Un debate en buena lógica no debiera ganarse- por la
brillantez de la oratoria de los contendientes. Ni por el reflejo en sus respuestas.
Ni por el tono de mayor o menor seguridad en su exposición. Ni siquiera por el
talante ante las cámaras, el atractivo físico o la apariencia de madurez. Todo
esto cuenta, pero es bluff.
Hay que ir a lo sustantivo. A lo que se dice, se
afirma o propone. A su lógica y
veracidad. A la claridad de la
exposición. A la convicción de quien lo expone y al crédito que este nos
merece. No hay que valorar el espectáculo sino el guión que este nos transmite.
Ni al que golpea más o más fuerte, como en un pugilato de boxeo.
No es esto un debate o un cara a cara. Ni las fanfarronadas, baladronadas o la faramalla con que se viste, tantas veces, la puesta en escena. ‘Ha
ganado este o el otro’. Cuidado con las corazonadas. Que la política y el arte
de gobernar son cosas serias y ni diversión para la gente. Los debates, cuando
se apagan los focos, son algo más que carne de tertulia divertida o de
fulgurantes encuestas por teléfono. Son algo para pensar, analizar y contrastar
entre la realidad y la ficción. O debieran serlo.
Además, un debate o un cara
a cara –por más que uno se la parta públicamente al otro- solo es una faceta de
un todo: del balance general de unos años de gobierno, bueno o malo, positivo o
negativo en sus resultados, limpio o corrupto, con visos de capacidad para
continuar o de agotamiento. Y también, de las posibilidades verosímiles para
ser substituido por uno mejor. Ni lo viejo es bueno por viejo, ni lo nuevo lo
es por nuevo. En esto de la vieja o la nueva política hay mucho de snop y de tontería.
Lo de ayer, ni nuevo ni viejo, fué un error mediàtico y político. fué mal
planteado y pésimamente dirigido.
Pedro Sanchez puede y suele
lucir juventud y sonrisa más que ideas creibles. Mariano Rajoy ya exhibe
bastentes canas y arrugas de experiencia más que habilidad y determinación. Es
lo que ha ocurrido en este mal planteado cara a cara que no tuvo un verdadero
moderador. Se hablo casi de todo pero de nada a fondo. No fué un debate, que es
lo que se necesitaba.
Pedro Sanchez, desde el
minuto zero se le echó al cuello a Mariano Rajoy, que no logró sacárselo de
encima. Rajoy intentó explicar, razonar, aportar datos y explicar propuestas;
Sánchez interrumpió sin parar, acusó a gusto, viniera mucho o poco a cuento, y
difamó lo que pudo. Y el moderador no moderó nada.
Con lo cual el joven pugil,
más preparado para el boxeo que para gobernar, golpeó una y otra vez ‘al del plasma’ que ya debe estar pensando
en la jubilación.
En el cuadrilátero se
impuso, suciamente, el más joven y fuerte, mientras el reposado registrador de
la propiedad, no atinaba ni podia (¿no le aconsejaban), devolver los golpes. Y
como el árbitro estaba desaparecido, en su papel de triste figura, ayer no hubo
debate, sino una riña de barra de bar.
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