Comentarios y Análisis de Política

martes, 15 de marzo de 2011

Mas, pero menos, por ahora

 Mas, pero menos, por ahora. Es el peligro de anunciar, a bombo y platillo, que se va a formar el “gobierno de los mejores”. Aún no han transcurrido los primeros cien días de gracia, y lo evidente es que es el “gobierno de los mejores... recortes”. En todos los terrenos. Y esto está calando en la opinión pública.

Recortes seguramente necesarios – quizás discutibles en la forma y materias— por la necesidad de reducir el déficit público, que el nuevo gobierno catalán se ha encontrado como herencia del tripartito socialista-independentista-ecologista. Fuerzas políticas, éstas, que fracasaron en su intento de gobernar juntas, aunque algunas cosas hicieron bien especialmente en el campo social, como reivindica la exconsellera Marina Geli, durante sus siete años de azaroso mandato.

Pero estamos, nuevamente, en tiempos de elecciones, ahora municipales en Catalunya, y estas fuerzas desahuciadas clamorosamente del poder, aprovechan todo lo que pueden para desgastar a marchas forzadas al Govern de CiU. Gobierno que preside Artur Mas, del que forman parte brillantes académicos, cuyos títulos no garantizan que sea el “gobierno de los mejores” para gobernar. Tras las críticas del expresident Montilla para quien este gobierno en sólo dos meses ha echado por la borda los logros de siete años del tripartito,  el alcalde socialista de Barcelona, Jordi Hereu, que se presenta a la reelección, frente al convergente Trias, ha llegado a calificarle de  “gobierno de contables” más que de“políticos”.

Incluso desde las propias filas políticas, el diputado de CiU al Parlament, Antoni Fernández Teixidó, en declaraciones a TV3, la televisión oficial, considera un "disparate" la "perdigonada de recortes" presupuestarios generalizados anunciados por el Govern de la Generalitat. Por su parte, Esquerra Republicana conmemora los cien días de Mas presentando “los cien patinazos” de su gobierno.

Mientras, Artur Mas se defiende pidiendo “tempo y trabajo” y a no dejarse llevar por el pesimismo, que hará más difícil salir de la crisis, y recurre a la socorrida apelación al “sentido de país”. Y reclama al PSC que “en lugar de dar apoyo cada DIA al Gobierno de Madrid, ayude al Govern de Catalunya, que bastante difícil lo tiene”.

La sensación que va cuajando, es que Mas lo está encontrado más difícil de lo que preveía, y que su Govern no es “el de los mejores”, sino el mejor que ha podido, y que sus primeras medidas tampoco son las mejores. 

Por ahora, Mas..., pero menos.


martes, 8 de marzo de 2011

El discurso de las tijeras

 El discurso de las tijeras se está convirtiendo en el discurso del miedo. Su reiteración enfática a todos los niveles oficiales parece más una competición que una convicción. Un ahora toca decir esto, por consigna o para escudarse ante lo que está cayendo o lo que pueda venir, que una auténtica terapia para preparar la remontada económica. Y sus efectos son la desmotivación y la depresión.


Falta el discurso del aliciente, basado en unos objetivos claros y concretos, que movilice iniciativas, energías y recursos. Objetivos de ahorro para sanear cuentas que permitan nuevos proyectos realistas, Objetivos de captar capitales de fuera —o de debajo de las piedras—  para estos proyectos inmediatos o futuros. Objetivos de exportación de bienes y servicios, en forma de productos manufacturados competitivos o de servicios del conocimiento (tecnológicos, profesionales, colaboración, etc.) o de la gran industria del turismo, por ejemplo.

Y falta el discurso de que el paro no se arregla inventándose puestos artificiales de trabajo, sino dinamizando una economía  productiva con empresas sólidas y con futuro. El desempleo no es por falta de empleos, sino por falta de actividad económica que genere puestos de trabajo. El empleo virtual puede servir momentáneamente de colchón para los casos extremos, pero es un lastre para salir de la crisis. No hay que confundir los términos.

El discurso de las tijeras – tanto el en que se ha instalado Zapatero, como también el que atenaza a Artur Mas – pueda ser necesario durante un tiempo determinado, pero acaba transmitiendo pesimismo y contagiando el desaliento a la sociedad. El discurso de los recortes, si no está muy bien acotado en el terreno y en el tiempo, se convierte en el discurso del miedo paralizante. Y lo que urge ahora, más que discursos, son alicientes y  actuaciones dinamizadoras.

jueves, 3 de marzo de 2011

Príncipes, “con prisa” y “sin prisa”

Cuando Juan Carlos era príncipe daba la sensación de “tener prisa” para convertirse en Rey. Fuentes de la Zarzuela afirman que ahora el príncipe Felipe “no tiene prisa” y que la transición llegará “cuando debe llegar”, descartando, además,  que se haya puesto en marcha una operación de abdicación o que se acelere la transición que desean sea tranquila. Las circunstancias son muy distintas de entonces.
El príncipe ha celebrado ahora su 43 aniversario coincidiendo con los 25 años en que juró acatar la Constitución, en solemne acto ante el Congreso de los Diputados. Algunos datos sobre la salud del Rey y la creciente actividad del príncipe han dado pié a ciertos rumores y especulaciones. Oficiosamente se asegura que las cosas seran a su tiempo, por esto el príncipe “no tiene prisa”. Estamos en una situación de normalidad.
En el primer quinquenio de los setenta, el entonces príncipe Juan Carlos, sí que daba la impresión de tener cierta prisa. Avanzaba la enfermedad del entonces jefe del Estado y la sociedad demandaba un cambio radical, sin traumas, que condujera al país de la dictadura a la democracia. Y el príncipe Juan Carlos estaba en esta previsión y a él le tocaría dirigir el rumbo de este paso trascendental. Por esto, seguramente, “tenia prisa” para llevar a cabo su histórico cometido.
Se le notaba en su interés acentuado por la marcha de las cosas de la alta política y por conectar personalmente con la sociedad pateándose toda la geografía española. Algunos lo pudimos comprobar directamente conversando con él durante una estancia en el Palacete Albeniz de Barcelona. Después de serle presentados algunos directivos de la Asociación de la Prensa, el príncipe Juan Carlos nos hizo algunas preguntas y nos explicó que había visitado diversos lugares de la ciudad. “¿Cree su majestad que la han enseñado lo que realmente le interesaba ver?”, le pregunté, refiriéndome a los lugares más abandonados y pobres del cinturón urbano, cosa que suscitó una manifiesta incomodidad en los acompañantes oficiales del príncipe e incluso en alguno de mis  colegas. Con rapidez e ironía respondió el príncipe: “¿Tu crees que no?”, y se puso a reír y a gesticular con sorna. Había entendido perfectamente la indirecta.
Sí, se le notaba inquietud y “prisa”. Inquietud por lo que estaba pasando y prisa por hacer lo ya sabía que debería hacer. Las circunstancias eran radicalmente diferentes a las actuales. Las incógnitas eran muchas y tremendas. Hacer la transición política, real y en paz, era una tarea gigantesca que necesitaba y pedía el país. Por esto el príncipe Juan Carlos “tenía prisa”; por esto el príncipe Felipe, en la actual situación sin urgencias aunque pueda haber datos a tener en cuenta, “no tiene prisa” en convertirse en Felipe VI.