Comentarios y Análisis de Política

viernes, 29 de julio de 2016

Calatunya, abandonada


Las cosas no ocurren por que sí. Desde hace años, Catalunya ha sido casi abandonada por el Estado y el Gobierno central. Parecía como si fuera otro territorio, casi distinto. En ocasiones se han tenido gestos  excepcionales de buen trato, casi de privilegio. Pero no de normalidad.


Ni el Estado ni el Gobierno han transitado ni tratado el territorio catalán de una manera normal, ni siquiera como está establecido  en la Constitución. Siempre ha habido cierta prevención y algunos reparos injustificados para hacer política nacional aquí. Y tierra donde no se transita con habitualidad, nacen hierbas de todas clases, como en la parábola evangélica del trigo y la zizaña.


Ha sido en gran error. Y pese a lo que se diga, en el mandato de Rajoy se ha acentuado este distanciamiento y enfrentamiento. Se ha abierto un abismo, que ahora no se sabé como afrontar, ni política ni jurídcamente, para no avivar más el fuego. No se trata de aplicar las leyes –que tambén-, sinó sobre todo de establecer una convivència normal. Y no se ha hecho, sinó lo contrario.

Si todo era el mismo Estado, debía verse y vivirse así, como dicen el sentido común y dispone el marco jurídico básico general, que establece el reconocimiento de las singularidades de nacionalidades y regiones, distribuyendo –con insuficiència y poca claridad, ciertamente- las respectivas competèncias y atribuciones, según se decidió democráticamente,  en una norma

Constitucional perfectible, y a perfeccionar con urgencia.

Parecía, a veces, que para que el Estado, del que la Generalitat forma parte aunque lo olvide, pudiera realizar aqui sus normales funciones, antes debiera pedir permiso y quitarse los zapatos para no contaminar un país sagrado. ¿Sentimentos de inferioridad o superioridad? ¿Desconocimiento desde la capital del terreno que se pisa? ¿Comodidad, ya que desde las poltronas de Madrid, se vive muy bien?

Donde hay un vacio, alguien lo ocupa. Y es lo que ha ocurrido en esta parcela, tan apatecible y apetecida, de Catalunya. Desde siglos, hay tierra abonada a las reivindicaciones, con razones o sinrazones de más o menos peso.  Muchas veces, empero, con toda razón. Y últimamente se han acentuado y el victimismo ha encontrado, como otras veces en la historia, caldo de cultivo y líderes que han sabido avivar y aglutinar sentimientos respetables y deseos legítimos (que con frecuencia confunden con sus intereses partidarios o personales), en movimientos contra los demonios centralistas estatales.

Y, aunque aun no parecen mayoritarios, así estamos: a golpes de Constitución y de desafios de corta mirada, quizás suicida. Pujol (cuando era buen chico), Maragall (el denunciante del 3 % y el nuevo Estatut) e incluso el grisaceo Montilla, equilibrabran ilusion patria y sentido práctico; Mas y Puigdemont, en lugar de gobernar, se han aliado con el griterio de la calle (que han alentado, con Forcadell, Muriel, Sanchez, etc.) para  echarse, al dictado de la Esquerra de Junqueras y Companys y de la CUP, al monte de la aventura infinita

Allà –en el centro de la Meseta,bajo un sol de mata camello- están el Estado y el Gobierno estatal, y aquí queda el abandono de la política en grande, y, por tanto la reivindicación, la protesta y el desafio descarado y creciente. Acabará mal. ¿Quien tiene la culpa?