Comentarios y Análisis de Política

lunes, 6 de diciembre de 2010

4.- LA EXPERIENCIA PROFESIONAL EN MADRID

CAPITULO  4

1.      Se trasladó a Madrid en 1955 para hacer el último curso de Periodismo ¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza cuando recuerda su estancia en la capital?

Un buen recuerdo, del que aún siento cierta nostalgia. Es posible que esto sorprenda a algunos en Cataluña, donde no es políticamente correcto decir cosas así. Pero es la verdad. Fue el segundo salto en mi vida pasar de Barcelona a Madrid.; el primero fue el traslado de Vic a Barcelona. En cada uno de ellos se me abrieron horizontes y expectativas; viví nuevas experiencias, conocí a gente diferente y contacté con sensibilidades distintas. Cada salto fue enriquecedor. Por más que ames a tu tierra, hay que salir de ella para verla con otra perspectiva. A veces, el mero cambio geográfico ya supone un cambio de enfoque de ver las cosas. Las becas Erasmus son muy importantes por lo que aprendes, pero también por sumergirte en las culturas de otros países. Hacer “la mili”, por ejemplo, pese a los  muchos inconvenientes conocidos, para muchos jóvenes suponía salir de casa, conocer mundo y, en cierta forma, entrar en la madurez.

Lo primero que hice al llegar a Madrid fue una novatada: ir al “kilómetro cero” de la Puerta del Sol; era entonces experimentar una sensación interesante.. Empezabas a entender ciertas cosas, a sentirte algo distinto. Esto parecerán banalidades, tonterías, pero es algo que tiene su secreto, sobre todo psicológico. Allí se vivía, y se vive, de otra manera. Te miras el ombligo, pero otro ombligo. La tentación centralista y de poder cuando vives allí es muy acentuada. Los simples cambios de ubicación geográfica, si se soportan bien, te pueden enriquecer.

En la vida, hay que recorrer mundo. Con una condición, claro: no llevar siempre enfundada hasta el cuello la “barretina” que todo catalán se encuentra puesta ja al nacer. No debe taparnos los ojos y los oídos, no debe aislarnos del entorno. Hay que ser permeable a las nuevas realidades y vivencias, para enriquecerte.


2.  Ganó un concurso para dirigir el semanario madrileño Crítica y decidió quedarse a vivir allí.

Al menos, temporalmente. Era una oportunidad profesional y una nueva experiencia. “Crítica" era una revista esencialmente de espectáculos -cine, teatro, cabaret, vida de los artistas, etc.-pero también llevaba reportajes, entrevistas, comentarios… Contaba con colaboradores reconocidos, como Tico Medina, “Yale” y luego Lúcio del Álamo, entre otros. La dirigí durante algo menos de dos años, y me permitió una experiencia interesante, como fue entrar en contacto directo con un mundo y un tipo de gente para mi entonces totalmente desconocidos, y que aquí después tampoco he tenido ocasión de conocer, aunque también debe haberlo.
  

3. El propietario de la revista sólo estaba preocupado por vender muchos ejemplares. ¿Cuáles eran sus portadas preferidas, por ejemplo?

El propietario de Crítica, Emilio Revilla, muy listo, simpático y gran trabajador, tenía un importante negocio de papel, que llevaban el y su mujer. Venía a la redacción solo los viernes por la noche, a la hora del cierre, para echar una ojeada a la revista y para comentar como habían ido las ventas de la semana anterior. Era un hombre obsesionado con las portadas femeninas, con chicas  atractivas, rubias explosivas... y con poca ropa, hasta lo que entonces la censura permitía. Le gustaban y decía que hacían vender. Y
No fallaba; las semanas que salíamos con una portada así vendíamos muchos más ejemplares. Casi un tercio más.

A esto, como es sabido, recurren muchas publicaciones, de manera más o menos descarada, incluidas las llamadas serias. Y es que la mujer  siempre ha sido, y es, un excelente ‘producto’ comercial, escandalícese quien quiera; las cosas son así, por mucho que se lamente. La naturaleza le ha dado cualidades para  esta condición. Solo hace falta ver los amplios espacios que los diarios dedican, además de a las fotos femeninas, a las llamadas secciones de “contactos”, auténticos escaparates y bolsas de compraventa o alquiler de mujeres –gran fuente de ingresos de las publicaciones- , y esto sin que casi  nadie proteste; el negocio es el  negocio, ya se sabe, y cuidado con protestar! Y véase el éxito de las revistas “del corazón “ y las “para hombres”...

Una noche Emilio Revilla entró en la redacción de “Crítica” con un aire madrileño muy chulo y chillando: «Quiero portadas con más tetas y más culos!» . Por lo visto, la semana anterior se habían vendido menos  ejemplares. Además, malas lenguas decían que las chicas cuyas fotos a veces él nos traía para la portada eran “amiguitas” suyas; doble negocio!
   Esta histérica  reacción me chocó mucho... Y me hizo entrar ganas de dejar la revista. Lo que hice a no tardar mucho. Pero todo esto son anécdotas personales. La verdad es que mi estancia en Madrid fue enriquecedora, claro que habría preferido París...
  
4. En sus primeros pasos en la capital contó con pocos recursos y estaba lejos de la familia... ¿Tenía, alguna vez, la tentación de hacer las maletas y volver a Cataluña?

Fui a Madrid, como he dicho, para terminar la carrera de periodismo, después de los dos primeros cursos, que podían hacerse en Barcelona. Y sí, pasé alguna escasez económica. No podía recurrir a la familia, que no estaba demasiado contenta de tenerme lejos; habría preferido que estuviera, con mi hermano Miquel, en la fábrica de embutidos de mi padre, en la que ja había trabajado muchos veraons y de vendedor mientras estudiaba  en Barcelona.

Recuerdo que, una vez, con  mi primo, el excelente poeta, José Maria Font Espina, que vivía en Madrid como corresponsal de laa revistas “Garbo” y “Fotogramas”,  tuvimos que ir al Monte de Piedad a empeñar la máquina de escribir para conseguir algún dinero que nos permitieran  pagar la pensión y llegar a fin de mes. Sí, sí, más de una vez estuve tentado de dejarlo todo y volver a Barcelona, pero mis conocidos catalanes en Madrid –Manuel Ortínez, José Maria Fontana, etc.– me aconsejaron que me quedara allí, que es dónde se meneaba el ajo. Esto y el hecho de que mi primo ya se hubiese afincado en la capital me animaron a seguir..

Quiero decir que esta etapa fue para mí una excitante experiencia a la cual no renunciaría y que me gustaría que pudieran tener otros jóvenes, como era yo entonces. Fue enriquecedora, aunque a algunos pueda extrañarles. Por otra parte, Madrid me dio una vivencia positiva de ser catalán, porqué allí, en aquel tiempo, tuve la impactante impresión de que ser catalán era como tener un master, una circunstancia que daba puntos, te abría las puertas... Lo cual, tal como van las cosas, no creo que ocurra ahora, al menos aparentemente.

5. ¿Quiénes fueron los periodistas que más le influyeron en aquella etapa?

Uno de los profesionales que, al principio, de alguna manera me dic oxígeno para continuar en la tarea fue Emilio Romero, a quien he de estar agradecido pese a no compartir en nada su ideología. Leía con interés sus influyeses escritos e intentaba descubrir las artimañas de qué se valía para decir las cosa entre líneas. También me influyeron personajes de tendencia muy distinta como Jesús Gómez de la Serna, Calvo Serer, Jesús Iribarren, Pablo Castellanos, Pedro Altares, Peces Barba..., todos ellos forcejeaban para conseguir un poco de apertura en aquel régimen que lo invadía casi todo. Y tuvo incidencia en mi, principalmente,  el importante equipo de Cuadernos para el diálogo, de Ruiz Jiménez, revista que marcó una época y de la que salieron muchos políticos, algunos aún con notable influencia: ucedistas, socialistas, democristianos y populares.


6. ¿Qué  tipo de relación tenía con el franquismo?

Todo el país  estaba metido de alguna manera -unos  sólo los pies, otros hasta el cuello, unos terceros en actitud más expectante- en lo que llamamos el franquismo, lo que no significa que todos estuvieran de acuerdo o participaran del franquismo. En una situación de dictadura apenas queda espacio libre, en la vida pública, para respirar otra cosa o para poder actuar por propia cuenta. Es, por otra parte, cuando uno tiene ocasión para demostrar su capacidad de resistencia o de distanciamiento, su personalidad.

Inevitablemente, tenías que tratar y compartir situaciones profesionales y cotidianas  con compañeros franquistas, unos de convención, otros de conveniencia y unos terceros con distintos grados de discrepancia disimulada o manifiesta. Hay que decir que había muchos más franquistas de lo que ahora parece o se cree. O se quiere hacer parecer. La burguesía catalana –muy afincada allí, en cargos importantes-, por ejemplo, era de alguna manera mayoritariamente franquista, no nos engañemos ni tratemos de  engañar a nuestros hijos o nietos. Los hechos son los hechos.

Uno de los personajes franquista de convicción que tuve que tratar  bastante fue Juan Aparicio, director general de Prensa y director de la Escuela de Periodismo. ¿Cómo no iba a tratarlo? Incluso diré que me cogió cierta simpatía; sospecho que porqué yo decía las cosas claras y no era servil en mis actitudes. Algo parecido me ocurrió, años más tarde, con otros personajes de otro signo bien distinto, por ejemplo con Jordi Pujol: nos conocimos discutiendo, y al final terminamos bastante amigos. Son personajes inteligentes que saben valorar las cosas. Con Aparicio empezamos a simpatizar –personalmente, no ideológicamente, claro– discrepando. Después casi no había acto público, de carácter profesional, donde no me invitara y, en algunas ocasiones, me pedía que pronunciase algunas palabras. Era simpático, con una extraordinaria memoria, y le gustaba estar al corriente de todo. Esta circunstancia me permitió conocer algo del ministerio de Información y Turismo por dentro, sus entresijos, lo que me proporcionó una cierta cercanía con una realidad para mi totalmente nueva e incluso sorprendente.   


7. ¿Qué postura tenían los periodistas respecto del régimen?

Existía un divorcio, que fue creciendo, entre régimen y sociedad, y también entre un periodismo más o menos oficial y la sociedad. Había el profesional que comulgaba ideológicamente con el régimen y el que servía al régimen para poder vivir. Y los que simultaneaban el ejercicio del periodismo con un cargo en un ministerio, una dirección general, etc., cosa que ocurría a menudo. Algunos por simpatía, pero la mayoría por necesidad de supervivencia. Los que guardaban distancias con el régimen fueron con  los que conecté mejor, sobretodo con algunos sectores, en donde había periodistas muy profesionales y dialogantes, principalmente en el entorno de los diarios “Madrid” e “Informaciones” y las revistas “Ecclesia”, “Mundo Social”, y algunos movimientos católicos, como la OAC. Mis entrevistas con Jesús Iribarren, director de “Ecclesia” y con su sucesor Antonio Montero, luego obispo, me impactaron bastante: vi la parte antirégimen de la Iglesia. Curiosamente, los dos mes aconsejaban, no se poquè, quizás por la dureza de la vida en la capital para un joven recien llegado, que volviera a Barcelona.


8. ¿Cómo se veía entonces Cataluña, desde Madrid?

Sinceramente, con una acusada admiración. Los evidentes malentendidos y las fricciones han venido principalmente después, de manera acusada en los últimos años del pujolismo. Siempre, históricamente,  ha existido una fuerte rivalidad, bastante lógica, dado que representan dos mentalidades diferentes  y contrapuestas; dos culturas muy distintas. El centralismo y el autoritarismo -simplificando- frente a  la descentralización y el liberalismo. Son actitudes y sentimientos que marcan ambas sociedades, más allá de la política. En aquellos años de pensamiento gris, "lo catalán" era valorado, como portador de  seriedad, rigor, laboriosidad y apertura. El fuerte despertar nacionalista, más que el tradicional catalanismo, chocó con el nacionalismo estatal, que parecía se daba como algo normal, más o menos aceptado por una sociedad traumatizada y narcotizada por las terribles consecuencias de una guerra civil.

Las edites periféricas, de manera especial, fueron rescatando de la memoria dormida los recuerdos y vivencias históricas propias, reivindicando sus singularidades, su personalidad y, en consecuencia, su derecho a existir y a diferenciarse. Se rescataron valores autóctonos reales y, en algún caso, se magnificaron e incluso de inventaron otros, en el hervor de un revisionismo y de unas reivindicaciones que precisamente se crecían al topar con un centralismo españolista acrecentado. Estas posturas se han ido retroalimentadas con el tiempo. Así, pies, aquella admiración fue derivando en recelo e incluso rechazo en determinados estamentos, que fueron contagiando paulatinamente a la sociedad.


9. ¿Qué semejanzas y qué diferencias veía en la prensa madrileña con respecto a la catalana?

La prensa de Cataluña y la de Madrid eran, y siguen siendo, muy diferentes. Sospecho que a veces  aquí se quiere insinuar que la de Madrid era mala y la de Cataluña buena. Cuidado con esta caricatura! La prensa de Madrid era entonces más oficiosa, más pegada al poder, que la catalana. Cuestión de proximidad y de que  personajes de la vida política o del gran poder económico las habían creado o estaban vinculados con ellas. La prensa de aquí era muy prudente, pero a veces detrás de la prudencia hay otras cosas: relaciones de amistad, contactos, reuniones, llamadas telefónicas, maneras de distribuir la publicidad... Tendríamos que meditarlo, todo esto, no fuera el caso que, por estar tan satisfechos de que saquí seamos tan prudentes, no viéramos que el llamado “oasis catalán” con frecuencia se ha debido a complicidades que luego han aflorado con motivo de algunos casos de amiguismo y corrupción.. Quizás no estaría de sobras que alguna vez también nos diéramos en la cresta los unos a los otros a cambio de más realidad, desterrando falsos consensos...


10. ¿Cuándo y por qué decidió volver a Cataluña?

Regresé  a Barcelona para cursar el doctorado en derecho, y me vine con la delegación de la revista Crítica, que al principio me permitía ganar algún dinerillo para ir tirando. Compaginé como pude la docencia en la Escuela de Periodismo del CIC y en la Universidad de Barcelona –en la cátedra de Jiménez de Parga, que cobijó y ayudó a muchos disidentes del régimen (socialistas, comunistas, catalanistas, etc) y que llegó a ser presidente del Tribunal Constitucional– , con mi trabajo en el prestigioso semanario Revista, propiedad y dirigido por Manuel Riera Clivillé, un personaje inteligente, seductor de mujeres y empresarios y con un importante componente de iluminado.

En el declive de la publicación, a cada paso atrás salíamos con un editorial presentándolo como un nuevo paso adelante para la mejora de la revista y en servicio de sus lectores. Mientras, los acreedores le perseguían e incluso nos paraban a los colaboradores para reclamarnos que se les pagara. Riega Clivillé nunca perdía la sonrisa y la esperanza. Un dia, después de que en su despacho se oieran gritos y palabras duras de un acreedor que ya estaba hasta el gorro, el director sale sin inmutarse y le dice a la secretària, Dolors: “¿Se ha oido mucho lo que hablábamos? Pues, avise al carpintero que ponga unos lintones debajo de las puertas”. Era alucinante.

En esta etapa  hice amistad con personajes de las letras muy importantes, que Riera Clivillé había logrado mantener como colaboradores del semanario. Cobrábamos poco, y al final, nos repartía lo  que quedaba en la caja...Tiempo después, me dijeron que Riera Clivillé se había ido a Francia ,huyendo de los acreedores, y que daba clases en la universidad de Perpinyá.

Por mi parte, me llamó el director de “El Correo Catalán”, Andreu Roselló, creo que por indicación del amigo Josep Faulí, que había sido fulminantemente despedido por encabezar una protestar interna que incendió los ánimos de mossén Rosell, que entonces mandaba mucho y que precisamente había metido a Faulí en el diario. En junio de 1961 entre en el diario, y  al cabo de unos meses, el 5 de noviembre de 1961, con tres mil pesetas de sueldo, me casé con María Dolors Pahí, y nos hipotecamos para comprar un piso. Mi vida quedaba, pues, montada, definitivamente en Barcelona.

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