Frente a las hábiles maniobras de Artur Mas, la
torpeza de Mariano Rajoy. Resultado:
el llamado “lío” en que nos encontramos, que es mucho más que “un lío”, don
Mariano. Es un enfrentamiento en toda regla, de futuro “incierto”, como dice
Jordi Pujol.
Imagínese el lector que el día en que el presidente
Mas fue a La Moncloa a buscar lo que califica de “portazo” a su “pacto fiscal”,
el presidente Rajoy le hubiese contestado a lo que considera un “chantaje”, por
ejemplo esto:
-Mire usted,
señor Mas, esto me lo estudiaré, pero ahora vamos a hablar de como mejorar la
financiación de Catalunya.
Seguramente el panorama actual sería diferente,
Habría desactivado mucho el efecto “portazo” que se buscaba para armar lo que
se ha armado: unas falsas elecciones que ocultan un falso referéndum. Rajoy fue torpe en su reacción, frente a un
Mas muy astuto y decidido.
Se lo advertimos desde aquí con un “No vuelva a
equivocarse, señor Rajoy”. No le falta razón a Artur Mas cuando afirma que “no entienden nada”. Hay mucha
distancia, demasiada, pese a los Aves y
Puentes aéreos, y es otra mentalidad, menos ágil y más mesetaria. Por lo visto,
un problema crónico.
Si el “no” a negociar ya una mejora de la
financiación hubiera sido de Mas, en lugar de un “no” de ”Rajoy al “pacto
fiscal”, el escenario habría sido distinto, aunque presumiblemente se habrían
buscado otros argumentos para llegar a lo mismo. Pero la opinión pública,
especialmente la catalana, lo habría visto de otra manera.
Rajoy ya se equivocó, desde un principio,
subestimando el radicalizado planteamiento nacionalista de Mas con la
reivindicación del “pacto fiscal” calificándolo de “un lío”. Era mucho más en
sí mismo, y además llevaba una gran carga explosiva. Era una real
reivindicación de fondo y también una trampa táctica, en la que don Mariano
cayó.
Y ahora vuelve a insistir en que estamos en “un
lío”. Vuelve a equivocarse. Porque estamos ante un gran desafío tácticamente
bien planteado, aunque con deshonesta inteligencia.
Contra el rechazo, al parecer legalmente
fundamentado, a una petición de “pacto fiscal”, se contesta con un desafío
secesionista. La opción independentista no es ilegítima. Lo discutible es la
forma de plantearla. No corresponde reclamarla “contra” o “fuera” del marco
legal, ni parece lo más oportuna en un momento de extrema crisis económica y
social. Es añadir desestabilizad política a la desestabilizad económica. Más crisis.
La independencia quizás pueda llegar un día por
caminos legales y de pacto, como en Escocia, si es que esta al fin la consigue
en el negociado referéndum. Es decir, con planteamientos razonables y no
desatando y agitando pasiones elementales y turbadoras.
Más allá de su razonado argumentario brillantemente
expuesto, Artur Mas se equivoca con sus llamamientos de “salvador de un
pueblo”, de Moisés liberador o de Mesías redentor. Su criticado cartel
electoral es un grave error. Ni Catalunya es “su” pueblo”, ni necesita
salvadores iluminados y temerarios que le lleven a destinos desconocidos y por
caminos procelosos y de agitación.
¡Cuidado con los que se presentan como “salvadores”!
En sus promesas, con frecuencia, hay mucho contrabando, como querer ocultar un
fracaso personal o de equipo; intentar rehuir el control democrático de su
tarea de gobierno, o quizás tapar responsabilidades o vergüenzas.
Pero cuidado, también, con los gobernantes que no
escuchan -porque no saben o no quieren- o que cometen demasiadas torpezas y,
encima, se empeñan en disimularlas mirando hacia otro lado o acusando al
adversario político de sus graves consecuencias.
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