A
Catalunya se la puede secuestrar de muchas maneras. Y desde fuera o desde
dentro. También desde fuera y desde dentro al mismo tiempo.
Si
secuestrar significa quitarle a alguien -persona o pueblo- la posibilidad de
moverse y desenvolverse según sus propios deseos, desposeerle o limitarle esta
elemental libertad constituye un secuestro.
Imponerle
a una persona o a un pueblo algo que no le es propio o no quiere, es caer en
este abuso. Aunque sea en nombre de intereses o valores que alguien considere
superiores. Superior a la libertad solo hay la vida, y ante todo la vida de las
personas.
La
historia, y la actualidad, nos muestra muchos casos de estos tipos de
secuestro. Aquí y más allá. Casi nunca reconocidos por el secuestrador y con
frecuencia asumidos -consciente o inconscientemente- por la resignación de los
secuestrados. Es la eterna e injusta dialéctica de los poderosos y los débiles,
cualquiera que sea la clase de poder y quien lo sustente.
Una
concepción unitaria y uniformista del Estado, en los casos en que se da, suele
comportar una sumisión o avasallamiento de las partes integrantes que tienen
personalidad propia. Es decir, su secuestro, más o menos explicito.
Ciertos
acontecimientos históricos y de diversa índole (guerras, dictaduras, pactos de
estado, flujos demográficos, situaciones de debilidad o pobreza, etc) han
situado a Catalunya, como a otros pueblos, en situaciones efectivas de
secuestro, en diversos grados. Y llega un momento, en que se produce una
reacción de rebeldía o de ansias de liberación. De anhelo de ser.
No
es nuevo. Pero ahora, por razones conocidas de determinados abusos centralistas
y uniformadores, está ocurriendo de forma especialmente remarcable y tensa. Sin
reconocer el hecho elemental de la diversidad y pluralidad -de la pluralidad
nacional del Estado español- no se
encontrará nunca la solución del deseable equilibrio entre respeto y
colaboración (autonómica, federal, confederal) Produciéndose, en consecuencia,
el enfrentamiento entre legitimidad y legalidad vigente. Podria calificarse de
secuestro externo.
Pero
hay otro nivel de posible secuestro, nada desdeñable y también peligroso. El
secuestro interno.
Ocurre
cuando dentro de un colectivo, de una comunidad o de un país, una parte intenta
imponerse a las otras partes integrantes. Por distintas motivaciones,
igualmente inaceptables. Pueden ser étnicas, de procedencia, de cultura, de
lengua, de religión, etc. Suelen articularse políticamente entorno a una
ideología partidista, que se eleva a la categoría de verdad para todos.
Se
da en los casos extremos de una concepción global de esa colectividad, sin
tener en cuenta tampoco su diversidad y pluralidad interna. Los nacionalismos
radicales –reactivos o dogmáticos- pugnan por el secuestro del todo en
detrimento de las partes que lo componen.
Estamos,
en cierto modo, en uno de esos momentos. El pacto CiU-ERC -con componentes de
reacción y de fundamentalismo- se inicia como impositivo al resto de posiciones
legítimas, más que respetuoso e integrador. Las llamadas a la colaboración
suenan más a virtuales y tácticas que a sinceras.
Puede
ocurrir con cualquier otra formación política que, creyéndose poseedora de la
verdad, se cierre al dialogo y a la colaboración. Pero Catalunya no es un todo
compacto y uniforme. La diversidad y pluralidad es más que patente en su
ciudadanía. Podrá saber mal a algunos, pero es así.
No
reconocerlo constituiría simiente de discordia y una tentación secuestradora.
Igual que en el secuestro exterior, no sería aceptable una posición
homogeneizadora. Más aún, los derechos de los ciudadanos siempre han de
prevalecer a las ambiciones -interesadas o ideológicas- de un colectivismo,
siempre más utópico que real.
Aunque
la gobernabilidad requiere de normas compartidas o comunes, lo democrático es
respetar lo diferente, lo “propio” de “los otros”, su grado de legítima
identidad.
Catalunya
no puede ser objeto de secuestro ni desde el exterior ni desde el interior.
Merece el respeto de todos, y para todos sus ciudadanos.
Menos mal que alguien piensa!!!!!!.
ResponderEliminarGracias señor Wifredo. Al menos, uno lee sus opiniones y comprueba que todavía es posible opinar sin ser tachado de anti-catalàn
Saludos
.....un català desorientat.