El Concierto del Camp Nou fué impresionante. Emotivo,
electrizante, contudente. Una inmensa y popular operación político-festiva. Es
de lo que se trataba.
Buscando opiniones solventes sobre este acontecimiento, me parece muy
interesante el comentario del siempre ponderado y agudo José Antich, director
de La Vanguardia, titulado, quizás
con excesiva cautela, "Algo más que un concierto", porque en realidad
fué bastente más que un concierto.
Antich lo describe como "una mezcla de acto
reivindicativo y también de tono festivo". Y lo valora así: "Obviamente
no fue el concierto de todo el catalanismo ya que las ausencias de organizaciones
y personalidades fue significativa. Però sí de una parte muy importante del catalanismo,
la más movilizada y activa".
Considero muy exacta esta valoración. Distante
de la fácil loa incondicional, buscando el aplauso de un sector, y de la injusta
mirada cicatera, que placería a otro sector. Es, creo, una visión equilibrada y
serena de lo ocurrido, en el contexto de
la realidad social catalana actual, dirigida por una clase política, en el
poder, muy sobreexcitada
Una clase política dominante de los resortes del
poder, que, representativa de un muy amplio sector social, empuja a su
militancia, a sus electores, simpatizantes y a las capas populares más
permeables a los planteamientos y registros emocionales, para expandirse y, si
es posible, invadir e imponerse al otro sector. En el fondo, tiende a instalar
-con toda su maquinaria- el pensamiento único, como denuncia, incluso, el líder
socialista Pere Navarro.
Pese a su innegable fuerza e importancia, el
llamado "Concierto por la libertad" -que en realidad fué "por la
independencia", según los gritos, cantos, pancartas y consignas-, como escribe Antich "obviamente no fue
el concierto de todo el catalanismo ya que las ausencias de organizaciones y personalidades
fue significativa". Pero hay más.
Porque si es evidente -y actos como este lo
ponen de relieve- que hay, como mínimo, dos catalanismos -el radical y el
moderado-, también es cierto que el catalanismo no agota todo el ancho abanico
ideológico catalán. También hay espacio para la catalanidad, es decir, la
condición de catalán sin "ismos", de ninguna clase.
Lo que ocurre es que es la menos movilizada y
activa políticamente, la más silenciosa. La que precisamente permite la buena y
fecunda convivencia ciudadana en Catalunya.
És a toda esta diversa y plural Catalunya a la
que, en su retorno, se dirigió el expresident Tarradellas con su famoso saludo
de bienvenida: "Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí!".
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