Sorpresa o no sorpresa, esto no importa. Lo
relevante es la calidad de la decisión papal. Y del inteligente Ratzinger era
de esperar una decisión inteligente.
Que si conservadora o progresista, tampoco es ahora
lo interesante. Es una decisión realista. Reconoce públicamente su “incapacidad
para ejercer bien”, y renuncia para dar paso a otro.
Es, además, una decisión “lúcida” y “coherente”,
como destaca el cardenal Sistach. Y nada de “estamos huérfanos y nos llena de
pena” del cardenal Rouco.
Que se hagan las cosas bien no es ninguna pena. Y no
supone niguna horfandad dejar que alguien, con más “capacidad” -vitalidad
corporal y una mente más al dia-, le sustituya. Es un acto de lucidez de un
gran intelectual, coherente con su pensamiento. Y, además, un gesto ejemplar de
humildad.
La retórica y las especulaciones son inevitables. Se
hablará de soledad, de falta de control del entorno curial, de presiones de la
derecha y de la izquierda... También de fracaso ante unos muy graves problemas
de toda índole -morales, ideológicos, claricales, organizativos, cansancio,
desgaste, etc.-. Posiblemente haya algo de todo.
Habrá que preguntarse si un gran intelectual -como
es Ratzinger- era la personalidad más adecuada para la complicadísima tarea de
regir un pontificado de proyección global. Un intelectual, por naturaleza,
tiende a balancearse en el reino de la especulación y la duda, muy lejano al de
la dura y práctica gobernación.
Más aún si a esta condición se añaden una avanzada
edad y una salud más bien débil. Estas
dudas las confesó el mismo, honestamente, justo en el momento de ser designado. Pese a todo, ha afrontado con
decisión problemáticas internas (pederastia y división en tendencias) y
externas (diálogo ecuménico), de gran calado. Y ha lanzado el desafío de
rearmar de valores y de reevangelizar un mundo dominado por el relativismo y el
culto a lo material.
El papa Ratzinger ya no era ahora, por otro lado, el
incisivo, decidido y combativo personaje que tanto influyó en el histórico
ConcilioVaticano 11. El peso de la púrpura pesa mucho, demasiado. Sin duda,
será criticado, incluso por sus colegas en teología, pero nadie podrá dudar de
su capacidad y honestidad intelectual.
Su renuncia, como nos confiesa claramente, ha sido muy
meditada y es totalmente libre. Naturalmente, debía ser una sorpresa, ya que
habría sido una irresponsabilidad anunciarla con antelación o dejar que fuera
objeto de chismorreo, desatando todo tipo de reacciones, algunas interesadas o
frívolas. No podia ser noticia o rumurología para las tertúlias de café,
disfrazadas de periodísticas, ni para el “Hola”.
El papa Ratzinger dejará digna y voluntariamente su
misión dentro de unos dias, para retirarse a un convento, en un gesto con
precedentes hace 600 años. Ya había dicho que renunciaría si llegaba un dia en
que sus fuerzas le fallaran. No ha querido repetir el discutible espactáculo
del viacrucis y la agonía televisiva del papa Wojtyla.
Y vendrá, muy pronto, otro Papa. ¿Sorpresa? Que los
cardenales, o el Espíritu Santo, no “vuelvan” a equivocarse...
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