Intenta salvarse agarrándose a un clavo ardiendo. Aun a
riesgo de llevar el país a la máxima tensión política y a un desastre económico
y social. Su temeridad -y su ‘ego’- no le permiten rectificar.
Puede ser su segundo gran batacazo, después de aquella
hazaña mesiánica que le condujo a la perdición. Está poseído por la “rauxa”, a
la que empujó en su momento a masas de ciudadanos, y ahora estas le arrastran
quizás hacia el precipicio. Por esto se agarra al clavo ardiendo de un pacto
sin mucho sentido.
No escarmentó con la primera debacle, que le llevó a
perder prestigio y votos -en unas elecciones innecesarias-, y ahora insiste. No
se resigna a ser un gobernante normal, de los que saben perder y dimitir. Ha
nacido para la heroicidad, parece. “Antes muerta que sencilla”.
Y, otra vez, de cara a la galería vuelve a presentar esta
segunda hazaña como el camino hacia ‘la gran ilusión’, que lamentablemente la
realidad, después de muchos sacrificios de todos, se encargará más pronto que
tarde de desvanecer. Pero el mal de este autoengaño ya se habrá consumado.
Sin embargo ahora, a Artur Mas, la procesión le va por
dentro. Era para ser enmarcada la foto de Mas y Junqueras después del famoso
pacto “para la estabilidad” y “el referéndum en 2014”. Junqueras con cara
sonriente y aires de vencedor, Mas con rostro preocupado y abatido. Efectos de
agarrarse a un clavo ardiendo para salvar el honor temerariamente perdido.
Este pacto es una entrega humillante del líder
convergente, Artur Mas, al líder republicano, Oriol Junqueras. ¿Qué necesidad
tenía de llegar a este forzado acuerdo, repleto de contradicciones? Quizás la
de la supervivencia personal y política después de cerrarse casi todas las
puertas, de volar todos los puentes con los demás partidos. Hay que reconocer
que los duros ataques desde fuera -principalmente desde el PP y algún diario-
han ayudado no poco a que los dos líderes cerraran filas, y sobretodo a una
postura de autodefensa de Mas, Pujol, CiU, etc.
Poco recorrido se le prevé a este acuerdo entre dos
formaciones políticas que, en el fondo, coinciden en pocas cosas esenciales.
CíU no ha sido nunca ni es mayoritariamente un partido independentista, como
siempre lo ha sido ERC. Económica y socialmente CiU es de centro-derecha, con
un electorado de clase media o burguesa. ERC es claramente de izquierdas. En el
texto del pacto predominan la ideología y el programa de ERC. ¿Cómo puede
funcionar?
Junqueras es, por tanto, el clavo ardiendo al que se ha
agarrado Mas. Exponiéndose a su propia quema y a la de su partido, gobernando
con la responsabilidad de inevitables recortes económicos y más impuestos, y
con un radicalismo independentista que no le corresponde. Todo parece un mal
negocio para Artur Mas.
La única válvula de escape que, inteligentemente, Mas ha
conseguido ‘in extremis’en el dificilísimo compromiso impuesto de celebrar el
referéndum para la independencia el año 2014, es la cláusula de “excepción” en
el caso que “el contexto socioeconómico y político requerieran una prórroga”,
pero la nueva fecha “será pactada por las dos partes”. Cláusula sibilina que,
hay que reconocer, puede dar mucho juego al president Mas, por ejemplo: volver a
adelantar las elecciones. Pero no le arriendo la ganancia...
Para este viaje quizás “no hacían falta alforjas”, ni
tensionar tanto la vida pública -catalana y española- ni perder unos años
decisivos para salir de la crisis, y que, en lugar de buena gobernanza, serán
de parálisis y de enfrentamiento en un interminable y agotador sprint hacia un
incierto referéndum con resultado también
incierto.
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