Y si en lugar de despilfarrar tanto tiempo y energía
en alimentar el enfrentamiento entre Catalunya.y Espanya, se decidiera
emplearlos en la construcción de la concordia, todo el panorama cambiaria. El
panorama presente y el futuro. Y habría más paz en las conciencias y más
bienestar social.
Algunos, demasiados, se han empeñando en agitar
viejos rescoldos de odio en los espíritus ciudadanos, con recuerdos reales o
manipulados, y con frecuencia con más intereses partidistas e incluso
personales, que con sentimientos nobles y de servicio a la colectividad. El
rencor, que corroe corazones, les puede más que la generosidad, que suele ser
más fecunda.
Y así, se ha llegado a un climax de alta tensión
política y social, que unos quieren ver como la oportunidad de un rompimiento
liberador, en el camino de una arcadia feliz, y que otros presienten como un
choque devastador para todos. La ensoñación mesiánica de unos líderes de tres
al cuarto, puede ser tan nefasta como la miopía de unos gobernantes que no
saben o no quieren ver los signos de los tiempos.
Se imponen en el ambiente, lamentablemente, los
discursos del miedo. No uno, sino dos, como denunciaba recientemente, con
claridad y valentía, Raimon Obiols (en TV3), una de las mentes más
lúcidas del socialismo catalán. El miedo español al llamado desafío catalán,
que se traduce en un discurso centralista empeñado en infundir miedo anunciando
todas las catástrofes habidas y por haber, a los partidarios de decidir
separarse del actual Estado común, y el discurso del miedo practicado desde el
soberanismo asegurando incluso la desaparición de Catalunya si esta sigue
permanecido en la actual situación “de sometimiento y degradación” de su
identidad. Obiols, con una visión más desapasionada de la historia y del
futuro, no comparte este doble discurso.
Como ha recordado hace poco el pensador y escritor
catalán Luis Racionero (en La Vanguardia), Francesc Cambó, que era un
catalanista muy inteligente, dio con un título inspirado para su ensayo
político: Per la concòrdia. Ha pasado casi un siglo -dice Racionero- y
estamos en la discordia, que es desavenencia de corazones. Y es que el nacionalismo
catalán y el español -concluye- son una cuestión cordial, un conflicto de
emociones como todos los nacionalismos.
Aunque esto sea verdad, no hay que desconocer el fuerte
componente económico, además de la identidad cultural, en el enfrentamiento de
nacionalismos. Haber sabido explorar esto (“España nos roba”) ha sido
uno de los elementos clave de la expansión del
soberanismo catalán. Es lo que se viene llamando “nacionalismo de
cartera” (Josep Cuní). Esta suma ha sido decisiva para la movilización popular
y en la decantación de la opinión pública.
Pero el camino del choque no va a ninguna parte. Al
final, ni se producirá, más allá del gran ruido político-mediático, ya que el
carácter catalán no está para estas aventuras a la hora de la verdad, como ya
se está viendo ahora en las crecientes discrepancias, ni es imaginable dado el
enorme desequilibrio de fuerzas -legítimas, legales y de imposición- entre las dos partes. Además, siempre que ha
ocurrido Catalunya ha salido perdiendo, como en el tristemente famoso 1714 (que
absurdamente se quiere conmemorar oficialmente), y hay que aprender de la
historia para no repetir errores.
Mal camino, president Artur Mas, seguir alentando
desafíos y enfrentamientos. Usted no será ningún héroe patrio, porque además de
no gobernar como se merecen quienes le votaron y los todos los catalanes, ha
creado un ambiente -dentro y fuera- de discordia que solo puede llevar a
sufrimientos y desengaños. Habla de diálogo y conduce al país a lo que llama
“choque de trenes”. En el fondo sabe, aunque lo tape o disimule con hábil
retórica, que la realidad le impondrá ensayar otros derroteros y entonces usted
quedará definitivamente desprestigiado ante los votantes y la ciudadanía.
Practique el diálogo y la negociación de que tanto habla. Vuelva a ensayar, con
más vigor y ambición, lo que hizo con notables logros, el president Jordi
Pujol: el entendimiento, la colaboración y el sacar partido de las
negociaciones. A fin de cuentas, vuelva al Catalanismo de la mejor historia de
Catalunya.
En lugar de alentar a la discordia, construyamos la
“Concordia” que propugnaba el insigne político catalán Francesc Cambó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario