Comentarios y Análisis de Política

martes, 6 de noviembre de 2012

“Manifiesto” que abre una puerta


El valor de un manifiesto suele estar en las personalidades que lo suscriben. De aquí el interés de sus promotores  -de todos los manifiestos-  en que lo firmen muchos y en que sean socialmente relevantes. Pero su valor también puede estar en lo que el manifiesto dice y en su oportunidad.

El Manifiesto por el Federalismo y el Consenso, que acaba de aparecer suscrito por centenares de intelectuales (en sentido amplio) con la intención de frenar la ola de independentismo catalán, fuertemente promovido y liderado por el presidente Mas y parte de CiU, contiene, entre otras cosas más tópicas y retóricas que exactas, algunas afirmaciones de especial interés.

Por ejemplo, que “en Catalunya existe un profundo sentimiento nacional, que debe ser reconocido e integrado de nuevo  en el seno de las instituciones compartidas”, Y que “si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreducible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicción democrática nos obligaría al resto de los españoles a tomarlo en consideración para encontrar una solución apropiada y respetuosa”. Y que “un mejor encaje de Catalunya” lo proporcionaría “una federalización del Estado”.

No seria razonable, ni desde Catalunya ni desde el resto de España, minusvalorar la aportación de este documento, por más que se considere tardío, trufado de afirmaciones vacías y como tabla de salvación cuando el agua llega ya al cuello. Pese a todo, significa el reconocimiento de una realidad y una apertura al diálogo para una actualización del marco legal.

La afirmación del presidente Mas de que la aspiración democrática del soberanismo catalán “no la pararán ni tribunales ni constituciones”, está fuera de lugar en boca del presidente de una autonomía, ya que prometió acatar la Constitución, gracias a la cual ostenta este cargo y que, además, es el representante ordinario del Estado en Catalunya. Y, además, si vuelve salir elegido, no podrá tomar posesión si no promete y acata la normativa constitucional y estatutaria vigente.

No en vano esta radicalización ha podido interpretarse  como una inadmisible  “insumisión” al Estado de Derecho, e incluso, como la amenaza de “un golpe de Estado civil”. Es posible, incluso, que esta actitud le perjudique de cara al electorado más sensato, que es el mayoritario. No merece mucho crédito, cara el futuro, quien empieza situándose al margen, o en contra, de la legalidad de un Estado democrático.

De alguna manera, en su descargo, podría acudirse a la consideración, generalizada y resumida por un reputado tratadista, cuando afirma que “si bien en un régimen democrático la sociedad debe apegarse al ordenamiento jurídico vigente, la legalidad también implica que tal ordenamiento pueda ser modificado a través de procedimientos legales previamente establecidos para adecuarlo a las transformaciones de la propia sociedad”.

Pero descargo solo en parte, pues si bien nuestra Constitución ya prevé mecanismos para su modificación, también es cierto que estos mecanismos son muy rígidos y restrictivos; prácticamente impracticables para un posible caso de legítimo deseo de secesión -con las garantías democráticas necesarias- de alguno de los pueblos que integran actualmente el conjunto estatal.

De aquí la oportunidad del Manifiesto para el Federalismo y el Consenso, firmado por centenares de intelectuales de toda la geografía española. Abre una puerta transitable, por la vía del diálogo, a una razonable modificación constitucional, fuera de radicalizaciones y actitudes de rebeldía o de insumisión que históricamente han  sembrado de tragedia nuestro país. Vayamos todos por la senda democrática y constitucional...







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