Se
le acumulan los agobios a Rajoy y a su gobierno. Y el desenlace tiene visos de
urgencia. Son asuntos de primera magnitud y apremiantes.
En
política nada es predecible, pero se pueden razonar las probabilidades. Y un
razonamiento, basado en datos que están a
mano, parece concluir que, pese a todo, el Gobierno no caerá. Pero
nunca se sabe...
El
primer motivo de agobio serio para el gobierno -que le sobrepasa en profundidad
y duración, pero no solo a el- es la grave crisis económica, con la dramática
consecuencia social y humana del paro.
Si
no se confirman pronto los datos de cambio de tendencia -que
aún
parecen más coyunturales y buenos deseos que realidades- el malestar irá en
aumento, con riesgo de debordarse en la calle. Por el contrario, si se
evidencia que la política de austeridad y los recortes, con muchos sacrificios
ciudadanos, han servido para aderezar el rumbo hacia un crcimiento sostenible, la
ira y la resignación pueden derivar en esperanza. Los esfuerzos del gobierno
son evidentes y, además, los organismos europeos los avalan, al menos a nivel
macroeconómico. Todo esto le daría una importante base de estabilidad.
El
otro motivo de agobio gubernamental, ahora al rojo vivo, es el estallido del
"caso Bárcenas", que afecta directamente al partido popular y que
podria incluso salpicar a su presidente.
No
porque esté muy generalizada la financiación irregular de los partidos
políticos, lacra de nuestra democrácia, esto pueda servir de excusa para no
depurar responsabilidades políticas en todos los casos, máxime en el que está
en el gobierno. Y posibles derivaciones penales sobre algunos de sus miembros o
el propio presidente, podrían dar un vuelco a la situción política. Sin
embargo, el sobrado soporte electoral que las urnas dieron al partido de Rajoy,
le permitirian, de alguna forma, resolver el problema con un cambio de personas
de la propia formación política.
El
presidente Rajoy se ha comprometido a dar pronto explicaciones sobre este
turbio caso. Veremos que pasa. Pero no parece que por aquí pueda fallar la
necesaria estabilidad política, que Rajoy prometió garantizar, para no poner en
riesgo lo mucho o poco conseguido en el terreno económico.
La
tercera gran preocupación, pese a intentar disimularlo, es el desafio separatista
del nacionalismo catalán, que no de Catalunya como suele decirse
inapropiadamente. En siglos no se había producido un reto de este calibre, que
cuenta con un amplio apoyo popular y parlamentario. El govern de Artur Mas lo
ha hecho suyo y juega fuertemente a esta carta, teniendo en vilo a la opinión pública y a la sociedad catalana
y española. Ambas están angustiadas y divididas El acuerdo no parece posible, pero el choque frontal no lo desea nadie minimamente responsable.
Artur
Mas se ha petrechado de argumentos e instrumentos de toda índole -además de
movilizar a la opinión mediante las estructuras de gobierno, las instituciones
subvencionadas y los medios de comunicación públicos y los privados afines o
agradecidos, para afrontar el envite.
Y,
empujado por la ERC, de Junqueras, en cuyos brazos de echó para salvar la
presidencia tras el revés electoral, acaba de mandar una sutil y comprometida
carta al presidente Rajoy, pidiéndole
abrir negociaciones, a la mayor brevedad posible, para que se pueda
celebrar un referéndum sobre la independencia de Catalunya. Carta oficial a la
que Rajoy deberá dar respuesta de alguma manera. Desafio, pues, en toda regla,
ya que se apunta la posibilidad de una declaración unilateral de independencia,
si no se autoriza la consulta, o ejercicio del llamado "derecho a
decidir!". Si bien Mas scuida de subrayar que anhela que pueda celebrarse
de "forma bien hecha".
Con
todo, es probable que Rajoy no vea muy dificil, formalmente, contestar la
carta. Puede que se limita a decir que la remite a las Cortes, como
representación máxima de la soberanía del pueblo español, ya que lo que se le
pide excede de sus competencias de presidente
del Gobierno, pues plantea nada menos que la posible división de la
"unidad nacional" consagrada en la Constitución.
Como
en la misma carta de Artur Mas se afirma que no se trata de un problema
jurídico sino político, Mariano Rajoy puede alegar tranquilamente que
precisamente por esto lo deben decidir las Cortes, es decir, los representantes
de todo el pueblo español, los catalanes incluidos.
Por
tanto, en este momento y si no hay sorpresas, no es previsible que caiga el
Gobierno de Rajoy -por bien que podría experimentar una remodelación-, y la
necesaria estabilidad política del pais parece estar garantizada.
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