Puede
sorprender, pero no es ningún disparate. Que un político destacado pida la
abdicación del rey no constituye una blasfemia. Es la expresión de una opinión
legítima.
Si
lo hace respetuosa y razonadamente, puede ser una interesante contribución al
debate público. Es lo que ha hecho el líder de los socialistas catalanes, Pere
Navarro, que suele decir las cosas con serenidad y de forma argumentada.
Además,
es una idea que está en la opinión pública por diversos motivos. Y quienes se
han apresurado a escandalizarse públicamente por esto, en privado seguramente
piensan otra cosa. No es bueno continuar ejercitando la hipocresía.
Al
fin y al cabo, la posibilidad de una abdicación del titular de la Corona está
prevista en el marco constitucional. Como lo está la asunción de funciones por
parte del príncipe. Entonces, la cuestión es de motivaciones y de oportunidad.
En
cambio, lo que no está legalmente contemplado es la secesión de una parte del
país de su conjunto, y de ello se habla a diario y se propugna por algunos como
la mejor solución para resolver el llamado problema catalán.
Pere
Navarro, que, frente a la dinámica “soberanista”, ya sorprendió con su
propuesta “federalista” -ya recogida oficialmente por el PSOE-, ahora lanza
“pública y formalmente” la petición de una “necesaria” abdicación del rey. En
ambos casos no se sale del marco legal, como sí lo hace Artur Mas.
Podrá
discutirse la oportunidad y la forma de hacerlo, pero está en su derecho de
líder político e incluso puede que sea su obligación hacerlo.
Precisamente desde su “republicanismo” sale en apoyo de la
monarquía, pidiendo su actualización: en la figura del titular con la
sustitución por el llamado legalmente a sucederle cuando se dé el caso, y
regulando mejor y con más transparencia la institución de la Corona.
Y
lo hace Navarro desde el explícito reconocimiento de la gran aportación
de
Juan Carlos I ("un buen Rey") a la restauración de la democracia y al
servicio del país. Nada, pues, a objetar, en el fondo.
El momento incluso puede que sea el adecuado, dada la
necesidad de abrir un proceso de regeneración política e institucional,
empezando por la misma Jefatura del Estado, teniendo en cuenta la edad y el
delicado estado de salud del Rey y la incidencia de cuestiones de diversa
índole que le desgastan y pueden afectarle seriamente.
Esta actualización
o “modernización” deberá hacerse “con serenidad y plena responsabilidad".
Y añade Pere Navarro: "Creo sinceramente que el papel del Príncipe Felipe tiene que ser, o si
me permiten, puede ser relevante para arbitrar los profundos cambios que
requiere nuestro país. Esta segunda transición tiene que construirse sobre
nuevas bases institucionales modernas y que concuerden con nuestros
tiempos".Al inmovilismo de los grandes partidos -PP y PSOE- y a la arriesgada aventura secesionista del CiU i ERC, el líder del PSC propugna una profunda reforma, incluyendo a la institución más alta. Las reacciones en contra han sido muchas, sobretodo de los partidos estatales, enfrascados en problemas seguramente más acuciantes.
Y a los partidos nacionalistas catalanes no les puede caer muy bien ya que desvía la atención de la soberanía “sea como sea”, hacia una vía legal, muy atrevida, profundamente reformadora, pero no rupturista. Si Junqueras (ERC) se está comiendo el terreno de Artur Mas (CiU), con este órdago Pere Navarro (PSC) intenta ganar terreno y protagonismo a los dos.
Es de esperar y desear que vaya más allá de una intención política doméstica y estratégica, para llegar a proyectarse en un plan viable de regeneración de ámbito estatal.
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