Comentarios y Análisis de Política

martes, 8 de marzo de 2011

El discurso de las tijeras

 El discurso de las tijeras se está convirtiendo en el discurso del miedo. Su reiteración enfática a todos los niveles oficiales parece más una competición que una convicción. Un ahora toca decir esto, por consigna o para escudarse ante lo que está cayendo o lo que pueda venir, que una auténtica terapia para preparar la remontada económica. Y sus efectos son la desmotivación y la depresión.


Falta el discurso del aliciente, basado en unos objetivos claros y concretos, que movilice iniciativas, energías y recursos. Objetivos de ahorro para sanear cuentas que permitan nuevos proyectos realistas, Objetivos de captar capitales de fuera —o de debajo de las piedras—  para estos proyectos inmediatos o futuros. Objetivos de exportación de bienes y servicios, en forma de productos manufacturados competitivos o de servicios del conocimiento (tecnológicos, profesionales, colaboración, etc.) o de la gran industria del turismo, por ejemplo.

Y falta el discurso de que el paro no se arregla inventándose puestos artificiales de trabajo, sino dinamizando una economía  productiva con empresas sólidas y con futuro. El desempleo no es por falta de empleos, sino por falta de actividad económica que genere puestos de trabajo. El empleo virtual puede servir momentáneamente de colchón para los casos extremos, pero es un lastre para salir de la crisis. No hay que confundir los términos.

El discurso de las tijeras – tanto el en que se ha instalado Zapatero, como también el que atenaza a Artur Mas – pueda ser necesario durante un tiempo determinado, pero acaba transmitiendo pesimismo y contagiando el desaliento a la sociedad. El discurso de los recortes, si no está muy bien acotado en el terreno y en el tiempo, se convierte en el discurso del miedo paralizante. Y lo que urge ahora, más que discursos, son alicientes y  actuaciones dinamizadoras.

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