Comentarios y Análisis de Política

miércoles, 2 de diciembre de 2009

100 preguntas a Wifredo Espina

Capítulo 8

 LA LABOR DE PROFESOR Y DIRECTOR DE REVISTAS


     Un director debe defender la independència del diario


1. Volvió a Barcelona en 1957 y, como muchos, se convirtió en un pluriempleado mas. ¿Como podia combinar tantos trabajos?
  
Un poco fastidiado por el rumbo que iba tomando el semanario madrileño, que cambió de propietario, regresé a Barcelona. para cursar el doctorado en derecho y como delegado de la revista Crítica, que era la que había dirigido en Madrid, y me permitía ganar algun dinerillo.
La revista pasó de manos del industrial de papel, Emilio Revilla, a las del prestigioso escritor Lúcio del Alamo y después a las del delegado de una famosa marca de coches, de cuyo nombre no me recuerdo ni quiero acordar-me. Me llamó para comunicarme que había comprado el semanario, convocándome a una visita en su casa. Me recibió tumbado en una camilla con dos masagistas dándole en la espalda y las piernas., y hablamos cuatro frases de sin inmutarse..Al salir ya tenía mi determinación tomada; no quería saber nada de aquel personaje, viva imagen del nuevo rico madrileño.
Aquí compaginava como podia mi labor docente en la Escuela de Periodismo del CIC y en la cátedra de derecho político regida por Manuel Jiménez de Parga, en la Universidad de Barcelona, con mi trabajo en el Instituto de la Opinión Pública y en las revistas Crítica, CEAM y principalmente Revista, que tenia un buen nivel cultural. Incluso escribí un libro sobre economía por encargo de un Procurador en Cortes catalán, que lo firmaba. Yo lo dictaba y mi esposa lo escribía a mano mientras con el pie movía la cuna de nuestro primer hijo. Con qué ilusión estuvimos trabajando una semana para ganar unas cuantas perras!
¿Como podia compaginar todo esto? Era joven, con mucha vocación y ganas de trabajar.
  
2. Durante once años (1959-1971) fue profesor ayudante en la càtedra de Derecho Político de la Universidad de Barcelona. ¿Le gustava mas que preparar los juicios?

De juicios preparé pocos. Aconsejaba a mis clientes llegar a acuardos. Los juicios son caros, lentos y no se sabe qué puede ocurrir. Es cierto aquello de que es mejor un mal acuerdo que un buen pleito. Ya he contado antes algo de esta experiencia mia.
El Derecho me gustaba muchísimo, así como defender a personas con argumentos jurídicos. Y creo que tenia cierta predisposición. Me ha satisfecho mucho la Medalla de Oro que, al cumplir los cincuenta años de colegiado, me entrego el Colegio de Abogados de Vic, en el Salón de la Columna del Ajuntamiento, con unas muy generosas palabras del magistrado del Constitucional Eugeni Gay.
Como dije en aquel acto, la experiencia de abogado en Vic me convenció de que en el pariodismo podía pasar de defensar intereses individuales a defender a la sociedad de los abusos de los poderes políticos, económicos, etc. Este ha sido mi destino…La enseñanza también me atraía, sobre todo en aquellos tiempos difíciles en que, en conciencia, era obligado hacer ver a los alumnos el caracter represivo de la legislación vigente en materia informativa y las las contradicciones entre ciertos grandes principios proclamados en leyes básicas y la práctica. En sus memórias, la diputada socialista Ana Balletbó, que fué ajumna mia en el CIC, dice que era un ‘buen profesor’.No lo sé, pero intenté ser pedagógico y honesto.

3. También fue profesor en el CIC, la Escuela de Periodismo de la Iglesia en Barcelona. ¿Qué enseñanzas y consejos les daba a sus alumnos?

Como enseñaba régimen jurídico de la informacón, insistia en que hay conocer las leyes aunque no nós gusten. Había por algunos, explicablemente, con cierta reticencia y desinterés en estudisr la legislación sobre la información (prensa, radio, televisión) vigente entonces, incluso la llamada “ley Fraga”, que suposo un notable apertura pese a todos te podian sancionar o cerrar el periódico, importaba conocer la normativa a la que atenerse o no atenerse. Cada uno es libre de jugársela, ahora y entonces, pero debe saber lo que se juega. La ignoráncia es del género tonto.
En la Escuela de Periodismo del CIC había mucha libertad, y una gran sintonía entre profesores y alumnos. Se defendias los valores democráticos y la libertad de expresión, de la forma más natural. Entre el profesorado se contaroon muchas de las personalidades intelectuales y profesionales del país, con espíritu abierto y tolerante. Esto le dió mucho prestigio, y de dichas escuela han salido muchas de los más destacados profesionales del periodismo. En esta onda dominante, yo procuraba ser didáctico y honesto. La instictución que acogía la escuela, el CIC, dependiente de la Iglesia i presidida por el prestigioso intelectual Joan Triadú, en aquellas circunstáncias, un buen marco para que dominara este espiritu. Y el inolvidable hombre bueno que dirigía la Escuela de Periodismo, mosen Joan Alemany, con la ayuda técnica, en la secretaría, del después gran profesor Miquel de Moragas, y un equipo directivo muy valioso, conformaro un centro de enseñanza y de formación civica que ha marcado a varias generaciones. Fué y siguen siendo un inolvidable referente.

4. ¿Alguno ha llegado a ser un periodista relevante? 
 
Muchos, como he apuntado antes. En el libro de Roser Bofill sobre aquella escuela, con motivo, creo, de sus 25 años, figura una larga lista de docentes y alumnos que pasaron por aquellas aulas. Resulta muy interesante repasarlo. Muchos profesionales se jactan d’haver estudiado en la escuela del CIC. Imprimia caracter, por su ambiente liberal y democrático frente a la Escuela Oficial de Periodismo que, todo hay que decirlo, le salió mal al gobierno: pretendia formar profesionales más o menos adictos al Régimen, pero resultó que el alumnado rebotaba ante esta pretension.

5. Suele decirse que en Periodismo se tocan tantas cosas por encima que el alumno se licencia sabiendo poco. ¿Como organizaría los estudiós actuales?

Se sale especialista de nada. Siempre he defendido que Periodismo -como ocurrió después- debía estudiarse en la unversidad, tener nivel universitario, que le daría más solera e independencia. Pero no, como suele ocurrir, considerado como una carrera larga, sino de segundo grado y para licenciados en otras materias. Saldrían profesionales con una formación especíalizada (en economía, historia, literatura, filosofía, etc) y con conocimientos específicos en información y comunicación, que son ante todo conocimientos prácticos. El nievl profesional, en general, ganaría muchísimo.

6. ¿Qué recuerda la etapa en la que dirigió la revista econòmica CEAM?

Me permitió tener contacto directo con el mundo empresarial y económico. Allí conocí precisamente a Jordi Pujol, cuando dirigía Banca Catalana, que había fundado para dotar a Catalunya de un instrumento financiero que potenciara su política catalanista. Pujol demostró con esto tener una clara visión del peso de la economía y las finanzas en el mundo de la política. Pero el experimento no acabó de salir bien, mejor dicho, terminó muy mal, con su quiebra. Puso la banca al servicio de “su” política, de su concepcion personal de Catalunya, y se hundió. Le sirvió de magnífica plataforma para su carrera política personal y partidista, pero como realidad bancaria fracasó. La economía tiene sus reglas propias. Pujol ha sido un gran político, pero un mal empresario.También, en sus manos, se hundieron El Correo Catalán y la revista Destino.
Conocí a Pujol CEAM. Yo iba a entrar en mi despacho cuando Vicenç Oller, jefe de estudios, y Juan Ortega, su segundo, me advirtieron de que estaba por llegar Jordi Pujol, entonces banquero, que iba a hablar con Fernando Del Pozo, secretario general de CEAM. Había expectación. Pujol entró de prisa y con paso firme, saludó con gesto seco a los que estábamos allí y le metieron en un despacho, donde iba a tener la entrevista. Daba la impresión de que llevaba puesta una cierta aureola sagrada, de un personaje superior e inabastable. Me impresionó fuertemente.
En la revista CEAM, que hasta entonces era un simple boletín, cree una especie de consejo asesor, del que formaban parte, entre otros, Narcís Serra, Jacint Ros Hombravella, Vicens Oller, Juan Ortega y Francesc Santacana. Nos reunimos, creo recordar, solo un par de veces. Fue una ayuda para la trannsformación de la revista.

7. ¿Qué cualidades debe tener un buen director?

Hay diferentes tipos de derectores. De los que he conocido, uno de los que más me ha impactado ha sido el que lo fué de Le Monde, Jean M. Colombani, aunque me pareció más empresario que profesional del pariodismo. He valorado mucho a Horacio Sanz Guerrero, de La Vanguardia, e Ibañez Escofet.de TeleXpres. Pero quien más me ha influido y he considerado un gran director ha sido Andreu Roselló, de El Correo Catalán, que se adelanó en muchas cosas, desde la independencia del diario, en tiempos muy difíciles, hasta su misma maquetación, que le daba mucho atractivo.
Además de un buen conocimiento de todas las secciones de una publicación, tener autordad moral, es imprescindible para un director. Tener sentido de equipo y cierta humildad. Pero es esencial que su personalidad y autoridad moral le permitan preservar el diario de las infinitas y fuertes presiones, influencias y tentaciónes que siempre intentan socavar la independencia de la publicación, desde fuera y desde dentro de la empresa.
Roselló fué un ejemplo. Supo burlar la censura gubernamental y la de la pròpia empresa. Podria contar muchos casos de antologia. Mi misma sección de crítica política fue una muestra. Y a un socio muy importante de la empresa , señor Aguilar, que nos acusaba de hacer marxicmo, lo toreó con una larga lista de citas del Concílio Vaticano II, durante un consejo de administración.

8. ¿A qué tipo de personajes entrevistaba en la sección «Genio y figura» de Revista?

Revista era un semanario que lucía una cabecera diseñada por Dalí y había sido fundado por un grupo de intelectuales de primera categoría. Más tarde quedó reducido a un mediocre semanario de cultura y arte. Yo entré como redactor-jefe, pero además hacía una sección titulada “Genio y figura” que tuvo algún éxito pues dedicaba dos páginas centrales a personajes de categoria y actualidad. Esto, profesionalmente, siempre es muy agradecido.
El director del semanario en esta etapa decadente era Manuel Riera Crivillé, personaje inteligente, seductor de mujeres y empresarios, con un fuerte componente de iluminado, más soñador que realista, que al final tuvo que poner pies en polvorosa y huir a Francia. Él decía que como exiliado político, cosa que quedaba muy bien, pero en realidad tuvo que tomar las de Villadiego por culpa de un montón de letras impagadas. Tenía una tentadora verborrea y buena presencia y sabía engatusar a la gente con dinero para que le ayudaran a sacar adelante la revista, pero al final se le acabaron los benefactores y se le acumularon las deudas. Pagaba poco a sus colaboradores, y más de una vez nos había dicho, a finales de mes: «Tenemos tanto, así que nos lo repartiremos como buenos hermanos»
Recuerdo que una tarde que yo necesitaba dinero, ya hacia el final, fui a su oficina a ver si podía cobrar. Al entrar en el despacho de su secretaria –Dolors Coll, muy eficiente y discreta–, esta me dijo que el director tenía una visita. Me disponía a esperar lo que hiciera falta, con tal de no irme de vacío, pero pronto empezaron a oírse gritos y chillidos que provenían del despacho del director, gritos cada vez más fuertes. Por si las moscas, le dije a Dolors que ya volvería otro día, y inicié el descenso por la noble escalera de caracol que me conducía al despacho. Aún no había bajado un piso que aquella voz chillona me interpeló, des del ojo de la escalera: «¿Qué? ¿Usted es también uno del grupo, verdad?» «No, yo sólo venía a cobrar, ¿sabe?» respondí sin levantar los ojos y acelerando el paso.
Se cuenta que, al salir de su despacho, Manuel Riera, tranquilo él, preguntó a su secretaria: «Dolors, ¿se han oído mucho, los gritos de este señor que acaba de salir?» «Un poquito.» «Pues avise al carpintero para que coloque un listón en la parte baja de la puerta.» Se ve que ya estaba acostumbrado a esto y a que aquel tipo de “conversaciones” continuara.
   
9. ¿Cree que esta sección le catapultó a El Correo Catalán?

Es posible que algo influyera, aunque en realidad creo fue todo mi currículum lo que me permitió entrar en El Correo. No sabría decirle en qué medida pudo ayudarme la sección de entrevistas en Revista., pues los personajes que entrevistaba le daban una buena proyección.

10. Organizó el primer seminario de Derecho de la Información en España en los años sesenta?. ¿Por qué cree que nadie se preocupo de preparar uno antes?

En la cátedra de Manuel Jiménez de Parga coincidí con Jordi Solé Tura, José Antonio González Casanova, Isidre Molas, Juli Busquets, y Josep M. Vallès, entre otros destacados universitarios. Y en aquella cátedra se organizó el primer seminario sobre Derecho de la Información que se celebró en España. Lo propuse al catedrático don Manuel, como le llamábamos, y me dijo que sí inmediatamente y me encargué de ello.
Después la misma asignatura la impartí en la Escuela de Periodismo del CIC.
Aprovacho para reivindicar la figura del doctor Jiménez de Parga, últimamente caida un tanto en desgracia en Catalunya a raíz de unas palabras suyas quizás inoportunas y mal interpretadas. No se olvide que a su amparo, fuimos muchos los universitarios de las más diversas ideolgías, que nos pudimos reunir y llevar a cabo una labor docente con total libertad. Muchos catedráticos y profesionales de toda índole encontramos cobijo, en tiempos muy difíciles. Y él mismo, con sus colaboraciones en Destino (Notíaias con acento) y La Vanguardia, fué un adalid en la lucha por la libertad de prensa. Esto no hay que olvidarlo de un profesor que estuvo muchos años en Barcelona donde ha dejado muchísimos alumnos y buenos recuerdos.
¿Por qué no se habían creado seminarios sobre Derecho de la Información? Era un tema muy delicado. Había que estudiar y enseñar, naturalmente, la legislantes represiva de eata libertad, entonces vigente, y señalar sus absurdidades y contradicciones. Podías pasarte y crearte algún problema. Seguramente por esto nadie, que yo sepa, antes se había puesto en esta labor. Me atraen los riesgos calculados.

martes, 1 de diciembre de 2009

9.- Vida y muerte de una institució catalana plural y abierta al mundo

 Capítulo 9
CENTRE D’INVESTIGACIÓ DE LA COMUNICACIO

1. ¿Cómo y por qué nació el Centre d’Investigació de la Comunicació (CEDIC)?

Tras el cierre de El Correo, empecé  a colaborar en La Vanguardia como comentarista. Pero un buen dia Jordi Pujol, como había hecho otras veces, me invitó a comer en la Casa dels Canonges, y en la conversación surgió nuevamente  su interès por el mundo de la prensa y de los medios de comunicación en general, y de lo que se podia hacer, de lo que convendría  hacer y de otros asuntos, interesándose, también, por mi disponibilidad.

Después de hablar con Pujol sobre todo esto, tuve una reunión con Lluís Prenafeta, secretario general de Presidència, que me había citado en su despacho del Palau por indicación de Pujol. Salió el tema y como me pidió que concretarà algun proyecto, le adelanté la idea de un centro d'estudios sobre comunicación que, en principio, no le desagradó.

Inicialmente, Prenafeta me empujaba, de una manera muy elegante, para que el posible centro fuera una cosa más o menos profesional, pero yo lo llevé al campo más científico, ya que veía un peligro de politización si se inclinaba hacia un ente de vinculado con el mundo profesional o que pudiera tener relación con él. Quería evitar que puediera convertirse en un posible   enlace  entre Administración y profesionales. Noté que mi fórmula no le convencía demasiado a Prenafeta, precisamente porqué quedaba al margen de la política. Pero como yo contaba con cierto beneplácito de Pujol, la cosa  se enfocó tal como yo deseaba.  

La idea no era del todo original mía, justo es reconocerlo, ya que en el II Congreso de Cultura Catalana y ya en el I Congreso de Periodistas Catalanes se había planteado un posible instituto público de la comunicación que dependiera de la Administración catalana. Recogiendo, en parte, esta idea, decidí seguir este camino.

Una de mis tareas jurídicas en este proceso fue conseguir que en el decreto de creación quedara  bien clara esta independencia política: en uno de los últimos párrafos se decía que si el presidente quería encargar algún trabajo al Centro tendría que ser de carácter científico. Y todo esto para que nunca pudiera haber la tentación de derivarlo a un instituto de encuestas públicas hechas al gusto del gobierno de turno. Me pareció ético hacerlo así, como también no presentarlo públicamente, porqué era la manera de no suscitar envidias ni críticas a las primeras de cambio. Era también una manera de vacunarse contra las presiones, tanto internas como externas.

2. ¿Qué tipo de institución era? Como director, ¿tenía grantizada la independencia del Govern de Pujol?  

 Fue una institución bastante singular. Antes de realizar el proyecto visité cuatro o cinco instituciones o centros parecidos, nacionales y extranjeros, todos dependientes de universidades o de alguna fundación. Que dependiera directamente de la Administración no encontré ninguno, y esto hizo que nuestro  proyecto fuera un caso inédito.

Muchos profesionales y estudiosos, que nos visitaban, españoles y extranjeros, no creían ni podían llegar a imaginarse como un organismo con categoría de dirección general y que dependía directamente de Presidencia, no hiciera política y que tuviera tanta independencia.

Otros profesores, tanto extranjeros como de Madrid y de otras autonomías que querían crear centros similares –como Valencia, Murcia, Andalucía y Galicia–, no sabían como lograr un organismo de estas características: con gente muy plural y que se mantuviera independiente. Mi respuesta era que esto se había conseguido gracias  a un entendimiento explícito y muy leal entre el presidente Pujol y yo como director del Centro; un entendimiento de autonomía funcional del Centro, que nunca saldría de su campo: la investigación científica.

El Centro, por tanto, era de carácter científico, y lo primero que hice fue establecer alianzas con la UNESCO y con otras organizaciones como el Instituto Europeo de la Comunicación, de Manchester, un instituto universitario de Montpelier y uno de Grenoble, entre otros, para afianzarlo. He dicho alianzas, y no vínculos ni relaciones. Que fueran alianzas que empujaran el Centro al exterior, con compromisos hacia fuera, y así, con el soporte de entidades y de personalidades independientes y plurales de todas partes, se evitase un replegamiento hacia dentro y se convirtiese en un instrumento gubernamental de política. Reconozco que fue una estrategia sibilina, pero fue muy útil. 

3. ¿Qué valoración hace de los diez años de existencia del Centro?

Pués, muy positiva y gratificante. Incluso para mi constituyó una  sorpresa. Como ya he dicho, hicimos muchas cosas. Fueron unos años  fecundos y tranquilos. Tranquilos, digo, en el sentido que los temores que tuve durante el primer medio año –que se intentase politizar el Centreme fueron desapareciendo. Pudimos hacer cosas interesantes en el campo de la investigación y promoción dentro de la tarea fijada. Temía al princio que, a pesar de las conversaciones mantenidas  y el decreto de creación, Pujol no pudiera respetar el acuerdo. En este caso, yo estaba dispuesto a dimitir, pero no ocurrió lo temido. En estos casi diez años, Pujol se comportó muy noblemente conmigo. Es en este sentido que digo que fueron diez años tranquilos y fecundos gracias a un buen equipo que tuve la oportunidad de crear.

Pujol nunca me dijo ni me insinuó lo que teníamos que hacer, ni me comentó lo que habíamos hecho, ni insinuó lo que le gustaría que hiciéramos; ni por teléfono ni a través de terceros. Normalmente yo le daba cuenta de lo que hacíamos en el Centre cuando ya lo habíamos hecho. Esto se lo reconozco y le agradezco. Fueron, por tanto, unos años provechosos, de tranquilidad y de realidades, que han marcado huella. Y en su línea inmediatamente surgieron otros proyectos y realidades importantes, como el INCOM, en la Universidad Autonoma, y los premios y  ayudas a la investigación en comunicación del CAC.

4. ¿Qué actividades desempeñaba el CEDIC?

Promovía estudios e investigaba en el campo de la comunicación des de muy diferentes perspectivas: sociológica, económica, política, tecnológica... En este terreno,  fomentaba y coordinaba iniciativas en colaboración con universidades e instituciones, y con organizaciones profesionales y empresariales. Recogía y ofrecía información científica y documental existente en este campo de la comunicación básica... Establecía relaciones con otros centros de características parecidas de todo el mundo        a fin de  intercambiar experiencias y con la finalidad de traer a Catalunya los resultados  de la investigación comunicativa obtenidos en otros países, y de dar a conocer la realidad de la investigación catalana y a nuestros investigadores fuera de Catalunya, si bien algunos ya eran muy conocidos y con gran reputación.

 El Centre, por tanto, era un organismo científico de investigación en comunicación, prácticamente único en España, teniendo en cuenta las características singulares que tenía. Y todo esto, con una estructura y unos presupuestos mínimos, de los cuáles se sacó el máximo provecho. Creo que atinamos con la línea de actuación, aunque al principio yo era como un zahorí que buscaba agua con una varita y un péndulo.

Creamos premios a la investigación sobre comunicación y ayudas a jóvenes investigadores. Organizamos reuniones de intelectuales y de expertos de alto nivel, como las famosas Converses a la Pedrera; internacionales, como el Forum de la Comunicación, con la CNN y Le Monde; promovimos centenares de estudios y de investigaciones, en colaboración con las universidades de aquí y del extranjero y con organismos internacionales; organizamos congresos,  conferencias de  especialistas y personalidades de renombre internacional... Creamos  una base de datos única en España; publicamos libros en diferentes idiomas... Formamos parte de instituciones internacionales... Como director del CEDIC, yo fuí vicepresidente del IMCOM, con sedes en París y Marsella, y Manuel Parés y Maicas fue elegido presidente de AIERI. El CEDIC editó más de setenta publicaciones.

5. ¿Cuáles fueron sus principales colaboradores?

El CEDC fue esencialmente una obra colectiva. Los nombres de los colaboradores que ahora me vienen a la memoria y que más estrechamente trabajaron con el Centre fueron: Daniel E. Jones, Joan Maria Corbella,   Maria Corominas, Lluís Codina, Núria Puig,  Charo de Mateos... Quiero destacar de manera muy especial la importantísima colaboración de Miquel de Moragas, Manuel Parés y Maicas, Josep Guifreu, Bernat López, Marta Civil y muchos otros. Y debo destacar también la aportación de los miembros del jurado de los premios, muy prestigioso y plural: Salvador Giner, Llorenç Gomis,   Carles Sentís, Josepo Maria Casasús, Marc Carrillo, Daniel Giralt-Miracle, Joaquin Tormo y Victória Camps; como se vé, un mosaico diverso y de gran calidad.  

6. ¿Puede decirse que el Centro básicamente promocionaba la investigación?
Promocionaba y realizaba investigación; eran sus objetivos desde el primer dia y no se apartó de ellos. Los actos exteriores, los premios y las publicaciones formaban parte de esta tarea, recogida en buena parte en el llibre "El Centre d'Investigació de la Comunicació: Una institució catalana oberta al món", dirigido por Daniel E. Jones y prologado por Jordi Pujol.

7. ¿No añoraba sus artículos y columnas en la prensa?

Confieso que a veces he dudado sobre si hice bien aceptando el cargo, ya que mi imagen de periodista crítico y rompelanzas seguramente se resintió, de lo que ya me habían  advertido Carlos Sentís («Tu no puedes perder lo que has ganado con la punta de tu pluma», y Josep M. Baygual («Es una lástima que dejes de escribir, con esta pluma tan incisiva y valiente que tienes.») y otros, cosa que me hizo reflexionar. Pero es que yo  había llegado en un punto que necesitaba un cambio: volver en un ambiente más de estudio, más universitario, y dejar de tener la sensación que, si bien lo que escribía tenía bastante eco, en el fondo era como arar en el mar, y además se volvía en algo rutinario. Es una de las servidumbres  del periodismo.

También pienso, muchas veces, que quizás podría haber sido un destacado abogado, un notable médico internista con un cierto ojo clínico, un pasable arquitecto... Pero la vida no vuelve nunca para atrás, y solo tenemos una.     

8. ¿Cuáles cree que fueron las causas del cierre del Centre en 1997, económicas o políticas?

No me gusta hablar de esto....  En fin, se alegaron motivos económicos. Como el Centre estaba en un momento especialmente dulce, intenté encontrar una salida para la falta de presupuesto que oficialmente se argumentaba como motivo para ir frenando el Centro durante el último año de su existencia.

Dirigí mis esfuerzos a buscar colaboración externa, y hablé antes de ello con el secretario general de la Presidencia, Joaquim Triadú. El rector de la Universidad Autónoma me dijo que nos  ayudaría, que seguramente pondría a nuestra disposición un local. Otras universidades se mostraron dispuestas a colaborar con el CEDIC. El Centre Internacional de Prensa también estaba dispuesto a ayudarnos. La Caixa de Catalunya, con la cual ya existía una buena colaboración, se mostró abierta a hacer una aportación para que el CEDIC continuara. La idea era llegar a crear un consorcio en  el que estuvieran todas las universidades con estudios sobre Comunicación.    Todo esto lo fui  intentando concretar en diferentes conversaciones, según le había hablado al secretario general de la Presidencia. Pero, por lo que se ve, en el fondo, lo que él quería era cargarse el Centre y cargárseme a mi, que no me había doblegado ante sus intenciones de domesticar, controlar y ,en el fondo, politizar el Centre.     

Yo informaba por escrito al secretario general de la Presidencia, para tenerle al corriente de cada conversación que mantenía y pidiéndole autorización para llegar a algún acuerdo firme, pero no me respondió nunca. Más tarde escribí una carta al presidente Pujol poniéndole al día de todo, y, por primera vez, tampoco obtuve respuesta. Mal presagio..., algo raro ocurria...

Unos meses más tarde se organizó un seminario para altos cargos. Otras veces, estos seminarios tenían un carácter de orientación y formación en gestión, cosa que me parecía bien, aunquen unca fuí invitado. Como creí que, esta vez, este seminario tenía un carácter marcadamente político –el planteamiento y la temática lo eran, y también las personas que intervenían en él–, decidí no asistir, como tampoco, insisto, había asistido jamás a ningún acto político de ningún signo ni de ningún partido mientras fui director del CEDIC. Mi ausencia cayó muy mal en las más altas esferas, y seguramente les dio la excusa definitiva, aunque jamás confesada, para cerrar el Centre.

Con Triadú habíamos hablado del planteamiento que he explicado antes: Yo intentaría encontrar una solución al problema que el llamaba económico, cosa difícil  de creer teniendo en cuenta el pequeño presupuesto del Centre. Evidentemente, las intenciones del secretario general eran otras. El tema económico era, a todas luces, una excusa.

Después, con procedimientos no muy finos, me empujaron –por medio de un hombre gris y complicado, Juncosa, director general de no se qué– a jubilarme. Y me jubilé. Como es lógico, antes intenté hablar personalmente con Pujol, pero extrañamente no lo conseguí. Más tarde me envió una carta deseándome que guardara buen recuerdo de los años pasados en el cargo de la Generalitat. Sinceramente, me pareció una carta de mal gusto e impropia del presidente Pujol, que estaba al corriente de todo lo ocurrido y de lo que se había hecho por el Centre, y con quien hacía años tenía buenas relaciones. La consideré ofensivo.

9. ¿Por qué le jubilaron?

Acabo de explicar mi versión, que considero fué la real. Poco más le podría añadir, pero no quiero afear a personas. Como he dicho, no me gusta hablar de esto. Porque una cosa que fue muy bien y prestigiaba a la misma Generalitat, resulta que alguien se empeñó en que terminara mal. Los celos son cortos de vista...

10. ¿Cuál fue la reacción general ante el cierre del Centro?

Cuando se supo, por medio de la prensa, que yo dejaba el cargo, hubo un cierto nerviosismo en el gobierno de la Generalitat. Y se produjeron diferentes notas públicas de protesta, y pidiendo la continuidad del Centre, por parte de instituciones, universidades y personas de peso. Yo no  pretendía ningún escándalo, pero algo fue inevitable que se produjera.

Entonces se creó el Consell Audiovisual de Catalunya, y a su presidente, LLuís de Carreras, que también había sido colaborador del Centre, le pareció haber encontrado una fórmula mixta para salvar algunas cosa del CEDIC: acoger a la gente y parte del patrimonio documental y de estudios del Centre. D'esta manera, las universidades –con las cuáles yo pretendía crear un consorcio para un instituto de la comunicación– comprobarían que se estaba haciendo un cierto esfuerzo  para la continuidad del Centre, como habían pedido diferentes personalidades, cargos universitarios y instituciones, como, por ejemplo,  la Societat Catalana de la Comunicació, l’Institut d’Estudis Catalans, el Col·legi de Periodistes de Catalunya, etc. Y es que el Centre fue una obra colectiva que casi todos consideraban algo propio, y se constató que su espíritu tenía una vocación científica, abierta, plural y perdurable. En este aspecto, estoy plenamente satisfecho y agradecido.  

lunes, 30 de noviembre de 2009

10.- Los personajes que le dejaron huella


Tarradellas quiso negociar con Madrid

Josep Pla a Suárez: “Ser guapo no es suficiente para gobernar”.- Pujol puso El Correo al servicio de su idea de Catalunya.-Se comete una injusticia con Andreu Roselló y Jiménez de Parga 



Capítulo 10

1. Con Jordi Pujol tuvo sus diferencias en El Correo Catalán, pero años después apostó por usted para dirigir el CEDIC. ¿Cómo han sido sus relaciones con el ex presidente de la Generalitat?

Con Pujol he tenido una buena relación personal, especialmente antes que fuera President; es decir, antes de 1980. Después hemos charlado algunas veces y siempre le he dicho las cosas con honestamente, tal como yo las veía. Hemos tenido discrepancias, sobre todo cuando se trataba de El Correo, porqué él tenía una visión diferente del periódico, más bien instrumental, que fue lo que finalmente hundió el diario. Lo utilizó como un instrumento político, al servicio de su concepto del país y de su estrategia política. Pujol es un político nato, un gran político, pero es un mal empresario de prensa.

Como digo, con Pujol teníamos algunas discrepancias. Pero quizás debido a la franqueza que teníamos el uno con el otro, al hecho de que ya nos conocíamos y que cada cuál hablaba su propio lenguaje con sinceridad, confió en mi para crear i dirigir el  Centre d’Investigació de la Comunicació, CEDIC, que fué una propuesta mia. No tuvimos ningún problema durante los diez años que duró.
Después pasó lo que pasó, con el extraño cierre del CEDIC, que Pujol no provocó pero que consintió de forma vergonzante. Nuestras relaciones se enfriaron bastante.
Aprovecho la ocasión para desmentir la exagerada afirmación que se hace en el libro “Jaque al Virrey”, de Josep M. Novoa, cuando escribe  que “Espina actuó de preceptor político de Jordi Pujol; lo conectó con cuantos personajes deseaba conocer; no solo le abria puertas, sino que le transmitió toda su erudición en materia política”. Ni nuestra relación llegó a tanto ni Pujol, hombre muy culto y bien relacionado siempre, lo necesitaba.

     
2. Por un artículo sobre la cantante Salomé fue llamado al despacho de Manuel Fraga, que por aquel entonces era ministro de Información y Turismo. ¿Cómo fueron aquellos minutos de conversación?

Cuando Salomé –la del famoso Se’n va anar– empezó a cantar en castellano, escribí un artículo diciendo que ella también “se había ido”, pues cantando en castellano no era la misma de antes. El ministro Fraga me llamó inmediatamente y me citó para el día siguiente en su despacho, a primera hora. Me recibió sin mirarme y sin darme la mano y me soltó: «Hay cosas que no se pueden decir. Usted es catalán; yo soy de la periferia, de Lugo.» Después añadió: «Espina, yo le puedo silenciar.» Le respondí “usted es ministro”. Insistió: «Hay cosas inatacables, Espina, como la unidad de España.» Le respondí: «En lo esencial no seré irreconciliable, pero hay temas opinables.» La entrevista terminó aquí. Me cargó con  tres o cuatro enormes libros que pesaban como el plomo y me despidió.
Mi mujer, que quiso acompañarme, me estaba esperando en un bar al otro lado del Paseo de La Castellana...    

3. Siempre ha dicho que uno de sus referentes fue Jaume Balmes, quien apostaba por relativizar ciertas cosas, es decir ver todos los puntos de vista. ¿Ha practicado esta exigente recomendación en su vida profesional? 

Una de las cosas de Balmes que más me impresionó, y hablo de cuando yo era muy joven, es aquello de que las cosas hay que mirarlas desde todos los puntos de vista posibles y no desde uno sólo, porqué éste es parcial y, por tanto, falso.
Esta idea me ha llevado a la conclusión, quizás un poco gráfica, que las ideas son redondas. Una idea no es nunca cuadrada ni poligonal. Si te mueves a su alrededor, más a la derecha o más a la izquierda, sin perder de vista el núcleo central,  las cosas se ven diferentes. Esto te da un gran espíritu de comprensión y tolerancia, de relativizar las cosas. Es una de las mejores lecciones que he aprendido en la vida y que he procurado aplicar en mi quehacer diario y como periodista

Verdaguer, Maragall, Machado Ruben Dario, Joan Alcover, etc. fueron referentes mios en mi etapa poética que no duró mucho pero que aún añoro. El periodismo y el comentario político pronto me fueron absorbiendo. En este terreno periodistico-político, también Balmes y Joan Margall me influyeron fuertemente, así como las lecturas de Vicens Vives, Ortega y Gasset, Prat de la Riba, Josep Pla, “Romano” (Manuel Brunet),  “Augusto Assia”, Néstor Lujan, Azorín, Gonzaléz Ruano..., por citar algunos nombres que me vienen a la memoria.

4. ¿Qué significa para usted Andreu Roselló, quien le dio plena libertad en su columna «Cada cual con su opinión»?

Tuve la gran suerte de tener a Andreu Roselló como director, en mi etapa en El Correo Catalán. No es que fuese un hombre de inteligencia privilegiada ni una gran pluma, pero sí que tenía una gran intuición y mucha astucia y una inmensa humanidad. Con Roselló se está cometiendo la gran injusticia de ignorarlo. Hay  mucha gente implicada en este vergonzoso olvido, pero algún día habrá que explicarlo clarament, con nombres y apellidos.
Era una persona magnánime. Es sabido, por citar un ejemplo, que Roselló intervino ante el ministro de Justicia, Iturmendi, para que Jordi Pujol fuera trasladado de la prisión de Zaragoza a la de Girona. Quien fue su secretario en El Correo, Paco Ruiz Macipe, era un buen testimonio de este hecho, pues escribió la carta de Roselló al ministro.
Particularmente, debo a Roselló que me llamase para entrar en El Correo y después me animase a continuar mi sección Cada cuál con su opinión. Y que con su astucia me ayudara a capear las situaciones delicadas que creaban mis artículos..
Gracias a Roselló –y en parte a Ibáñez Escofet– El Correo  se convirtió en una escuela de periodistas, ya que se abrió a la realidad y, además, favoreció en la redacción un gran ambiente profesional y de compañerismo. Muchas personas  que han ocupado u ocupan puestos clave en los medios de comunicación y en la sociedad estuvieron en El Correo. Y aún hoy, para presumir, los hay que dicen: «Yo estuve en El Correo Catalán.»       

5. Conoció personalmente al político socialista Ernest Lluch. ¿Qué tipo de persona era?

Lluch colaboró como economista en El Correo, con artículos suyos y, sobre todo, coordinando un buen equipo, competente y trabajador; recuerdo ahora a Eugeni Giralt, Rmili Guasch, Antoni Montserrat...Cuando se producía una noticia importante, aunque fuera a altas horas de la madrugada se reunían para dicutirla y escribir algo, a veces en un bar o un domicilio particular. 
Al  principio, Ernest venia mucho a la redacción pero luego se fue distanciando, seguramente por la influencia del grupo Pujol, ya que eran de distinta tendencia política, y que acabó imponiendo al convergente Josép Maria Cullell para substituirlo.

Lluch tenía las ideas claras, pero escribía bastante mal y había que repasar sus textos. Hizo una buena aportación al diario. Era una persona ilustrada, amable y humilde. Había substituido a otros buenos colaboradores como Armand Carabén, Francesc Sanuy y Joaquim Maluquer,

6. ¿Cómo conoció a Adolfo Suárez y qué opinión le merece su trayectoria política?

Le conocí en una audiencia concedida a la Junta directiva de los periodistas, que presidía Lorenzo Gomis. en la Moncloa. Hablamos distendidamente y, en un momento de la conversación, nos dijo: «A veces me imagino que la acorazada Brunete entra por este paseo de aquí delante y viene a por mi.» Parecía obsesionado por lo que pudiera hacer el ejército en cualquier momento.
Cuando ya nos despedíamos e íbamos a salir, me cogió por el brazo y  me susurró en voz baja: «Tenemos que vernos.». Luego coincidimos en otras ocasiones .como en la residencia de Carlos Sentis en Calella de Palafrugell,, pero no me dijo nada especial. Por cierto que en esta fiesta, entre los asistentes ilustres, estaba Josep Pla quien, en un a parte con un grupo, le dijo a Suárez. “para gobernar es importante  ser guapo, sobre todo para las mujeres, pero no es suficiente”. Adolfo Suárez dimitió el 29 de enero de 2981 y poco después se produjo el fallido golpe de estado del 23-F.

7. ¿Cómo fueron las circunstancias que le permitieron conocer a Josep Tarradellas?

Con Tarradellas tuve una relación circunstancial, pero bastante interesante. Era una persona que seguía de cerca los acontecimientos del país y estaba en contacto, principalmente epistolar, con mucha gente. Me confesó que leía mis artículos. Incluso llegó a escribirme, como hacían otros lectores, pero yo nunca le respondí, exactamente no se porqué, Un día fuí a saludarle en el Hotel France, de Perpinyà, y me dijo: «Recuerda usted que hace unos meses le telefoneó Pujol a El Correo y le dijo que al día siguiente se tenía que publicar, sin falta, no sé qué con no sé qué título?» Le respondí que sí y le pregunté: «¿Cómo sabe usted esto?» Me respondió:«No se fíe de Pujol. Le llamó en mi presencia para demostrarme que el mandaba en El Correo. No se fíe de Pujol.» Curiosamente, Josep Tarradellas y Josep Pla son los dos grandes personajes que peor me han hablado de Pujol.
La superficial  relación que tenía con Tarradellas, que algunos creyeron que era mayor, hizo que el gobierno Suárez, a través de su ministro del Interior, Martín Villa, y del gobernador civil de Barcelona, Manuel Ortiz, me propusiera confidencialmente de sondearlo, incluso yendo a visitarle, para ver si estaría dispuesto a hablar de su futuro y Catalunya. Esto ocurrió, un domingo, en el Gobierno Civil de Barcelona, a donde Ortiz me había citado por sorpresa para conversar sobre “un tema delicado”. Me hizo entrar por una discreta puerta de atrás.   A su propuesta contesté que me lo pensaria con calma, si bien noté que tenían cierta prisa. Habia muchos nerviosismo.
La misma tarde, desde mi casa, lo hice, personalmente, por teléfono y, como es lógico, con un lenguaje bastante críptico. Pero Tarradellas, sorprendido y entre insinuaciones y silencios, me dijo que ya estaba en contacto con un abogado de Madrid (seguramente Manuel Ortinez Mur) y que no podía decirme nada más. Es decir, no descartaba hablar de ello, pero através de Madrid. Fue, ciertamente, una especie de  sondeo insólito y extraño, aunque al parecer más útil de lo que cabía esperar.  .    

8. Estuvo de profesor ayudante en la cátedra de Manuel Jiménez de Parga. ¿Qué enseñanzas le transmitió el que llegaría a ser presidente del Tribunal Constitucional?

Libertad de pensamiento y de expresión. Se practicaba en su catedra, pese a lo dificil de aquellos tiempos, y daba carta blanca a los profesores que le ayudábamos en clases o seminarios.

Fuimos numerosos y de todas las ideologías, los que nos cobijamos en su cátedra, en la que se respiraba libertad y pluralidad. Era entonces el catedrático más joven y explicaba con maestría y claridad la asignatura de ciencia política, Y trataba exquisitamente a sus compañeros docentes, que nos convertíamos en amigos. En el homenaje que le rendimos con motivo de su nombramiento para presidir el Tribunal Constitucional, era impresionante la cantidad y calidad los asistentes. Para citar algunos, que en este momento me vienen a la memória; Solé Tura, Joaquim Molas, González Casanovas, Julio Busquets, Josep M. Vallés, Marc Carrillo, Francesc de Carreras, Lluís de Carreras,

Después, con motivo de una anécdota trivial que se quiso magnificar políticamente, algunos se han distanciado injustamente. La franqueza y esponteneidad con que suele expresarse -que alguien ha calificado de “diarea mental”- le jugó una mala pasada durante unas declaraciones creo que en Granada. Seguramente cansado del conocido “victimismo” catalán, dijo algo así como que mientras en aquella ciudad hacía muchos siglos que ya se hacían artísticas birguerias con el agua, en determiados sitios aún no sabian que era lavarse.

Esto sentó muy mal en algunos medios politizados de Cataluña, y organizaron una despiadada campaña contra el catedrático que había vivido largos años en Barcelona y se distinguió por sus artículos en “La Vanguardia” y en “Destino” en defensa de los principios democráticos. Incluso en el pueblo donde se construyó una residencia de verano, el ajuntamiento le declaró “persona no grata”.

9. Usted ha dicho que Juan Luis Cebrián era capaz de “meter la guía telefónica en un periódico y venderlo con éxito”. ¿Tan hábil es el actual académico y consejero delegado del grupo Prisa?

Aqui hay una confusión, No se trataba de Juan Luís Cebrián, director de El País, sino del periodista catalán  José Luís Cebrián Boné, director de ABC. Además debo reconocer que la frase no es mía. Se trata de un comentario que me hicieron, cuando él era director de ABC, por la forma ágil y atractiva que daba al periódico y por los titulares con que presentaba las noticias; aprendí mucho de él en este sentido. José Luis me abrió las páginas de ABC, que por aquel entonces tenía una gran tirada, y donde publiqué algunos atrículos incluso en la prestigiosa Tercera.   

José Luis Cebrián Boné  nació en Valladolid, pero él se consideraba catalán porqué vivió muchos años en Catalunya. Estudiamos derecho y periodismo juntos, en Barcelona. Tenía una gran imaginación y creó algunos periódicos, que consiguieron grandes tiradas. Tenía una especial sensibilidad para llegar a la gente; no tanto por el contenido como por la forma. Obra suya es el Nuevo Diario, que se publicó en Madrid con gran éxito. Aunque él ya lo tenía todo meditado y planeado, nos reunimos en un conocido bar barcelonés de la calle Caspe para redondear la idea.
Aparte nuestra amistad, hay que admitir, y lo demostró ámpliamente, que es un gran profesional, muy hábil y capaz de hacer cosas importantes, con una gran entrega y un entusiasmo que contagia a todos. Más enamorado de la forma que del fondo, periodísticamente, es cierto que era capaz de vaciar una guia telefónica en las páginas de un diario y presentarlo de tal forma que la gente lo arrebataba de los quioscos.

10. En el Café Gijón, de Madrid, conoció a celebridades como, creo, Ortega y Gasset, González Ruano… ¿Qué opinión le merecieron esos viejos literatos y pensadores españoles?

Durante mi estancia en Madrid, a menudo me llegaba hasta el Café Gijón para vivir el ambiente que allí se respiraba. Los camareros, por ejemplo, me explicaban: «Aquí se sentaba Azorín; allá, Ortega y Gasset... Valle Inclán... González Ruano...», etc. Esto me iba cultivando por dentro una cierta ilusión que hacía que la vida no se me hiciera tan dura por el hecho de vivir en Madrid sólo y con poco dinero.
A Ortega y Gasset no llegué a tratarlo. Estuve en su casa, clandestinamente, para despedirle en la capilla ardiente Allí conocí a Julián Marías, absorto al pié del féretro, vestido de riguroso negro,  impresionantemente recogido e inmovil. Habia muerto su gran maestro. Después asistí al entierro de Ortega, colándome aún no se como, pues había un gran control y una fuerte vigilancia policial.
Con César González Ruano coincidimos algua vez  en el Gijón, a donde solía ir para escibir en un rincón del Café, le saludaba tímidamente a distancia para no distraerle. Este escritor polifacético, pero gran articulista, sin duda me influyó, por su estilo directo y su  formato corto. Amigo del pintor catalán Miguel Utrillo, vivió temporadas en Sitges. Se decía de el que tenía una “mala salud de hierro”, pese a lo cual llevaba una vida bohemia.
Sus artículos eran muy leidos y admirados. Ya cumplidos los 50 años escribió una autobiografía, “Mi medio siglo se confiesa a medias”, de interesante lectura para conocer el perfil de muchísimos personajes de la época.
Al inolvidable García Sanchiz, el gran charlista, no le conocí personalmente, pero asistía a todas sus representaciones. Me cautivaban. Sus monólogos, llenos de descripción poética, despertaron en mi un emotivo y sensual amor por las palabras; por la palabra culta, plástica, musical, llena de vida y transportadora a escenarios y situaciones embelesantes. Años después, me cautivó otro amor, el enamoramiento por los conceptos. No sabría decir, ahora, cual es preferible.