *anullada por este?

Una pregunta así difícilmente podría no ser también recorrida, puesto que admite, implícitamente, la hipótesis de la secesión de Catalunya, contraria a la letra y el espíritu de la Constitución, que –guste o no– consagra la “unidad y soberanía” nacional de española.

Por lo tanto, mientras no se reforme la Constitución vigente, este tipo de pregunta no podrá prosperar, ni por el artículo 92 ni por el 150.2, ni por ningún otro, por mucho que esto se venda como viable. Ni tampoco en la próxima reunión Mas-Rajoy, con muy poco margen de maniobra. Ni incluso, gobierne quién gobierne, en el caso de una hipotética modificación del texto constitucional, puesto que este punto de la “unidad y la soberanía” siempre será considerado esencial. Contra esta situación no cabría más que una rebelión de final incierto. ¿Quién la quiere?

En esta situación de estancamiento y desorientación, la propuesta de 'pregunta' presentada por el nuevo secretario general de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, parece muy razonable e incluso viable.
 
Es la formulada de siguiente manera: "¿Quiere que el Govern de Catalunya negocie con las instituciones del Estado un acuerdo que garantice el reconocimiento del carácter nacional de Catalunya, un pacto fiscal solidario y el blindaje de las competencias en lengua y cultura?"

Es el texto –hasta ahora el más realista- que debiera de estar sobre la mesa en la esperada cumbre de Rajoy y Mas. Es una propuesta razonable, popularmente intelegible, jurídicamente admisible y políticamente aceptable. Y una buena oportunidad, que convendría no desaprovechar,







'La pregunta' per a Mas i Rajoy

Després  que el president Artur Mas  anunciés que estava disposat a negociar la pregunta i la data de la Consulta, en la propera reunió amb el president Mariano Rajoy, podria suggerir-se que es convoqués un concurs públic, obert a tothom, sobre quina 'pregunta' és la més adequada per proposar en aquella trobada.
Com escrivia aquí mateix, ja fa molts mesos, els més creïbles semblen, encara, els qui demanen la independència i els qui s’hi oposen. Els altres són, sovint, malabaristes de les paraules. Això no solament és vàlid ara, sinó que cal afegir-hi noves consideracions. Ja no es juga només amb les paraules, sinó també amb la pregunta -o preguntes- de l'anunciada Consulta.
Els qui van a favor de la independència de Catalunya i els qui hi van en contra juguen més clar. Diuen les coses pel seu nom. Els altres juguen amb la gent. Diuen sovint el que no pensen i pensen el que no diuen. Fan jocs de mans, amb les paraules i també amb les preguntes.
I així -com dèiem- el circ continua. Premsa, ràdio i televisió no parlen d’altra cosa, i l’opinió pública està més confosa i perduda que mai. Els qui haurien d’orientar-la no fan sinó distreure-la dels problemes reals i confondre-la.
Parlen als ciutadans del “dret a decidir”, del “dret a votar”, del “referèndum necessari”, de la “consulta ineludible”, però aquests no saben sobre què han de “decidir”, “votar”, “referendar” o “ser consultats”, ni la manera com hauran de fer-ho. Només ho tenen clar, segons sembla, els independentistes i els anti-independentistes més radicals. Ni el President Mas, com es veu, no ho té massa clar, ja que ara vol negociar el que va pactar.
Això de “decidir”, “votar”, “referèndum” i “consulta” va néixer del desig i la voluntat d’independència d'amplis sectors.  Per això els seus defensors i els seus detractors ho tenen tan clar. Els altres han pujat al carro d’aquesta moguda, per oportunisme, a cop de manifestacions multitudinàries i ambigües, que han vist. o volgut veure, com una gran marea que s’ho emporta tot cap endavant.
I arribat el moment de concretar per ser eficaços, tot són discrepàncies, paraules buides o de doble sentit, o de molts sentits. No saben com compaginar el desig amb l’oportunisme, l’il·lusionisme i el realisme. Possibilitat real amb possibilitat virtual. Estem en democràcia –més o menys imperfecta o inacabada–, però en un sistema democràtic de dret que va costar molt d’aconseguir i que caldrà, certament, perfeccionar i acomodar als canvis socials. Però el sentit comú ens diu que no es pot llançar tot per la borda, amb esclats d'entusiasme, animats des d'instàncies interessades, que fins i tot poden aparentar sentiments majoritaris, més que raonaments sensats. Les mogudes no sempre son les millors expressions democràtiques.
Invocar legitimitats és lícit i raonable. Però hi ha moltes legitimitats. El marc constitucional n’ha d’incloure com més millor, perquè totes són respectables. Però, en un Estat democràtic de dret, com l'actual, la  primera legitimitat és l’establerta en el seu dia per la voluntat popular de manera legal i democràtica. Cal tenir-la en compte, encara que sigui per voler modificar-la o canviar-la en la seva formulació politico-jurídica.
D’aquí ve l’enrevessat problema de formular definitivament la 'pregunta' per a la famosa Consulta, que no sembla pas es pugui celebrar com a tal.
Si la consulta –sobre l’opinió, el desig o la voluntat– es planteja entre independència o no independència, el simple fet de formular aquesta disjuntiva, és a dir, de considerar la independència com una possibilitat real, ¿no suposa admetre de fet el caràcter sobirà del poble català, com ja es va proclamar en la Declaració del Congrés, recorreguda davant el Constitucional i anul·lada per aquest?
Una pregunta així difícilment podria no ser també recorreguda, ja que admet, implícitament, la hipòtesi de la secessió de Catalunya, contrària a la lletra i l’esperit de la Constitució, que –agradi o no– consagra la “unitat i sobirania” nacional d’Espanya.
Per tant, mentre no es reformi la Constitució vigent, aquest tipus de pregunta no podrà prosperar, ni per l’article 92 ni pel 150.2 ni per cap altre, per molt que això es vengui com a viable. Ni tampoc en la propera reunió Mas-Rajoy, amb molt poc marge de maniobra.  I fins i tot tampoc, governi qui governi, en el cas d’una hipotètica modificació del text constitucional, ja que aquest punt de la “unitat i la sobirania” sempre serà considerat essencial. Contra aquesta situació no hi cabria sinó una rebel·lió de final incert. Qui la vol?.En aquesta situació d'estancament i desorientació, la proposta de 'pregunta' del nou secretari general  dels socialistes catalans, Miquel Iceta, sembla molt raonable i fins i tot viable.
És la formulada de la manera següent: "¿Vol que el Govern de Catalunya negoci amb les institucions de l'Estat  un acord que garanteixi el reconeixement  del caràcter nacional de Catalunya, un pacte fiscal solidari i el blindatge de les competències en llengua i cultura?"
És el text que deuria estar sobre la taula en l'esperada cimera de Rajoy i Mas. És una proposta raonable, intel·ligible, jurídicament admissible i políticament acceptable. I una bona oportunitat, que caldria no desaprofitar,





sábado, 5 de julio de 2014

Quan el nacionalisme no és llibertat

 És de 'brocha gorda' i molt simplista l’afirmació del premi Nobel i novel·lista Vargas Llosa que «el nacionalisme és enemic de la llibertat» (diari ARA.cat, 24.10,2012), perquè no té en compte les situacions, circumstàncies i formulacions en les quals sorgeixen els diversos nacionalismes.
El sol fet que siguin diversos ja obliga a diferenciar-los. I no solament pels seus mètodes –com ja fa l’escriptor–, sinó també per les seves causes i finalitats, ja que no tots els nacionalismes són iguals. Però també seria simplista i poc intel·ligent dir que el nacionalisme és llibertat.
En general, els nacionalismes tendeixen més aviat a posar en risc les llibertats individuals dels ciutadans, la llibertat de les persones. La història i l’experiència així ho ensenyen. Quan el col·lectiu es mitifica i s’anteposa al bé i a la dignitat personals, els valors fonamentals perillen.
El nacionalisme pot ser la reacció defensiva d’un col·lectiu davant l’agressió o la submissió per part d’un altre col·lectiu del qual el primer forma part o al qual està vinculat. És un reactiu saludable contra l’abús. També pot ser ofensiu quan té ambicions expansives o imperialistes. Potser la valoració que en feia Vargas Llosa es referia a aquest últim cas, tot i que sembla anar més enllà.
També hi pot haver un xoc de nacionalismes. És el cas d’Espanya, on un històric nacionalisme d’arrel castellana ha intentat imposar-se als pobles que integren l’Estat comú però que no havia d’haver ignorat –n’hi ha d’ignorar !– la personalitat pròpia d’aquests pobles. Aquest nacionalisme estatal és nefast, perquè suprimeix o ofega identitats diverses i naturals, i en lloc d’enriquir amb aquestes identitats la col·lectivitat més nombrosa, l’empobreixen i en minven el vigor en no integrar-hi una diversitat tant viva. A aquest nacionalisme se li podria aplicar també, o principalment, això de «el nacionalisme és enemic de la llibertat».
La idealització del col·lectiu pot actuar en els nacionalismes reactius o defensius, i amb freqüència actua, en nom de la cohesió i de la unió “per a fer front comú al contrari”, com a instrument uniformador d’actituds i d'instaurador d’un empobridor e injust pensament únic. És a dir, per dins actua com una piconadora de l’autonomia dels individus i de la diversitat existent entre la ciutadania, i per fora, de cara al contrari, com a front radicalització de les diferències i, fins i tot, del foment de la confrontació per les vies del cultiu –especialment en l’escola i en els mitjans de comunicació– del menyspreu i, fins i tot, de l’odi.
En els conflictes nacionalistes, això passa quan la manca d’informació, la deformació dels fets o la visceralitat –degudament orquestrades o animades– predominen sobre la racionalitat. En aquests casos, la llibertat pateix, la dels pobles i, lamentablement sobretot, la dels ciutadans com a persones que són. En ambdues situacions, el nacionalisme no és llibertat.
Vargas Llosa adverteix que –en la seva opinió– «els nacionalismes pacífics diuen respectar la democràcia i la convivència, però no ens podem deixar enganyar», ja que –també segons ell– «això és una disfressa, perquè el nacionalisme és una ideologia inevitablement autoritària i renyida amb la llibertat». Ja dèiem al començament que és una afirmació segurament excessiva i sense matisos, però en tot cas caldria aplicar-la a tots els nacionalismes, als estatals i als no estatals.



 





Cuando nacionalismo no es liberta

Es de brocha gorda y demasido simplista la afirmación del Premio Nobel y novelista  Vargas Llosa, de que  "el nacionalismo es enemigo de la libertad" (diario ARA.cat, 24.10.2012), porque no tiene en cuenta situaciones, circunstancias y formulaciones, en que surgen los distintos nacionalismos.

El simple hecho de que sean diversos, ya obliga a hacer una diferenciación. Y no sólo por sus métodos, como ya hace el escritor, sino también por sus causas y finalidades. No todos los nacionalismos son iguales. Pero también seria simplista y de brocha gorda decir que nacionalismo es libertad.

En general, los nacionalismos más bien tienden a poner en riesgo las libertades individuales, de los ciudadanos. La libertad de las personas. La historia y la experiencia lo enseñan. Cuando lo colectivo se mitifica, anteponiéndolo al bien y a la dignidad personales, peligran valores fundamentales.

El nacionalismo puede ser una reacción defensiva de un colectivo ante una agresión  o el sometimiento por parte de otro colectivo, del que forma parte o al que está vinculado. Es un reactivo saludable a un abuso. También puede ser ofensivo, cuando tiene tiene ambiciones expansivas o imperialistas. Quizás se referiria a este último caso la valorarción que hace Vargas Llosa, aunque parece que va más allá.

Puede haber, también, un choque de nacionalismos. Es el caso de España, en que un histórico nacionalismo de raíz castellana ha intentado imponerse a los pueblos que integran el Estado común, pero que no debió, ni debe, ignorar la personalidad propia de estos pueblos. Este nacionalismo estatal es nefasto, suprime o ahoga identidades diversas y naturales;  en lugar de enriquecer con ellas la colectividad mayor, la empobrecen y merman su vigor al no integrar en ella la viva diversidad. A este podria aplicarse, tambien o mayormente, lo de "el nacionalisme és enemic de la llibertad".

En los nacionalismos reactivo, o defensivos, la idealización del colectivo puede actuar, y con frecuencia actúa, en nombre de la cohesión y de la unión "para hacer frente al contrario", como instrumento uniformador de actitudes y de un pobre pensamiento único. Es decir, interiormente, como apisonadora de la autonomia de los individuos y de la diversidad existente en la ciudadania. Y exteriormente, de cara al contrario, como radicalizacion de las diferencias, e incluso del fomento de la confrontación por las vias del cultivo -especialmente en la escuela y en los medios- del menosprecio e incluso el odio.

Ocurre esto cuando la falta de información, la deformación de los hechos o la visceralidad -debidamente orquestados o alentados- , predominan sobre la racionalidad en los conflictos nacionalistas. En estos casos, la libertad padece: la de los pueblos y, más lamentablemente, la de los ciudadanos como personas. En ambas situcaciones, nacionalismo no es libertad.

Advierte Vargas Llosa que -en su opinión- "los nacionalismos pacíficos dicen respetar la democracia y la convivencia, pero no hay que dejarse engañar", ya que -según él- "esto es un disfraz, porque el nacionalismo es una ideología inevitablemente autoritaria y reñida con la libertad". Ya decimos al principio, que es una aformación excesiva y sin matices, pero en todo caso, habría que aplicarlo a todos los nacionalismos, a los estatales y a los no estatales.