Comentarios y Análisis de Política

miércoles, 8 de diciembre de 2010

2.- INFANCIA EN VIC

Capítulo 2

1. Le tocó vivir la Guerra Civil cuando era niño. ¿Qué recuerda de aquella contienda?
                                                        
Un ambiente de tristeza, desasosiego y de preocupación familiar y en el entorno. Y sobre este telón de fondo   negruzco, ya algo nebuloso  por la lejanía, muchas escenas concretas hirientes y vivas de desazón, miedo, terror... Pero -¡bello contraste! -, en este cuadro desolador brilla en mi memoria algo emocionante: el gran cariño y abnegación de unos padres amparando, bajo la tormenta, la debilidad infantil de sus hijos. Gozosa experiencia de tener unos padres que te cobijan en su serenidad y amor. Escenas y experiencias ciertamente imborrables, como marcadas a cuchillo  en la carne viva del alma.
    Sí, sentíamos miedo al sonar las sirenas que avisaban de los aviones...; al oírlas nos escondíamos bajo colchones o en refugios, como el de sacos de sal que hizo nuestro padre, –con un lápiz entre los diente- para protegernos de los bombardeos. Durante uno de estos bombardeos, con mi madre en cama con tifus,  murió de pulmonía un hermano de pocos meses; mi padre le puso el reloj delante la boca y ya no respiraba,,,. Para darnos de comer y calzado nuestro padre tuvo que dar en trueque las correas de la pequeña fábrica que había heredado sin capital ni materia prima para hacerla funcionar. Tuvimos que  abandonar la ciudad para escapar de las bombas, pero en la masía, La Casanova,  en que nos acogieron unos parientes, los obuses nos sobrevolaban día y noche. Pero al menos allí podíamos comer del campo y la granja... Para no ser encontrado, algunas noches  mi padre dormía en pajares o en tartanas de casas de payés vecinas. Un DIA le llamaron al ayuntamiento, no sé si para aquellas terribles “sacas” para los “paseos” en que se fusilaba por las carreteras a los escogidos, pero un miliciano antiguo trabajador de casa, le sopló al oído que se marchara rápidamente de allí; y así se salvó. Más tarde le enrolaron en una brigada para construir a pico y pala un aeropuerto precisamente en una pequeña finca de mi madre que sirvió de garantía bancaria para un préstamo bancario para poner en marcha la fábrica. Y así podría ir contando tristes recuerdos  de un tiempo que quizás es mejor olvidar.
   ¿Olvidar? No, no es posible olvidar algo que te ha marcado para toda la vida, que ha puesta esta en riesgo... Que ha dejado tu familia malparada y con seres queridos fusilados en las cunetas. ¿Intentar olvidar? Siempre que lo intentemos todos, y no solo unos para recibir luego, como proyectiles en tu cara, los rencores de otros. El tiempo lo difumina todo, pero no lo borra.

2. ¿Qué le explicaban sus padres de lo que estaba  sucediendo en España?

Yo tenía seis años. ¿Qué podían explicarme? ¿Y qué podía yo entender? En sus rostros se reflejaba bien lo que callaban sus bocas. A veces les oíamos comentar en voz baja atrocidades: a fulano se lo han llevado de madrugada, de zutano hace días no se  sabe nada, la tía monja vendrá aquí de paisano porque han cerrado su convento, dicen que está ardiendo la iglesia tal, han hecho un llamamiento para  que se lleven todos los objetos religiosos a la plaza mayor para quemarlos, etc. Todo en voz baja, como susurros. A nosotros se limitaban a ampararnos y a darnos cariño. El silencio y el amor era su mejor lenguaje. Pero se les entendía todo...

3. ¿Qué otros hechos le marcaron en sus primeros años de vida?
                                                                                             
Muchos. La muerte de otro hermano pequeño atropellado por un coche de línea a la salida del colegio de los maristas;  las linternas que se sacaban al anochecer  por los ventanales del manso La Espina en señal de que ya podían regresar del bosque los curas que mis abuelos tenían escondidos en sótanos y bodegas. Las peleas salvajes con piedras entre chicos de las masías de Collsuspina y los del pueblo. La huida a pié por las montañas hacia Francia de muchos conocidos –también mi "tío de América"-, los mutilados de guerra que se veían por las calles. El sembrado de cruces cerca de las carreteras en recuerdo de los lugares donde los rojos habían fusilado a tanta gente. La escena de mi padre arrancando las correas de las poleas de transmisión de la fabrica para darlas en trueque de zapatos para nosotros. ¿Por qué seguir contado miserias y desgracias?
¿Buenos recuerdos? El final de la guerra, en que la gente se echo en multitud a la calle para celebrarlo... Pero, sobre todo, el tener unos padres cariñosos, acogedores y comprensivos. Respetuosos de tu personalidad. El consejo de mi padre Ramón, cariñoso y un tanto impulsivo, era : "deja siempre un palmo de cuerda". Y el de mi madre Ramona, ejemplo de serenidad y ecuanimidad: "Haz las cosas lo mejor que puedas y después Dios pondrá el resto". El sentido práctico de estos lemas me ha servido en muchas ocasiones durante toda la vida.
                                                                            
4. ¿Cómo era un día normal en la vida de la familia Espina?

  Se vivía un ambiente austero, respetuoso y de práctica religiosa, sin exageraciones en nada. Se respiraba  equilibrio entre el carácter emotivo e impulsivo   paterno, y el sereno y calculador materno. Sin problemas familiares entre mis padres ni de nosotros con ellos, a los que respetábamos mucho y siempre tratamos de usted, lo cual ponía cierta distancia -que ahora no  sabría decir si buena o no- pero seguramente  no fue mala, vistas otras experiencias.  Y compaginándolo con los estudios, todos los cinco hermanos ayudábamos  en la pequeña industria familiar de embutidos, ya fuera dándole a la manivela de la maquina de triturar carne, haciendo  o acarreando paquetes o atendiendo a los clientes. La experiencia más impactante  fue la de ir  cobrar a algunas tiendas morosas asegurando que no nos moveríamos de allí hasta que nos pagasen, y repitiéndolo en voz alta cada vez que entraba un cliente. Y también la de ir a vender en los mercados y colegios de Barcelona; los compradores siempre te pasaban delante y había que hacer largas esperas para que los tenderos te atendieran. Todos hicimos o estudiamos lo que nos pareció mejor, sin imposiciones.

5. En más de una ocasión ha confesado que se quedaba muchas noches devorando .libros ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?    

De niño tenía mucha afición a la lectura, en parte por influencia de mi  hermano Ramón y algunos de sus amigos. Por ejemplo, me encantaba leer a Verdaguer. Primero, el Verdaguer lírico; después, el Verdaguer épico. Aun me emociono cuando recuerdo que la primera vez que mi padre me dio un duro compré Idil·lis i càntics místics.. Era una edición barata, de aquellas encuadernadas  en papel amarillo. Creo que  fue el primer libro de poesía –en realidad fue el primer libro– que adquirí. Lo guardaba en una pequeña estantería situada enfrente de mi cama. Para que se mantuviera en pie –era el único libro que había–, le puse un tintero a cada lado. Me sentaba a una mesilla que tenía en la habitación y, satisfecho, miraba y volvía a mirar el libro, me levantaba, leía algunas páginas y lo volvía a colocar en su sitio amorosamente, con devoción y respeto, emocionado... Quizás así empezó, para bien o para mal, mi historia de comunión con los libros. No sé si para bien o para mal, digo, porque creo que si ahora volviera a empezar talvez me dedicaría a otra cosa, seguramente a una de resultados más tangibles y útiles.. Y barrunto que algo parecido le debe pasar, en su fuero interno, a mi primo, el poeta José María Font Espina, cuando una vez  hablando de estas cosas se le escapó del alma una expresión así:- Si un día tuviera un hijo y me lo encontrara haciendo una poesía le daría un bofetón que lo estamparía a la pared.

6. ¿Y sus primeros referentes?

Resumiendo le diré: Pienso que Verdaguer despertó en mi la sensibilidad lírica y épica; Balmes, el gusto para la reflexión; Torras y Bages me infundió un sentido de catalanidad que nunca ha llegado a ser nacionalista, pero sí de fuerte catalanidad; i Joan Maragall me indujo a una actitud de dialogo y apertura en relación con las otras culturas; por ejemplo, con la castellana. Dicho así queda bonito, ¿verdad? Y pretencioso, ¿no?, defecto que creo llevo dentro aunque procuro disimularlo, porque soy un tímido rematado. Esto  José Mariah Huertas, con su fina percepción, lo describió certeramente en una entrevista que me hizo hace más de cuarenta años: -A Wifredo le gusta pasar desapercibido físicamente, pero no intelectualmente.

Un hecho que me marcó. Fue en unos juegos florales de Cantonigròs, un pueblecito cercano a Vic. Me dieron un premio de poesía, y el director del certamen, el crítico y escritor Joan Triadú, al entregarme el premio me dedicó unas breves  palabras, pero que me animaron a seguir. Por otra parte, mosén Vilacís, el director del colegio Sant Miquel dels Sants, de Vic, en el que estudiaba, creó unos memorables certámenes  literarios para estudiantes que hicieron época. y a los que me presenté muy pronto. Eramos cinco o seis los que solíamos disputarnos la mayoría de los premios: recuerdo ahora a Font Espina, Sola Sala, Joan  Ginebra, Mª. Angels Anglada, Miró...


8. ¿Cómo asimilaba su éxito?
 
Me parece muy altisonante la palabra éxito para referirse a aquellos premios escolares. Eran, en definitiva, algunas compensaciones que la vocación y el trabajo acaban cosechando con un poco de suerte. Esto no se asimila, simplemente te complace y te estimula. Con frecuencia también te halaga la vanidad  que, en mayor o menor medida, todos llevamos dentro.

9. ¿Qué personas le apoyaban para que continuara labrándose un camino en el mundo de las letras?

     Como he insinuado, tuvo un papel determinante, como mossén Vilacís, el director de mi colegio. En sus clases de literatura leíamos las redacciones en voz alta, y las mías eran bastante esperadas por los compañeros; y él siempre me animaba a escribir y a leerlo después  públicamente, en clase. He de mencionar, de forma especial, al profesor de literatura Guillem Serra, de sobrenombre "el peix",  que te hacía sentir los textos en el alma. De cada autor solía leer unos párrafos en clase, y lo vivía tan profundamente que te contagiaba. Es el profesor que más ha influido en mi vida profesional.
  Al mismo tiempo, en mi casa, aunque todos coincidían en repetirme que “de esto no se vive”, mi padre a veces me pasaba un periódico y me decía: «Por qué no lees este artículo?» Otras veces, con unas tijeras recortaba unas frases o unas palabras de un artículo y me decía: «A ver si lo puedes reconstruir.»
A partir de aquí, creo que mi destino ya estaba encaminado.

10. ¿Por qué le echaron del periódico Ausona?

 Yo había propuesto a la redacción algunas cosas, algunos cambios que no gustaron a las autoridades del Movimiento, que eran los que mandaban en el periódico... y en todas partes. Una de las cosa que propuse fue que se eliminaran del periódico el yugo y las flechas (signos del "Movimiento Nacional") y otras cosas por el estilo.
  Cierto día hubo una reunión pública de las autoridades provinciales en el ayuntamiento de Vic, en la Sala de la Columna, y aquel día y allí mismo me expulsaron solemnemente del periódico.
  El entonces alcalde de Vic,  Josep Maria Costa Velasco, creo que pasó un mal rato, porqué no le gustaba nada lo que dichas autoridades provinciales hacían, pero como estaba sometido a ellas...
Y el concejal de Cultura, Manuel Portabella, que era amigo mío y muy juicioso, más tarde me dijo: «No entiendo como has podido decir esto, si eres la esencia de la ecuanimidad.» Y es que en aquella reunión, en vez de defenderme y intentar apaciguar las cosas, tomé la palabra y eché más leña al fuego diciendo que el periódico que hacíamos “sonaba a hueco y artificial”. Y por si no era suficiente añadí que “lo que tenemos que hacer es reflejar esta realidad y no repetir las consignas oficiales que nos mandaban  las autoridades".
A la salida de la reunión, algunos significativos  asistentes al acto me esperaron unas dos o tres calles más lejos, por miedo, para decirme: «Muy bien, muy bien»... y desaparecer rápidamente. Con todo, fue mi pequeña victoria, así lo viví al menos, de autenticidad y sinceridad en ambiente adverso. Pienso, a veces, que fue la primera piedra o manifestación pública del "sentido de independencia" (como escribió Lorenzo Gomis) que me ha caracterizado de forma innata.




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