Cálmese
un poquito, señor Mas! Usted no fue a la manifestación y ahora, tras su éxito
de participación, quiere capitalizarla. Un contrasentido. El éxito es de los
que la organizaron y de los que asistieron.
Usted
dijo, muy atinadamente, que no estaría porque, como presidente de todos los
catalanes, no le correspondía estar, ya que no todos los ciudadanos participaban de las motivaciones de aquella convocatoria.
Además, estas eran varias y diversas: malestar económico, pacto fiscal, indignación,
independencia...Todo legítimo, pero para usted era -repetía- el pacto fiscal.
Y
ahora, en nombre de aquella masiva muestra de libertad de expresión popular,
usted pretende ponerse delante y lo hace con desafío y alentando la agitación.
Y esto no es serio si usted quiere seguir siendo el presidente de todos y no de
una parte de los ciudadanos de Catalunya, por muy importante que esta parte
sea. Menos aún, si quiere aprovecharla para los intereses de su concepción
partidista de Catalunya, o quizás electoralmente.
Mire
usted, con crispación social y desafío al Estado no suele conseguirse nada
positivo y duradero. Macià y Companys son ejemplos de ello, por más que ahora
los homenajeemos y honremos. Prat de la Riba, encambio, puso los fundamentos teóricos y prácticos estables
de una Catalunya próspera y orgullosa de si misma.
Usted,
con cierta elegancia y habilidad verbal, agita y desafía. Y esto crea inestabilidad
económica, social y política. El dinero es miedoso y huye, la convivencia frágil y la política voluble. ¿Cree
que es la mejor forma y el momento más adecuado para solucionar los acuciantes
problemas y sacar el país adelante? Puede
ser su legítima percepción, lo que no quiere decir la más acertada. Ni mucho
menos la más compartida por todos los catalanes: los que se manifestaron, por
distintos motivos, y los que no se manifestaron, que son mayoría, aunque quizás
algún día los que la voten puedan serlo; tenga confianza en la gente.
Cuando
el ex presidente Jordi Pujol, político discutido pero de talla, iba a Madrid
hacía pedagogía a favor de Catalunya, al menos de su concepción de ella. Usted va
y desafía las instituciones estatales y crea mal ambiente contra Catalunya. Un
grave error, siempre que no se crea en las bondades del Apocalipsis.
Usted,
señor President, en mi modesta y discutible opinión, incurre en varias contradicciones:
-
Dijo -repito- que como presidente de todos los ciudadanos, no iría a la manifestación (que asegura era
para reclamar el pacto fiscal) y después de que toma un claro aire y clamor independentista, la asume plenamente y la
pretende liderar, dejando así de ser ya el presidente de "todos".
- Usted
va a la capital del Estado a pedir o negociar su "pacto fiscal"
después de declarar solemnemente, aquí y allí, que este es un necesario paso
decisivo para independizarse del Estado.
¿Que quiere que le contesten? Como usted no es ingenuo, hay que pensar que va a
provocar.
- Usted
es legalmente presidente de la Generalitat y representante ordinario del Estado
en Catalunya en virtud preciamente de lo establecido por la Constitución, que
prometió acatar en su toma de posesión, y ahora pretende desobedecerla y llama a desacatarla. Está negando los
propios fundamentos jurídicos y políticos de su cargo; se queda colgado en el
aire.
- Infringir y animar a desacatar, de alguna forma, la Constitución
en nombre de la democracia (que se concreta en el Estado de derecho, aunque
éste pueda no gustar) y del éxito de una
manifestación masiva, es confundir el legítimo y constitucional derecho a la
libertad de expresión, con el resultado de unas elecciones libres y con voto
secreto. Manifestarse no es lo mismo que votar con todas las garantías.
Si
una situación política plasmada en una Constitución, masivamente votada en su día
también en Catalunya, no gusta o se considera lesiva para unos derechos
individuales o colectivos, lo que procede, en lógica, es intentar modificarla.
No pretender reventarla.
Cuando
el presidente Pasqual Maragall se dio cuenta del error cometido con el empeño
de aprobar un nuevo Estatut (con la opinión contraria de Jordi Pujol) y luego
amputado por el Constitucional, con el gran desgaste político y social que supuso,
dijo que no había valido la pena. Y que en lugar de pretender reventar la
Constitución por dentro con el proyecto de Estatut, habría sido mejor empezar
por modificar aquella, ya que se daban ciertas circunstancias favorables.
Tome
nota, señor Mas. Y frene sus impaciencias –por legítimas que sean y pese a
tener estas un importante soporte ciudadano, pero no el claramente mayoritario-
, y cálmese un poco, en bien de un proyecto a más largo plazo y con un apoyo
más indiscutible de la ciudadanía. Y en bien, sobretodo, de la necesaria
estabilidad que requiere ahora el país.
Que el éxito de la manifestación -a la que no acudió- no le suba a la cabeza.
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