Este
lenguaje hipócrita y cínico, que tanto utilizan muchos políticos, es lo que más
desacredita la política. El doble y falso lenguaje. Tanto el heroico como el
salvavidas. No es necesario citar nombres -de aquí y de allí-, para no reducir
a anécdota la categoría. Además, estos dias están en la mente de todos.
Decir
lo que no se piensa es cinismo puro.Proclamar como propio lo que no es más que
una consigna de partido, es simple teatro. Defender lo que ya se sabe que no se
cumplirá, constituye vil engaño.
El
cinismo, la hipocresía y la mentira no son instrumentos honestos ni válidos para la gobernación. La
política -se repite- es el arte de lo posible, y de hacer posible lo que parece
imposible. Pero no con artimañas engañosas e impuras. Las conductas y los
medios innobles o sucios, enmierdan los objetivos más nobles, los idealismos
más legitimos y las ansias de estabilidad más necesarias.
Todo
puede defenderse en democracia, pero con
sinceridad y honestamente. No con engaños ni imposiciones, de ‘iure’ o
de ‘facto’. No atribuyéndose la representación de todos, cuando sólo se cuenta
con la de una parte, devidiendo así a una sociedad plural. Esto contradice el
principio democrático de la buena fe y el respeto al otro. El mismo fundamento
de la convivencia.
Como
en la circulación, la buena convivencia requiere razonables reglas de tráfico a
respetar por todos; reglas democráticamente establecidas. Son las leyes justas
en su contenido y aprobadas por los auténticos representantes de la sociedad.
Solo sin estos requisitos, imprescindibles, y avalados por los órganos
judiciales, podría apelarse, ‘in extremis’, a la insumisión pacífica. La
rebelión abre las compuertas al caos.
En
situaciones de grave tensión, generalmente alentadas por intereses partidarios
o posicionamientos temerarios, y en que el apasionamiento suele ofuscar la
razón, no se repara en los medios, que se creen justificados por inmovilismos
trasnochados, de unos, o por idealismos quiméricos, de otros. Estamos en una de
estas situaciones, que casi nadie quiere, pero que demasiados se dejan llevar
por la fuerza del viento, quizás de un viento soplado entrebastiadores, con más
o menos buena o mala fe, con ánimo redentor de espesas nieblas pero con
consecuencias devastadoras.
Por
esto es tan importante para la ciudadanía, para el pueblo llano, detectar bien y a tempo el grado de cinismo,
hipocresía o engaño de los discursos políticos, de todo signo, que pretenden
perpetuarle inmerecidamente en el inmovilismo o arrastrarle en la aventura de
la rebelión. El tráfico político tiene su código legal. .
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