Se comprende la prisa de Rajoy. Su prisa por hacer
reformas a fondo, pues las medias tintas hundieron a Zapatero Su prisa para
hacerlas al principio de su mandato, ya que ahora rentabiliza su mayoría
absoluta y no ha de pensar en elecciones. Su prisa para cumplir con los
mandatos de la Unión Europea, que es quien nos puede prestar dinero para salir
adelante.
Pero la prisa suele ser mala consejera. La prisa, a veces, lleva a tomar decisiones
inmaduras. La prisa puede llevar a acumular en poco tiempo medidas que si son
impopulares multiplican el malestar social. Sobretodo si se presentan en un
tono arrogante y poco dialogante. Incluso en el caso de que sean necesarias,
acertadas y urgentes. La inmadurez, la acumulación y la imposición, son tres
fallos que pueden malograr el éxito de las mejores intenciones.
A los graves males de la situación, aunque sea
heredada, no se le pueden añadir otros males.
Prisa, sí, pero madurando bien cada paso; no acumulando
latigazos sobre espaldas ya heridas; y sin aires de superioridad por más que
las urnas hayan investido al que manda para que gobierne. También hay ritmos y
matices en la manera de gobernar. Los cambios apremian para no caer en
intervención o quiebra. Llevamos años de retraso, cierto, pero correr demasiado
también tiene sus riesgos. Deprisa, pero sin pasarse.
Y los sacrificios que se piden a la ciudadanía, debieran ir acompañados de
algún alivio. Los recortes, compensados con más claros y eficaces estímulos a
la reactivación, aunque no pueda ser inmediata. Hay que atender a los
emprendedores, para que emprendan, no para que echen más gente a la calle. Más
gente a la calle quiere decir más agentes a vigilar las manifestaciones.
Hay que cumplir, seguramente por necesidad, las
directrices de los mandamases de la Zona Euro en la que estamos, pero quizás
también negociando más a fondo. También ellos dudan, cambian de opinión y no
son unos ángeles de la guarda.
Gobernar, sí; pero cuidado con las prisas excesivas
y el tono demasiado autoritario, señor Rajoy. Gobernar no es correr
demasiado..., ni poner en marcha las tijeras cada semana. Además, hay que
repartir mejor la tela que no se corta.
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