Artur Mas, político inteligente y hábil, volverá a ganar,
pero la torrencial afluencia de votos que reclama a voz en grito para llevar a
cabo su plan independentista no parece que se produzca. Con lo cual,
posiblemente queda como está ahora o casi, según se desprende de todas las
encuestas.
Las urnas ratificarán o rectificarán estas previsiones el próximo
domingo. En todo caso, queda claro que la sociedad catalana es plural en
sentimientos, intereses y opciones políticas y sociales. No es homogénea como
quisieran las formaciones políticas que siempre en nombre “de la voluntad del
pueblo”, intentan monopolizarla. No es nacionalista ni españolista; no es de
izquierdas ni de derechas. Es una cosa y otra; lo es todo a la vez.
El último debate televisivo entre las siete fuerza políticas
con representación parlamentaria, lo ha vuelto a confirmar y visualizar
claramente. Quizás esta ha sido su mayor aportación en la viva campaña
electoral, cuando estaba cundiendo la sensación de que sólo había una opción
válida y las demás eran casi irrelevantes o pasaban bastante desapercibidas.
La espectacular gesticulación, demasiado personalizada y
mesiánica de Artur Mas -¡ya se le avisó!- no está logrando hacer tabla rasa con
los adversarios, para erigirse como el dueño y señor de los destinos de
Catalunya, como su salvador providencial. Más bien lo contrario. Los demás
están reaccionando y mostrándose, otra vez, como los representantes de
importantes y amplios sectores de la
ciudadanía catalana. Esto se ha comprobado nuevamente en el debate en TV3, con
inevitables consecuencias en las urnas.
La pluralidad de Catalunya se salva así de la quema. No será
arrastrada por el tornado de una decisión precipitada, idealista e impetuosa,
que se está viendo también interesada y
oportunista, para salvar la cara de una mala gestión del gobierno “de los
mejores” y como cortina de humo sobre hechos turbios, con una huida hacia
“territorios desconocidos” por caminos legales o no, lo cual la convierte en
una aventura.
Y si, al final, todo queda más o menos como antes, según
vaticinan los sondeos, ¿habrá valido la pena toda esta movida, con ribetes de
mala saña, de aquí y de allá? Se habrá salvado la pluralidad de Catalunya, pero
seguramente más enfrentada interna y externamente.
Lo que sí habrá aportado, por lo menos, es una conciencia
más definida y un sentimiento generalizado de que las relaciones
Catalunya-Espanya han de cambiar, y que la opción de Mas -que ha contribuido
mucho ello- no es la única ni seguramente la más viable.
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