Con
las grandes fuerzas políticas y económico-sociales de ámbito estatal en contra,
como era previsible; la división política, social y económica existente en
Catalunya, en claro aumento; la opinión europea muy poco o nada favorable; y el
creciente cansancio de la ciudadanía catalana, entre expectante y bastante
pesimista, se huele que la
'independencia' ha terminado, al menos por ahora.
Al
menos por ahora, hay que subrayar, porque el sentimiento independentista no es
ningún invento ni de hace cuatro días.Tiene arraigo, razones, emociones y,
también, malas experiencias en política. Pero tiene una indiscutible
legitimidad, que quizás algún día sea reconocida y pueda ser ejercida. Ha
estado siempre latente, incluso, en el catalanismo integrador. Cuestión de
tiempo y de vientos más favorables a la profundización real de la democracia o
en la forma de entenderla.
La discutible y discutida experiencia de la gran
movida soberanista de estos últimos años tendrá su aspecto positivo. Habrá
removido conciencias, despertado ilusiones, advertido a negacionistas (de aquí
y de allá), y afianzado -pese a las decepciones- el propio sentimiento, normalmente
minoritario o soterrado, de identidad desconocido, minusvalorado o amenazado.
En algo tan íntimo, dificilmente haga mella definitiva una nueva vivéncia de
decepción, imposibilidad o derrota. Las ilusiones del alma nunca mueren.
Pero
tambien las ilusiones, los sentimientos y las legitimidades se ven concernidas
a pasar por el rasero del contraste con otras legitimidades, sentimientos e
ilusiones, a través de las reglas
establecidas legalmente, aunque modificables, del juego democrático. En este
juego no todo termina definitivamente.
Por
esto hay que decir -y advertir, a unos y a otros- que si bien la posibilidad de la
'independéncia' inmediata o a corto
plazo, y debido a distintas poderosas circunstáncias, seguramente ha termiando
antes de nacer, esto es por ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario